Manuel Rivas.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
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Manuel Rivas es narrador, poeta, periodista y activista a partes iguales. Habla con frases subordinadas y paréntesis y zurce sus historias con nombres y adjetivos mimosamente seleccionados. A las palabras les exige siempre precisión. También ironía, esa habilidad especial que tiene el verbo en Galicia para fabricar risas invertidas. Pero la palabra exacta se está quedando sin espacio. Hoy Rivas regala al periodismo un lugar donde cultivar los géneros que las grandes empresas mediáticas están desterrando de sus páginas: nace la revista Luzes.
Manuel Rivas: `El reportaje está en peligro de extinción´
Por Rocío Ovalle
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A Manuel Rivas le gusta encontrar causas que den un sentido a las casualidades, crear imágenes con palabras combinadas de manera sorprendente y conversar sin la premura del reloj, aunque siempre le falta el tiempo. Ahora trata de dejar atrás la tormenta nocturna en la que se han sumido los medios del país a bordo de una pequeña barca y con la sola guía del faro de la Torre de Hércules, la que marca el fin del mundo conocido. Rivas y otros periodistas, entre ellos Xosé Manuel Pereiro, decano del Colexio de Periodistas Galegos, sacan al periodismo de los bordes de la profesión para llevarlo a la revista Luzes, que ya va por su tercer número, en papel, y en gallego. Proponen periodismo lento y de largo aliento, donde los artículos tienen el espacio que requieren en lugar de encajarlos en celdas lúgubres; donde las ilustraciones y las fotografías acompañan pero no interrumpen y donde la palabra exacta, encendida en los ojos de la literatura, agasaja a ese bien escaso que es hoy en día la pregunta.
En los premios de periodismo iberoamericano de los últimos años, como el Gabriel García Márquez, apenas se encuentran españoles entre los laureados. ¿Por qué está la literatura tan mal considerada en las redacciones españolas?
Hay un equívoco y cierta decadencia. Pese a ser el género periodístico por excelencia, el reportaje está en peligro de extinción, fue víctima de otra burbuja. Los periódicos se han vaciado de sus zonas más fértiles, como el reportaje, la crónica o el análisis porque prima la rapidez de las informaciones y no se valora la narración. Sin embargo, la mejor forma de narrar la guerra es a través de la vida de un recluta o un civil, no de los comunicados de batalla. Ahora a todo el mundo le falta el relato, hay una sensación de vacío.
¿Es uno de los objetivos de Luzes salvar al reportaje?
Sí, totalmente. Queremos que este género se mantenga vivo. Lo que más echamos en falta en los medios es el reportaje, pero no el texto estándar ni el de karaoke. Recuerdo que en el primer medio en el que trabajé, cada 18 de julio el periódico tenía que pasar la censura. Para mi sorpresa, el censor echó un ojo a las páginas sin leerlas y le dio el visto bueno: el periódico llevaba 45 años publicando lo mismo. Sin ser tan esperpéntica, la situación actual es parecida.
¿La función de la palabra es la misma en el periodismo y la literatura?
La diferencia no está en la palabra, sino en el principio de realidad que se le exige al periodismo, pero creo que la información debe escribirse también con mucha poesía. La palabra es un ser vivo, tiene emociones y hay que trabajar con ese instinto. Hay titulares que son versos caralludos. El poder ha ido echando arsénico a las palabras, incluso a las más nobles, y por eso hay que buscar la precisión, lo que cumple una función tanto informativa como poética.
¿Por qué el panorama mediático actual es tan decadente?
Porque ha podido más la idea de negocio en los grandes medios que el propio sentido del periodismo. Sin embargo, si un medio se sostiene por sí mismo será más autónomo y tendrá más libertad.
¿Crees entonces que el futuro del periodismo pasa porque los propios periodistas sean los gestores de los medios?
Sí, es fundamental. El periodismo no es cualquier cosa, es una mercancía delicada. Algunos grandes medios, como la BBC, están apostando por fórmulas de cierta participación de los lectores. Creo que debemos tirar por ahí y no actuar como banderín propagandístico del sujeto de turno. La gente quiere ser consultada. Para nosotros fue un hecho insólito ver en una de las presentaciones que hicimos de la revista a diez vecinos del barrio vigués de Cabral. Se habían enfrentado a un gigante empresarial que quería echarlos de sus casas para llevarlos a no lugares, tema que sacamos en el número 2. Querían opinar sobre la revista. Pedimos un análisis de los lectores sobre el primer número y algunas de sus respuestas eran larguísimas.
