Sogyal Rimpoché
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
POR QUÉ LOS BUDISTAS NO TEMEN LA MUERTE
Entrevista con Sogyal Rimpoché, autor del Libro Tibetano de la Vida y la Muerte
Por Manuel Sueiras
Descubrir que tenemos una enfermedad degenerativa o que nos queda poco tiempo de vida puede cambiar dramáticamente nuestras vidas y la de los que nos rodean. Nuestra preocupación por lo material y por los planes de futuro son reemplazados por la búsqueda de la paz y por una imperiosa necesidad de dotar a nuestra vida de significado.
La impermanencia y la invevitabilidad de la muerte son dos de los pilares fundamentales sobre los que se apoya la filosofía budista. Por eso, quienes la practican dan tanta importancia al cuidado de los enfermos terminales, a quienes brindan profundos conocimientos y prácticas basadas en principios espirituales capaces de conmover tanto a los creyentes de cualquier fe como a agnósticos y ateos.
El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte del maestro budista Sogyal Rimpoché ha sido adoptado por grupos e instituciones médicas y religiosas, doctores, enfermeras y profesionales sanitarios en más de 20 países para ayudar tanto a quienes tienen que afrontar la enfermedad y la muerte como a sus familiares. Las enseñanzas que se imparten en este libro han sido puestas en práctica por Sogyal Rimpoche a través del Programa de Cuidado Espiritual Rigpa, que aplica la compasión y la sabiduría de las enseñanzas budistas. El cuidado espiritual consiste en crear un entorno adecuado para este delicado proceso.
¿Cómo se puede llegar a afrontar la muerte?
El mensaje fundamental de las enseñanzas budistas es que si estamos preparados hay esperanza tanto en la vida como en la muerte. El momento de la muerte es una increíble oportunidad si nos hemos preparado bien para afrontarla en vida y sabemos qué está ocurriendo. En la obra medieval el Libro del Arte de Morir, se dice: “Aprende a morir y aprenderás a vivir. No hay nadie que aprendiendo a vivir no haya aprendido a morir”.
Ser capaces de afrontar la muerte es la lección más importante de la vida. Nos enseña a enfrentarnos con nosotros mismos y a aceptarnos como seres humanos. En la tradición monástica cristiana hay un dicho latino: “momento mori”, es decir: “recuerda que vas a morir”. Si tenemos la muerte presente, entenderemos lo que significa la vida. Desgraciadamente en la vida moderna la gente interpreta la muerte como una pérdida o una derrota. Sin embargo, desde un punto de vista espiritual, la muerte no es una tragedia que temer, sino una oportunidad para transformarnos.
¿Hay algún método para afrontarla mejor?
Principalmente a través de la meditación y la contemplación. La meditación sirve para despertar en nosotros la naturaleza celestial de la mente, nos descubre quiénes somos exactamente: nuestra consciencia inmutable, que impregna la vida y la muerte. Sólo a través de la meditación se puede comenzar el viaje que nos ayudará a conocer nuestra naturaleza real, encontrando la estabilidad y la confianza necesaria para vivir y morir bien. La paz y tranquilidad que se alcanza con la práctica de la meditación crea un entorno mental en el que podemos mirar claramente a la muerte como algo positivo.
También podemos practicar la contemplación y la reflexión. En lugar de permitir que el miedo a la muerte nos estropee la vida, debemos pensar en ella y utilizarla a nuestro favor. Esto nos permitirá cambiar nuestras pautas repetitivas de comportamiento dando significado a nuestras vidas. Al reflexionar nos daremos cuenta de que todo en la vida es impermanente. Normalmente nuestras vidas están totalmente planeadas y organizadas, pero nuestra seguridad desaparece cuando la impermanencia aparece sin previo aviso. No sabemos cómo afrontar la vida porque no lo habíamos planificado. Por tanto, si queremos tener un plan de vida seguro tenemos que prepararnos a un nivel más profundo. Encontrar un refugio interior. Cuando tenemos ese refugio interior, incluso cuando todo se derrumba a nuestro alrededor hay algo dentro de nosotros que nunca nos abandona ni nos decepciona.
¿Cómo nos puede ayudar saber que todo cambia, que todo es impermamente?
La vida es así. La vida es impermanencia. Si tu corazón no late, cambiando constantemente, es que estás muerto. El cambio nos permite mantenernos vivos y nos da la oportunidad de cambiar. La impermanencia nos enseña a desligarnos de las cosas, que solo nos traen dolor y sufrimiento. El motivo por el que nos atamos tanto a las cosas, a nuestras emociones ideas, opiniones, posesiones y a las personas es porque no nos terminamos de creer la impermanencia. Sólo cuando aceptamos que la impermanencia forma parte de la naturaleza de la vida y que todos sufrimos ante el cambio y la muerte, dejarse ir se convierte en la única cosa que verdaderamente funciona. De pronto el apego a nuestro propio dolor se suaviza y la impermanencia se transforma en consolación, alcanzando la paz, la confianza y la valentía. Descubrimos que es absurdo intentar agarrarse a algo que es sencillamente inasible. Lo más extraordinario es que cuando por fin aceptamos la muerte y la impermanencia, en lugar de perder algo, lo que hacemos es ganarlo. Perdemos las nubes y ganamos el cielo.
