TUCUMÁN, EL JARDÍN DE LA ARGENTINA
Por Coché Echarren
Sucedió en la capital de la región más pequeña de Argentina. Adiós españoles. Aquí se firmó la Independencia de la República de Argentina, por el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de 1816. Hoy los españoles vistamos Tucumán y escuchamos la historia de nuestras barbaridades como si no fuera con nosotros. El origen de la actual República de Argentina se encuentra en la Casa Histórica de la Independencia y, más concretamente, en el salón dela jura que se conserva intacto. El turismo patrio es muy frecuente por esa razón. Los argentinos viajan desde todo el país para ver in situ el lugar del que tanto les hablaron en sus aulas.
Pero más allá del hecho histórico que da fama a esta zona, Tucumán ofrece al visitante una enorme variedad de intereses: naturaleza deslumbrante, selva y bosques vírgenes, restos arquitectónicos impresionantes de distintos períodos de la historia, cultura, ambiente nocturno y cultural…Empezamos nuestro recorrido en la capital, San Miguel de Tucumán. Y paseamos desde la plaza de la Independencia, pasando por la Casa Histórica,la Catedral, la Basílica Menor de le Merced, el Parque 9 de julio, el Centro Cultural Rougés… En esta ciudad viven 550000 personas en ambiente tranquilo, provinciano y hedonista. Durante nuestro paseo nos cruzamos con mucha gente amable y a veces grupos de jóvenes ruidosos. Pero a las dos, y hasta las cinco de la tarde, como por arte de magia, las calles quedan vacías y laspuertas de los comercios cierran. Con un estilo muy de pasado español (pero sin que nadie reconozca, es curioso, esta influencia) estas horas son sagradas: es la siesta. Horas de sueño para reponerse de las que se le roban a la noche. Pues aquí la vida nocturna se despliega hasta pasada la media noche todos los días de la semana. Esta ciudad tiene una enorme oferta en restaurantes, teatros, discotecas, galerías de arte y tiendas. Mientras tomamos una quilmes, la cerveza del país, en un bar cualquiera, y parece que leemos uno de los diarios de la zona (ahora no recuerdo si era El Periódico de Tucumán, La Gaceta, El Siglo o El Tribuno), observamos a dos jóvenes que estudian juntos un examen y beben mate, a una pareja formada por una mujer y un hombre que discuten al más puro estilo italiano y terminan en abrazo, y a dos irónicas señoras que ponen a caldo a la Kirchner.
Antes de que llegara Diego de Rojas, el primer conquistador español, en 1565, esta región estaba formada por tres naciones diferentes. Los indios Diaguitas, los Tonocotés y los Lules. La primera ciudad fundada por los españoles estuvo situada a 40Kms de la actual capital. No fue hasta 1656 que se la ubicó en el lugar que siguen ocupando hoy en día sus 91 kilómetros cuadrados. La influencia de las culturas que han confluído en esta zona (árabe, italiana y judía además de española) ha dado como resultado una ciudad de carácter universalista, muy comercial y culta. Una ciudad adornada todo el año por viejos árboles floridos: naranjos, lapachos, tarcos, tipas…
La provincia de Tucumán es conocida como El Jardín de la República. Está envuelta en montañas, formada por valles y ríos, su vegetación es rica en laureles, helechos, jazmines, orquídeas, campanillas…y posee parques naturales protegidos. La temperatura es agradable en todas las estaciones. En verano hay noches que hay que llevar chaqueta y en pleno invierno basta con un abrigo normal (los termómetros no suelen bajar de los 10º en esta época del año). Pero no solo por eso es un jardín: con esa temperatura y en semejante entorno natural es además posible pasear entre tesoros arquitectónicos. Nuestro primer paseo por el jardín comienza en las Ruinas de Quilmes (sí, el lugar que da nombre a la cerveza). Entre sierras y el cordón de Calchaquí, los Quilmes fueron uno de los asentamientos de los pueblos calchaquíes. Un poblado que logró un enorme desarrollo económico y social. En la falda del cerro pueden verse perfectamente las reconstrucciones residenciales de lo que fue este poblado protegido por una fortaleza situada en la cima. El guía de turno se encargará de contar y hacer estremecer al visitante sobre la resistencia aborigen ante la conquista de los españoles. Los Quilmes supervivientes hubieron de caminar más de 1200 kilómetros, hasta casi la orilla del Río de la Plata, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Y ahí se formó la que es hoy la actual ciudad de Quilmes en la que, los pocos quilmes que lograron sobrevivir terminaron por extinguirse.