Manuel Rivas en Hyderabad, India.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
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¿Tiene vuestra revista un color político?
No en el sentido convencional. El sectarismo es uno de los grandes problemas de hoy y no nos interesa. Si tuviéramos una bandera, sería libertaria; nuestros enemigos son la indiferencia y la sumisión. En el primer número de la revista no citamos ni una sola sigla. La política es un tema importante, pero la afrontamos desde el enfoque de los derechos de los ciudadanos. Política es que los ríos estén contaminados o no. Política es que se gaste dinero de la sanidad en algo inútil. En ese sentido, nos mojamos, es un periodismo que no tiene miedo a la intemperie.
¿Hay una demanda de periodismo, y más aún, de periodismo de pago?
Defender el papel es una provocación benéfica. No somos apocalípticos. La gente quiere leer, pero hay que hacer autocrítica y no confundir nuestros propios intereses con los de la gente. En Luzes pensábamos que nos leerían personas mayores, con más formación, como profesores, escritores y periodistas, pero, para nuestra sorpresa, la mayoría de nuestros suscriptores son gente joven, de entre 20 y 30 años, recién licenciados; son gente inquieta, interesada en la política y en la cultura, gente que está en proceso de exploración o, como decía Pimentel, esperando que se mueva el silencio.
¿Cómo conseguiréis que Luzes permanezca a flote?
Tenemos publicidad, venta directa en kioskos de Galicia y algunos puntos de España y suscripciones, que ya llevamos 700. Por el momento queremos llegar a las 1.000 y después pensaremos en crear otros medios. Colocar los 2.000 ejemplares que tenemos de tirada es casi un milagro porque es una revista pero se vende como si fuera un libro, debido a su extensión, 132 páginas, y su precio, 10€. Pero una dorna, una pequeña embarcación gallega, capea mejor los temporales que el Titanic.
O que el Prestige. Hoy en día muchos periodistas dudan de la relevancia de su trabajo. ¿Por qué es necesario el periodismo?
El periodismo pertenece a los bienes básicos de la existencia pero ahora se enfrenta a su primera crisis de identidad. Ninguna maestra considera que su función es inútil, pero sí lo hacemos en nuestra profesión. La condición humana se pone a prueba cada minuto, en poco tiempo se han eliminado muchos de los derechos que teníamos adquiridos, como si pasara una motosierra y se llevara todo por delante, pero la sociedad indiferente es un espejismo. La sociedad no es indiferente. Precisamente por este ambiente que se resigna a la caída, el periodismo como bien público es más necesario que nunca. Tiene que haber alguien que cultive el espacio de las preguntas. Tiene que haber alguien que capte los sonidos y ultrasonidos de la sociedad y los saque a la luz. Y los ultrasonidos se captan mejor cuanto más cerca se pone el oído de la tierra.
Pero hoy los pronombres interrogativos están de luto.
Es inaceptable que haya ruedas de prensa sin preguntas. Hay que recuperar este derecho, revelarse colectivamente, pero también hacer las preguntas por otros lados, hacer la situación tan incómoda que acaben por responder. Tenemos que exponer las preguntas en las paredes. No podemos tolerar el ocultamiento.
¿Dónde está el límite al compromiso del periodista?
El primer compromiso del escritor es escribir, y todo lo que escribes te compromete. Pero yo digo que para periodismo comprometido el de Lecturas, Hola y demás porque también el silencio es un compromiso, no escribir sobre algo que está pasando. A mí no me incomoda hablar de periodismo militante, comprometido con los derechos, porque es lo que tenemos en común todas las personas.
¿Cuál es la influencia de Galicia en este nuevo-viejo periodismo que practicáis?
La revista nace en un hábitat cultural y un lugar que tiene el estigma de lo periférico, pero reivindica también que es el mejor lugar de la esfera porque representa perfectamente lo local-universal. La diáspora gallega nos lleva a muchos otros lugares, es un país portátil. Esa es nuestra concepción de la revista.
Entrevista publicada en GEA PHOTOWORDS
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Rocío Ovalle es periodista y comunicadora especializada en temas sociales. Ha sido coordinadora del departamento de comunicación en la India en la Fundación Vicente Ferrer y ha elaborado campañas para iniciativas sociales y culturales. Actualmente trabaja en Ayuda en Acción y como periodista freelance para varios medios.