¿Es necesario creer en la vida después de la vida para aceptar la muerte?
No, aunque ayuda, porque nos da una perspectiva más amplia y una visión más profunda. La importancia de la reencarnación es el efecto que tiene en cómo vivimos nuestras vidas. Nos inspira a llevar una buena vida porque sabemos que nuestras acciones, palabras y pensamientos tendrán un efecto en nuestras vidas futuras. Mientras lleves una buena vida no importa que creas en la reencarnación. Independientemente de nuestras creencias siempre será más sencillo afrontar la muerte y morir en paz si no nos tenemos que arrepentir de nada. Como dijo el santo tibetano Milarepa: “Mi religión es vivir y morir sin arrepentimiento”.
Sogyal Rimpoché
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Usted menciona en su libro que tememos mirar a la muerte a los ojos
El problema es que aunque sabemos que algún día moriremos siempre dejamos el tema para más tarde. Nos mantenemos tan ocupados que no tenemos tiempo para pensar o preocuparnos de las cosas más importantes, engañándonos a nosotros mismos. Actualmente no consideramos la vida y la muerte como un todo, por lo que nos apegamos demasiado a la vida rechazando y negando la muerte, que se convierte en nuestro miedo más acérrimo, lo último a lo que queremos mirar. Pero bajo ese miedo está el miedo a enfrentarnos con nosotros mismos, porque la muerte es el momento de la verdad, es como un espejo en el que se refleja el verdadero significado de la vida.
La muerte nos dice que ya está bien de engañarnos. Enfrentarse a la muerte es en realidad enfrentarse a la vida. Sin embargo parece que sólo comenzamos a pensar en la muerte justo antes de morir. ¿No es eso un poco tarde? ¿No deberíamos poseer antes el conocimiento y la sabiduría que necesitamos para negociar entre la vida y la muerte? Nuestras enseñanzas nos ayudan a prepararnos para la muerte ahora, cuando estamos bien y somos felices, que es precisamente cuando más inspirados estamos para la introspección y podemos ver la vida y la muerte con mayor inspiración y profundidad.
¿Por qué dice que la sociedad occidental nos distrae de la auténtica verdad?
Nuestra negación de la muerte nos lleva a un mundo sin visión a largo plazo, con poca compasión, en el que no pensamos en las consecuencias de nuestros actos. Esto tiene muchas repercusiones como la destrucción del medio ambiente, por mencionar sólo una. No se nos enseña qué es la muerte ni como morir. Al no enfrentamos con nuestra propia realidad y mortalidad, ignoramos la visión más amplia de nosotros mismos bloqueando nuestro propio desarrollo psicológico y espiritual. Nos obsesionamos con la juventud, condenamos a los mayores a una muerte solitaria y tratamos vergonzosamente a aquellos que tienen enfermedades terminales porque nos recuerdan a la muerte. No tenemos ni idea de cómo ayudar a una persona que va a morir.
Al reflexionar sobre la muerte nos damos cuenta de que podríamos morir en cualquier momento, por lo que tenemos que estar preparados. Vivir con la inminencia de la muerte nos ayuda a simplificar y purificar nuestras vidas y a poner en orden nuestras prioridades.
¿Deberíamos temer a la muerte o todo lo contrario?
Tener menos temor a la muerte no significa que la deseemos. Vivir con una enfermedad terminal o degenerativa en una cultura que niega la muerte e idealiza la juventud, el materialismo y la salud puede llevar a los enfermos a sentir que no merece la pena vivir la vida y desear acelerar su muerte. Descubrir una perspectiva diferente a través de cuidados espirituales y emocionales les puede ayudar a encontrar el significado de su vida y de su sufrimiento. Nosotros hacemos todo lo que podemos para ayudar a los que van a morir a enfrentarse con su deterioro, su dolor y su miedo y les ofrecemos apoyo y cariño, dando significado al final de sus vidas.
Según Ud. nuestra forma de vivir afecta nuestra forma de morir y a la vida que viene después. ¿Cómo deberíamos vivir?
En el momento de morir hay dos cosas que cuentan: nuestro estado mental en ese momento y lo que hemos hecho en nuestras vidas. Si hemos acumulado muchas acciones negativas a lo largo de nuestra vida pero somos capaces de cambiar profundamente en el momento de la muerte, podemos influenciar decisivamente nuestro futuro y transformar nuestro karma, porque el momento de la muerte es una oportunidad excepcional para purificar el karma.
Karma no significa “destino” o “predestinación” sino “acción”, la infalible ley de causa y efecto que gobierna el universo. Es el poder latente de las acciones y el resultado que éstas producen. Cualquier cosa que hagamos, digamos o pensemos, incluso las acciones más pequeñas, tendrá sus consecuencias. Buda dijo que somos lo que pensamos. Por eso lo que determina el resultado de nuestras acciones es nuestra motivación. Si verdaderamente queremos ayudarnos, debemos dejar de hacer daño a los otros y ayudarles. Es lo que el Dalai Lama llama ser “inteligentemente egoísta”. Tu felicidad y tu sufrimiento están íntimamente conectados con la felicidad y el sufrimiento de otros. Todos estamos conectados. Cada acción, palabra y pensamiento cuenta. Cuando reconocemos nuestra independencia nos inspira un sentido altruista y empujándonos a ayudar a los otros.