Los valles y cerros de Tucumán encierran leyendas e historias misteriosas. Es uno de esos lugares en que la magia está presente en la naturaleza y el visitante ya no sabe si es que su sensibilidad se ha vuelto extrema y percibe las cosas como debieron hacerlo las antiquísimas poblaciones que lo habitaban, o es que su mirada va transformándose conforme escucha las fantásticas leyendas de boca de los guías.
Algunas nacen como explicaciones fantásticas a hechos extraños de la naturaleza (como unas luces que aparecen en las quebradas de los cerros tucumanos y que provocan un gran temor en sus habitantes). Otras hablan más de injusticias sociales. La de “el familiar”, por ejemplo, es una clara metáfora de cómo unos hombres explotan a otros. En Tucumán la industria azucarera es la principal fuente de ingresos. Pues bien, el capataz que no trata bien a sus empleados recibe el nombre de “el familiar” por una leyenda según la cual un perro feroz y sin cabeza llamado así (El Familiar), se pasea por los cañaverales devorando peones. El perro es el fruto de un trato entre el patrón y el diablo, para un año próspero. ¿Cómo devora a los peones si no tiene cabeza? Eso es algo que no me supieron explicar, pero la gente tiene tanto miedo a esta clarísima metáfora que lleva consigo encima, por si acaso, un rosario, una cruz y un puñal… las armas que funcionan contra “el familiar” junto a “la valentía y el arrojo”.
En las Yungas seguimos escuchando leyendas o historias fantásticas. Convive la mirada de los pueblos prehispánicos con la de del argentino que conocemos, el porteño, más español e italiano y judío. Y la mezcla convierte este viaje en una experiencia peculiar. Comenzamos el recorrido en Yerba Buena, una zona residencial, de calles arboladas. Divertida para hacer compras y para tomar café en sus clubs deportivos. De allí pasamos a la selva de Yungas, y de la vida burguesa a la salvaje: bosques formados por laureles, lapachos, jacarandales… Desde allí alcanzaremos el lugar con las mejores vistas panorámicas de la ciudad, a 1250 metros de altura, donde se encuentra el Cristo Bendicente. Una obra escultórica que irradia (ya a flor de piel la sensibilidad tras la escucha de historias y paseos por espacios naturales impactantes) buena suerte… o algo así. Ya en Raco y El Siambón nos topamos con el monasterio de los monjes benedictinos. Un precioso lugar para reponer el cuerpo a base de sus licores, mieles, dulce de leche… Llegados a este punto la mayor parte de los viajeros optan por una cabalgata hacia la cumbre de Raco. Y si es posible, merece la pena ver el atardecer en El Cadillal, ahora llamado Dique Celestino Gelsi. Mientras los argentinos regresan del agua, -sus tablas bajo el brazo,- en este lugar de actividades acuáticas, nosotros bebemos otra quilmesy dejamos que la mirada se pasee por sus pieles doradas y sus melenas mojadas.Son muy bellos los y las argentinos. Tanta evasión ha hecho que olvidemos hablar del impresionante Viaducto El Saladillo, Monumento Histórico Nacional desde el 2000.
Otro de los circuitos imprescindibles es el de los Valles Calchaquíes. De camino merece la pena visitar las Ruinas Jesuíticas de San José de Lules. Entre ellas aún se conservan la capilla y el claustro. A solo unos kilómetros puede hacerse otra parada en Famaillá, -ciudad conocida por ser la sede de las típicas empanadas tucumanas-, antes de comenzar el ascenso a los valles. La primera vista panorámica aparece junto al Monumento al Indio Calchaquí, a 1100 metros de altitud. Poco después hay que parar en El Mollar, un destino típicamente veraniego. Muy de jóvenes que se hospedan en campings y hostales. En las lomadas de este valle se encuentra uno de los enigmas que más han apasionado a arqueólogos e historiadores del pasado calchaquí: Los Menhires. Los menhires calchaquíes tienen la particularidad de presentar inscripciones y figuras que han quedado como mudo testimonio de la cultura Tafí que habitó el valle. También esta es zona de wind y kitesurf. En la Angostura, el lago artificial situado a mayor altitud del país, se practican estos y otros deportes acuáticos. Es toda esta una zona de veraneo familiar. Tafí del Valle tiene el honor de ser la de mayor turismo nacional. Me cuentan que la tranquilidad que respiramos ahora es impensable en los meses de vacaciones en que las fiestas, la música y las procesiones de veraneantes lo inundan todo. Recorremos en un 4×4 este lugar de belleza excepcional. Pero nos hablan de caminatas y cabalgatas que desearíamos hacer. De este modo podríamos, por ejemplo, ascender a lugares a los que no tenemos acceso en coche: al cerro del Pelao. Y sería también más fácil toparse con algunos