La organización humanitaria Asia Watch describió el Tíbet en 1990 como un inmenso laboratorio de técnicas de tortura para las fuerzas armadas chinas. Más de treinta años después, en el país de las nieves se siguen vulnerando los derechos fundamentales de los tibetanos.
En la ciudad india de Dharamsala hay una clínica especializada en el tratamiento de las secuelas de la tortura. Allí recalan hombres, mujeres y niños cuyos cuerpos estragados son la prueba viviente de lo que ocurre en el Tíbet hoy: Jampa Phuntsok (ya fallecido) fue encarcelado 24 años por participar en la defensa de su monasterio durante la invasión china. Liberado en 1984, volvió a ser detenido por gritar en la calle `Viva el Tíbet libre´ y condenado a tres años más. Al salir, huyó a la India a pie y cruzó el Himalaya en dos semanas. El monje Palden Gyatso fue prisionero durante 33 años. Escapó a India llevando consigo instrumentos de tortura habitualmente utilizados en las cárceles del Tibet. Después escribiría el libro Fuego bajo la nieve, testimonio de sus vivencias. Es víctima y testigo en la querella por genocidio a exdirigentes del gobierno chino en la Audiencia Nacional de Madrid junto a Thupten Wangchen, director de La Casa del Tibet de Barcelona, también víctima, testigo y co-querellante junto al Comité de Apoyo al Tíbet (CAT) con sede en Madrid.
Youri, Takna Jigme Sangpo, Ama Adhe, Bagdro, Rinzin Cheoney, Ringchen Samdhup y Thupten Tsering son otros ejemplos de tortura y largos encarcelamientos.