¿Cómo podemos saber qué va a suceder pasar más adelante?
Normalmente nos olvidamos de lo que hacemos y es sólo mucho después cuando los resultados de nuestras acciones nos afectan verdaderamente. Pero como somos incapaces de recordar cuál ha sido la causa de lo que nos ha pasado, asumimos que las cosas sólo nos ocurren por casualidad. El resultado de nuestras acciones se puede posponer incluso a vidas futuras. Ni siquiera podemos determinar una única causa, porque cualquier situación puede ser resultado de una mezcla extremadamente complicada de muchos karmas madurando a la vez. Como dijo Buda: “lo que has sido es lo que eres y lo que ahora haces es lo que serás”.
El karma es nuestra habilidad para crear y cambiar, porque podemos determinar cómo y por qué actuamos. Las cosas no son rígidas, sino que fluyen, por lo que podemos provocar cambios. Y como todo es interdependiente, cualquier cosa que hagamos o pensemos tiene un gran poder. Nosotros somos nuestros propios creadores, los creadores de nuestro propio karma, de nuestra propia felicidad y sufrimiento. Nuestro futuro está en nuestras manos. No hay situación, independientemente de lo terrible o desesperada que sea, que no podamos utilizar en nuestro propio beneficio. No hay crimen o crueldad que el arrepentimiento más profundo y la práctica espiritual no puedan purificar.
¿Y qué efecto tiene nuestra vida en el más allá?
Personas que han estado clínicamente muertas y han tenido experiencias cercanas a la muerte refieren que en ese momento han revisado toda su vida recordando absolutamente todas sus experiencias. En realidad el juicio final es parte de esta revisión de la vida. Tu vida entera te es mostrada y tú eres tu propio juez. Tú eres quien tiene que determinar si te puedes perdonar. Lo que verdaderamente cuenta en el último análisis es la motivación detrás de cada acción. No hay forma de escapar de los efectos de nuestras acciones, palabras y pensamientos pasados. Esto significa que somos enteramente responsables no sólo de lo que nos pase en esta vida, sino de lo que nos ocurra en vidas futuras.
¿Qué recomendaría a un enfermo terminal?
Lo más importante es que utilice el precioso tiempo que le queda para vivir bien y ser feliz. Que reflexione sobre lo que ha conseguido y ha hecho bien. Que intente ser tan constructivo y feliz con su vida como le sea posible y que se concentre en sus virtudes y no en sus fracasos. Que recuerde no sólo cuentan el sufrimiento y el dolor. Que asuma su vida y a si mismo, que termine las cosas que tenga pendientes y que resuelva cualquier problema afectivo limpiando su corazón de odio y de rencores. Que perdone a todos los que te han hecho daño en su vida y que pida perdón a aquellos a los que haya podido hacer daño. No todo el mundo cree en una religión, pero creo que todo el mundo cree en el perdón. Todas las religiones ponen énfasis en el poder de perdonar y este poder es más necesario y se siente más profundamente cuando te estás muriendo. Al perdonar y ser perdonados nos purificamos de las tinieblas de lo que hemos hecho preparándonos para el viaje a través de la muerte.
¿Y a aquellos a los que les queda poco tiempo?
Que se centren en la práctica espiritual todo cuando puedan. Pueden dedicar su sufrimiento e incluso su propia muerte, para aliviar a aquellos que tienen tanto o más dolor que ellos mismos. Que recen a quien quiera que ellos crean. Descubrirán una nueva fuente de fuerza, que su sufrimiento sirve para algo, que ahora tiene un significado maravilloso. No importa lo terrible que sea el sufrimiento si es dedicado a aliviar el sufrimiento de otros.
El modo ideal de morir es habiéndolo dato todo, interna y externamente para que no quede nada donde la mente se pueda agarrar en el momento final. Antes de morir deberíamos intentar liberarnos de todo apego a nuestras posesiones, amigos y personas queridas.
Al morir no podemos llevarnos nada con nosotros mismos. Deberíamos dar todas nuestras posesiones como regalos u ofrendas de caridad y decir adios a nuestros amigos y personas queridas antes de tiempo.
En el momento mismo de la muerte es crucial la calidad de la atmósfera que nos rodea. Por eso deberíamos pedir a nuestros amigos y familiares que hagan todo lo posible para inspirarnos emociones y sentimientos positivos como amor, compasión y devoción.
El gran maestro Padmasambhava recomendó lo siguiente para el momento de la muerte:
“Abandona todo apego y aversión.
Mantén puros tu corazón y su mente.
Une tu mente con la mente sabia de Buda (o Cristo si eres cristiano).
Descansa en la naturaleza de la mente.”
Por Manuel Sueiras