de los habitantes de estos lugares (a algunos los hemos atisbado desde el coche): llamas, alpacas y vicuñas. Estas últimas, pacíficas e indefensas,- y que se me antojan mezcla de camello y canguro,- son protagonistas de otra de las leyendas, en este caso de origen inca. Para contarla, empecemos por presentar al mago Coquena, hijo de la madre tierra y guardián de los duendes del bosque. Es un hombrecito de poco tamaño que viste con ponchos de colores muy vistosos, lleva un gorro andino, y siempre está mascando coca. Tiene la costumbre de cambiar de poncho todos los años en Carnaval y enterrar el viejo en el lugar en que esconde un tesoro con riquezas. Tiene poderes sobrenaturales: puede hacer lo que quiera con los caminantes que encuentra, consigue que se duerman o que caigan, que les llegue algo bueno o algo muy malo… Pues bien, según la leyenda este hombre retaco sí tuvo corazón para las vicuñas y, en una ocasión en que se cruzó con un cazador que había matado a una gran cantidad de estos indefensos animales, le ofreció un intercambio: mucho dinero con tal dede que abandonara para siempre su ocupación. El cazador aceptó, se hizo rico y… lo contó. Tiempo después, un indio que le había escuchado quiso correr la misma suerte y se dirigió al bosque a matar vicuñas. Mató a muchas. Pero esta vez Coquena entró en cólera, y lo condenó a pastar ganado sin descanso, perpetuamente. Mientras escuchamos recorremos el valle, que conserva su identidad aborigen: pircas de piedra, construcciones de adobe, artesanías en cerámica y la técnica agrícola cuyas huellas se advierten en las terrazas de cultivos. Y todo emana una ingenuidad lejana.
En Tafí del Valle, un lugar adorado por los amantes de montar a caballo, se celebra cada año la Fiesta Nacional del Queso. Un escenario al aire libre, mucho folklore, artistas locales y nacionales… Tiene fama la calidad de la música que ofrece y que se puede disfrutar mientras se recorren los puestos de comida y artesanía. Es uno de los festivales más antiguos del país. A 3042 metros de altitud está El Infiernillo. Una vez se alcanza, el visitante es testigo del cambio paisajístico: comienzan a aparecer los típicos cardones. Y, cómo no, hay otra leyenda que explica la aparición de las flores en su estructura espinosa. En este caso habla de amor:
KewaylAmatua y Pascana se amaban locamente. Pero nadie les permitía estar juntos, pues una pelea de caciques había dividido a sus familias en dos bandos. Una noche decidieron fugarse y recorrieron solos valles y bosques. Sin embargo nunca lograron quedarse solos. Allá donde llegaban aparecían los guerreros a impedir que se mantuvieran unidos. Rogaron al diablo que les escondiera, pero él les pidió sus almas a cambio de la invisibilidad. No aceptaron. Y una noche Pascana oró a la Pachamama, la madre tierra, con todo su deseo y con la fuerza de su amor. La Pachamama la escuchó y accedió a ayudarlos. Convirtió a Kewayl en cardo e introdujo a Pascana en su interior. El cardo se volvió fuerte y espinoso para proteger a quien llevaba dentro. Y ella prometió no salir de ahí. Pero, inevitablemente, se asoma a darse baños de sol, en forma de flor.
Y en esta zona la defensora de los amantes es venerada de muchas formas. Aquí, en Amaicha del Valle, -una comunidad rural, agrícola, famosa por sus vinos caseros, alfajores, turrones y quesillos-, se celebra la Fiesta de la Pachamama. Todos los años durante tres días de febrero se congregan habitantes de diversos lugares del noroeste argentino para rendir tributo a la Madre Tierra, y dar gracias a la naturaleza por hacer germinar las semillas y madurar los frutos. Los visitantes piden fecundidad para sus terrenos y felicidad para sus vidas. Todos los años se elige a una mujer, de entre las mayores del lugar, para representar a la Pachamama, pasearse en un trono de piedra sobre una carroza, y recibir los atributos de los visitantes.Hay quien considera imprescindible visitar el Complejo de Museos de la Pachamama. El edificio del Complejo, en la entrada del pueblo, fue diseñado por el pintor, escultor y artesano autodidacta Héctor Cruz. Se trata de un lugar polémico por ser privado y porque hay una obra del artista (un hotel situado en Quilmes) que creó cierta controversia por su posible emplazamiento inadecuado para el medioambiente. No obstante, el edificio del Complejo de Museos de la Pachamama contiene un bello mosaico hecho íntegramente con piedras de la zona que merece la pena ver. Se trata de un espacio único, que fascina a los visitantes. Aquí se rinde culto a todas las divinidades indígenas de los Valles Calchaquíes: a la Pachamama, la Madre Tierra, a Inti el Dios Sol y a Quilla, la Diosa Luna.
