A Irmandade da Boa Morte
A 55 km de Salvador, la actual capital del estado bahiano, Cachoeira era en 1824 un importante centro azucarero donde solo 600 de sus 6.000 habitantes tenían la piel blanca. Allí abundaban los quilombos (escondites de esclavos fugitivos) y los `terreiros´, donde tomaron forma las danzas e invocaciones del candomblé y la famosa capoeira. “Paz y buena muerte” se siguen deseando las mujeres de esta hermandad cuando se abrazan después de sus fiestas y rituales.
Al sentido cristiano de la `boa morte´, que les prometía felicidad al liberarlas de su prisión carnal, han superpuesto el coraje étnico en este mundo —invocaciones a sus ancestros africanos, al orixa Nanä Buruku, entre otros, para que venga del más allá a sostener su vitalidad terrena, a través del trance—.
Cachoeira recibe miles de visitantes, entre curiosos y devotos, para la fiesta de la Boa Morte, uno de los ejemplos más auténticos del rico sincretismo religioso brasileño. La fiesta se celebra en agosto y está comandada por menos de una treintena de mujeres (descendientes de esclavas que integran la `Irmandade da Boa Morte´), algunas de ellas casi centenarias (Narcisa Cândido da Conceição, más conocida como Mãe Filhinha, murió a los 110 en 2014). Las fundadoras de la hermandad compraban la libertad de otras esclavas y hacían eco a los movimientos libertarios de la época. Brasil fue el último país del mundo en abolir la esclavitud.