Antiguas minas de carbón en Petit Wasmes.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
LE BORINAGE, UNA REGIÓN EN LUCHA POR SU FUTURO
por Javier García Blanco para GEA PHOTOWORDS
Durante más de dos siglos, la región valona ha sido una de las zonas más deprimidas de toda Bélgica, con una economía que se basaba casi en exclusiva en la explotación de las peligrosas minas de carbón. Sin la fuente de sustento que proporcionaba el mineral y con una tasa de desempleo cercana al treinta por ciento, hoy los ‘borains’ se enfrentan al desafío de aprovechar sus abundantes riquezas culturales para salir de la crisis.
La región del Borinage, en la provincia valona de Henao (Bélgica), ha cambiado mucho desde que en diciembre de 1878 un joven Vincent Van Gogh llegara a aquellas tierras socialmente deprimidas con el propósito de cumplir con su vocación de predicador protestante entre los sufridos habitantes de la comarca.
Hoy ya no quedan mineros de piel ennegrecida por el carbón que trabajen arriesgando sus vidas en el corazón de la tierra pero, pese a todo, a Van Gogh –cuya vena artística nació precisamente en estas tierras– no le faltarían motivos que retratar con sus lápices y pinceles. Y es que, pese a lo que cabría esperar en una región de la próspera y moderna Bélgica, que cuenta con la hermosa Mons como ciudad principal –este año Capital Europea de la Cultura junto con Pilsen–, el Borinage está lejos de ser ejemplo de bienestar.
En 1957, antes del cierre de todas las minas de carbón, unas 23.000 personas –de un total de 64.800 trabajadores– obtenían sus sueldos gracias a la minería. Así que no es de extrañar que desde la clausura de la actividad minera en la década de los años 60, el Borinage haya tenido el dudoso honor de ostentar las tasas más altas de desempleo de todo el país, en la actualidad rozando el 30 por ciento. La actividad industrial de la región se reduce hoy a la fabricación de cristal y a la metalurgia, a todas luces insuficiente para dar trabajo a sus habitantes, muchos de los cuales se desplazan diariamente a la capital, Bruselas, para ganarse la vida.
Mina de carbón de Marcasse, en Wasmes.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
UNA ESPERANZA EN LA CULTURA
Pero a pesar de este panorama que se antoja desolador, la población del Borinage –tradicionalmente combativa en materia laboral, como demuestran las numerosas huelgas generales que arrancaron aquí a finales del siglo XIX y mediados del XX– está lejos de tirar la toalla. El futuro, confían, podría estar en el desarrollo turístico y cultural de la región, en parte gracias al genio de Vincent Van Gogh, en parte gracias a su áspero pasado minero.
Así lo creen, por ejemplo, Nadine Gravis y Riccardo Barberio, cabezas visibles de un proyecto que pretende devolver la vida a la vieja mina de Marcasse, en la localidad de Wasmes. El recinto, en ruinas desde la explosión de gas de 1953 en la que perdieron la vida diecisiete trabajadores –tres belgas, diez italianos, dos ucranianos y dos argelinos–, podría convertirse en poco tiempo en un lugar totalmente distinto. El complejo minero fue uno de los lugares a los que acudió Van Gogh para predicar y donde tomó algunos de sus primeros bocetos, y tanto Gravis como Barberio creen que Marcasse podría tener una segunda vida –mucho más brillante y colorida– como enclave de interés cultural y como sede de una casa-taller para jóvenes artistas, a la que se sumaría un establecimiento turístico.
Claudio Pavano –al igual que Barberio hijo de inmigrantes italianos que llegaron al Borinage atraídos por la esperanza de un trabajo en las minas– es otro de los habitantes de la región que sueñan con un futuro mejor para la tierra en la que nacieron. Aunque Claudio –de trato afable y risueño– ha trabajado casi toda su vida en Bruselas, no duda en dedicar buena parte de su tiempo libre a la promoción turística de las localidades del Borinage aprovechando el reclamo de la presencia de Van Gogh en aquellas tierras. Junto con Filip Depuydt –un flamenco que trabaja desde hace años como guía en el Museo de Arte Contemporáneo Grand-Hornu– y otros vecinos, muchos de ellos también de origen italiano, realiza todas las semanas visitas guiadas a grupos siguiendo los pasos del pintor holandés por la región. La visita recorre enclaves señalados como la casa de Wasmes en la que vivió el artista –que se abrirá al público el próximo 12 de junio, tras varios meses de restauración–, los lugares en los que predicó y en los que realizó sus primeras obras de arte, como la mina de Marcasse.
Museo BAM, exposición sobre Van Gogh en el Borinage.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Además de potenciar la “ruta Van Gogh” –con 21 puntos de interés a visitar–, el activo grupo de Depuydt y Pavano cumple también una importante función social, pues buena parte de los fondos recaudados con las visitas y las ventas de camisetas y otros recuerdos de Van Gogh se destinan al cuidado de un huerto cuyos productos sirven para ayudar a familias sin recursos y en riesgo de exclusión social.
Al acabar su papel de guía en la ruta Van Gogh –una labor totalmente desinteresada, pues no cobra por ello–, Filip dirige sus pasos al Museo de Arte Contemporáneo de Grand-Hornu (MAC’s por sus siglas en francés), otro de los recintos que apuesta por renovar la región del Borinage mediante el desarrollo cultural y turístico. Construido sobre un antiguo proyecto urbano de comienzos del siglo XIX único en toda Europa y vinculado a una mina de carbón (Patrimonio de la Humanidad desde 2012), el recinto acoge hoy las instalaciones del museo de arte moderno más importante de toda Valonia, así como un Centro de Innovación y Diseño.
Pero no sólo el arte o el patrimonio industrial atraen visitantes y centran la atención cultural en el Borinage. También la música y el teatro se están convirtiendo en eventos de primer orden: en la localidad de Quaregnon llevan ocho años realizando un Festival Internacional de Piano que no sólo intenta cautivar a los jóvenes con música clásica, sino que se está convirtiendo en un referente para toda Europa. En Dour, por el contrario, es la música alternativa la que lleva sonando más de veinticinco años, mientras que en Harveng y Colfontaine han decidido apostar por el teatro.
La oferta no deja de crecer año tras año, pero los habitantes del Borinage confían en que este sea el del despegue definitivo de la región, reforzado por la capitalidad cultural de Mons y los numerosos eventos programados hasta el próximo diciembre. Ese es el desafío para políticos, empresarios y ciudadanos de la zona: convertir el antiguo carbón de las minas en un diamante tallado a base de turismo y cultura. Seguro que lo consiguen.
Publicado originalmente en GEA PHOTOWORDS
Javier García Blanco (Zaragoza, 1977) es periodista, fotógrafo y escritor. Tras cursar estudios de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, ejerció durante varios años como redactor y jefe de edición en distintas publicaciones. Trabaja como freelance para distintos medios de comunicación, y es fotógrafo en la agencia Istock (Getty Images). Autor de varios ensayos, entre los que destacan Héroes y villanos (Ed. Cydonia, 2012), Historia negra de los Papas (Ed. Espejo de Tinta, 2005), Gótica (como coautor, Ed. Aguilar, 2006) o Ars Secreta (Ed. Espejo de Tinta, 2006). En 2009 puso en marcha la web Planeta Sapiens, punto de encuentro de la historia, la ciencia y la cultura. Desde 2011 edita el blog Arte Secreto en Yahoo! Noticias. Viajes en el objetivo es su última aventura en el mundo digital.