Siguiendo la ruta marcada por este circuito ahora visitaríamos Quilmes, pero ya hemos hablado de este hermoso lugar. Tras dejar esas ruinas, el viajero, o el turista o el excursionista, se dirigirá a Colalao del Valle y a El Pichao. En esta aldea pequeña se cultivan árboles frutales que tiñen de colores una vista alegre, pacífica, resuelta en calmar y atenuar temores, y que anima a preparar el estómago para reponerse. Estamos en la zona del descanso y hay que probar los dulces de membrillo, cayote, manzana, higo, y pera que se acompañan con nueces de sus nogales. Elaboraciones artesanales deliciosas.
Pero si el hambre es más bien de comida salada las opciones también merecen la pena: humitas, tamales, empanadas y locro. Y el auténtico Quesillo Tafinisto, reconocido por los tucumanos como un verdadero manjar. Lo ideal es añadirle un poco de miel artesana del lugar.
Algunos de los turistas que viajan a Tucumán eligen otro tipo de circuitos que, si bien son llamados Circuitos Religiosos por la oficina de turismo, resultan muy interesantes también para para viajeros despegados de toda religión, pero con interés en la historia. Hablemos primero de un lugar situado al sur, el Santuario de la Virgen del Valle de la Reducción (conocido por estas tierras como La Reducción). Todos los años acuden allí 100 mil peregrinos, siempre en el día de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), desde 1923. Y es que un 26 de noviembre de ese año, asustados por los posibles daños que una serie de tormentas podrían causar a sus cultivos, todos los habitantes del lugar se encerraron en La Reducción para rezar juntos por la protección de las tierras. Cuentan que cuando todo pasó las cosechas estaban intactas y que bajo un algarrobo apareció la imagen de una María Inmaculada. Desde entonces, las peregrinaciones a La Reducción para agradecer y pedir, se han convertido en tradición.
En la capital, San Miguel, es indispensable conocer la catedral, situada en la Plaza de la Independencia. La primera piedra de la Catedral de Tucumán se colocó en 1685. Pero el actual edificio fue ideado por el ingeniero Pierre DelgareEtcheberry, y construído entre 1847 y 1856. Su reloj, fabricado en Londres, fue situado en la torre izquierda en 1912. Es Monumento Histórico Nacional desde 1941. El visitante puede ver dentro recuerdos relevantes de hechos pasados: las tumbas de algunos de los sacerdotes más influyentes y de impulsores de la industria azucarera; sepulcros de personajes históricos; objetos de gran valor como la cruz de madera que se utilizó en la primera fundación de San Miguel de Tucumán, o un piano que data de 1800 y que fue traído de París.
Dentro de San Miguel hay otros edificios religiosos para visitar con tiempo: la Iglesia de San Francisco,también Monumento Histórico Nacional, uno de los templos con más historia, que ha servido de enfermería y cuartel, y que fue construído por los primeros franciscanos que llegaron a Tucumán; la Basílica Menor de la Merced con murales alusivos a la batalla de Tucumán; la Basílica Menor de Nuestra Señora del Rosario (o Iglesia de Santo Domingo), que data de 1785 y en la que se conservan piezas de incalculable valor, como la imagen de Santo Tomás de Aquino de la escuela española del siglo XIX.
Curiosidades para los observadores del ser humano y lugares de interés para los más devotos son la Capilla de la Virgen de Covadonga en El Mollar, regalo de un asturiano como agradecimiento por una súplica concedida: se salvó de un accidente de una manera milagrosa. La capilla, en el valle del Tafí, tardó en construirse 10 años. Y, en el Valle de Choromoros, la gruta de la Virgen de Lourdes. San Pedro de Colalao se convierte en centro de peregrinación año tras año gracias a los miles de devotos que acuden a revivir el encuentro de la niña con la Virgen de Lourdes en Francia.
Nombro, por último una pequeña iglesia que se ha convertido en lugar favorito para muchas parejas que deciden casarse. Es la peculiar Iglesia Sagrado Corazón de Villa, una construcción neogótica de singular belleza que se levanta en el paisaje de Villa Nougés, entre cerros y lomadas.
La cultura es uno de los intereses que mueve a los viajeros hacia esta provincia. Aparte de todo lo ya dicho, la capital tiene una vida cultural muy activa. Cada año, en la Casa Histórica, se reúnen más de 200 escritores nacionales e internacionales, en “Letrarte”. La oferta en teatros es mucha. Al margen de una agenda rica y diversa, los teatros se sitúan en edificios exquisitos. Los de Alberdi y el San Martín (antiguamente Odeón) se construyeron a principios del siglo XX, como el Casino y el hotel Savoy, en una época floreciente de la capital. Tras una serie de remodelaciones, siguen siendo edificios interesantes con dinámicas agendas. En el pasado, por allí estuvieron, por ejemplo, María Guerrero, Enrico Caruso, Margarita Xirgú… San Miguel es también ciudad de museos, pero si hay que elegir uno entre todos para visitar, hay que salir de la capital para conocer El Cadillal, o el Museo Arqueológico Ernesto Padilla, donde se exhibe el más importante legado de cultura candelaria (250-650 dC): instrumentos de trabajo, obra funeraria, esqueletos de aves… . Pero, si hay un fuerte en la vida cultural tucumana, es la música folklórica. Es fácil disfrutarla, y de calidad, en cualquier bar. La música en directo es una constante en esta ciudad que adora la noche, y ha dado hijos dignos de esta sensibilidad: Mercedes Sosa nació y creció en estas calles. Y no lo olvidó:Ay lunita tucumana/tamborcito calchaquí/ compañera de los gauchos/ en la senda del Tafí.
La vida noctámbula no se limita a la capital. Hay también boliches en Yerba Buena y en algunas localidades del interior, que no abren sus puertas hasta la 1,30 de la madrugada. Suelen diferenciarse según el tipo de música que ponen, pero también hay muchos que ofrecen una especie de “todo en uno” al tener varias pistas con música diferente en cada una. El ambiente es joven. Los universitarios tucumanos se dejan ver en los boliches a menudo. Pero también hay un público cincuentañero, y mayor, que sigue siendo nocturno… Y mucho ambiente bohemio en espacios en que es posible formar parte de un debate, ver una exposición, beber alcohol o mate, comer, y asistir a un taller de teatro…
En cuanto a los niños, si es que somos tan valientes como para viajar con ellos hasta allá, es de agradecer que se tengan en cuenta: muchos restaurantes cuentan con zona didáctica para ellos y hay mucha variedad de actividades. Por ejemplo, teatros infantiles. En la capital, cada pocos pasos, aparece un parque con columpios.
Pero si hay algo que atrae por encima de todo al turista argentino es el deporte. Se trata de una región muy futbolera (como toda región argentina), pero no se queda ahí la cosa. Cada año se disputa en Tapia el Torneo de pato “Día de la independencia”. El pato es un deporte que se practica a caballo y se disputa en un partido entre dos equipos,- formado cada uno por cuatro jinetes y sus respectivos caballos-, en que el objetivo es introducir una pelota de cuero en un aro. Al torneo acude gente de todo el país. El entorno impresionante en que se realiza y el propio deporte resulta ser un verdadero espectáculo. El automovilismo es otro de los fuertes: desde hace años Tucumán es etapa en el Rally Dakar. Y muchos otros, con sus clubs, sus torneos y espacios privilegiados: actividades acuáticas de todo tipo, tenis, golf, roogby…
Pero quizá los que más atraigan, sean los deportes de riesgo y aventura. Uno de los centros de parapente más importantes del país se encuentra aquí. En Loma Bola se celebró el campeonato mundial de parapente en 2007. Es una reserva natural situada a solo 25 kilómetros de la capital. Volar en parapente en Loma Bola es casi obligado para los aficionados. El viento suele ser suave en el cerro y el vuelo sobre el verde de la yunga y los ríos convierten la experiencia en algo muy hermoso. He de confesar que nosotros no lo probamos (al fotógrafo le faltó tiempo, a mí valentía), pero lo que oímos de los que regresaban (o tal vez el modo en que lo contaban más que sus palabras), emocionaba. Sentí no haberme atrevido pues el primer vuelo se realiza junto a un monitor, y las condiciones para poder realizarlo sin riesgos son mínimas (prácticamente se limitan a ser capaz de hacer la carrerilla anterior al salto).
Hay otros deportes como Trekking, canyoning y todas la actividades que terminan en ing, que también encuentran en Tucumán facilidades y espacios únicos.
Nos despedimos de Tucumán con la pena que da siempre dejar un lugar que ha cambiado (un poco) nuestras mentes. Y en el avión me acompaña, en mi botón interior de repeat, la voz de Mercedes Sosa: “Lo que cambió ayer /Tendrá que cambiar mañana/ Así como cambio yo/En esta tierra lejana”.
Este artículo se publicó en la revista RUTAS DEL MUNDO en abril de 2014