Checkpoint Charlie. Berlín.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Angela Merkel ha revalidado su mandato en un país exigente con sus políticos, muy cuidadoso con el Medio Ambiente, terriblemente educado y amante de la cultura. Con fama de serios, los alemanes intentan zafarse de su oscuro protagonismo en el siglo XX a golpe de eficacia, respeto y multiculturalidad. Sobre todo en la imparable Berlín. Paseamos por sus calles mientras los candidatos buscaban alcanzar la Cancillería.
Publicado originalmente en GEA PHOTOWORDS
La apuesta alemana por la eficacia
Por Cristina Martínez Sacristán para GEA PHOTOWORDS
Unos niños juegan descalzos en un parque de Berlín. Es fácil que esto ocurra pues, como recuerda la artista de origen barcelonés Ana García-Pineda, “sus padres no les castigan por quitarse los zapatos: les dicen si quieres, anda descalzo, y si te lastimas te darás cuenta de por qué te digo que te los pongas”. Finalmente, el pequeño comprueba, en primera persona, lo peligroso que es el suelo y opta, a tan tierna edad, por calzarse. Sin sanciones por medio.
Así se forjan los alemanes. Con un sistema educativo severo pero altamente eficiente, hay casi una obsesión por que el individuo sea autónomo. “Cuanto más autónomo, más te cuestionas todo y piensas mejor por ti mismo”, subraya el artista Ignacio Uriarte, de familia vasco-alemana, hilando con el rechazo que hay hacia los nacionalismos hoy allí en la educación. Incluso en algunas casas no se sirve la comida en el plato al invitado. Actitud que choca a algunos inmigrantes que viven allí, y que esperan un abrazo más cálido. La experiencia por Berlín-Leipzig en la recta final de la campaña electoral muestra, una y otra vez, cómo los alemanes, especialmente los berlineses, tienen unos niveles intelectuales y culturales muy altos, y de forma reiterada se conducirán amables e informativos. Te abren paso si vas tirando de la maleta y respetan cuidadosamente las colas. Son silenciosos y tranquilos y, como en la mayoría de los países europeos, disfrutan de la música, los museos, las performances… con interés y atención. En Aachen, en el Oeste del país, existe un magma excepcional de ingenieros. De hecho, muchos de nuestros mejores ingenieros marchan para allá para ejercer con éxito.
Y sí, comentamos en Berlín cómo en Centroeuropa la cultura está interiorizada completamente, mientras en España parece un anexo incluso prescindible o recortable. “Eso ocurre por la educación”, corrobora Linda, una recepcionista de hotel de origen suizo que habla correctamente castellano. Las influencias italianas en el sur de su país le confieren ese aire algo latino en medio de su look rubio y centroeuropeo. Y tiene razón, si bien un aspecto muy comentado en este viaje es cómo a los niños ‘que no valen para la Universidad’ se les discrimina ya con 10 años, desviándoles hacia la Formación Profesional y separándoles de sus amigos. “Eso sí es duro”, reconoce María, una economista que se ha casado con un ingeniero de Colonia. María añade que en Alemania eres muy respetado si tienes un título universitario, pero también si eres muy bueno en un oficio, profesión que aprendes concienzudamente, no a base de fijarte…
Reichstag.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Avances sociales a orillas del Spree
Una chica come un helado al pasear a su bebé por Leipzig. Mientras me acompaña hacia el hotel, narra muy simpática cómo su baja maternal por la niña es de un año, y que ha sumado otro año por su anterior hijo. En la línea de Noruega, el padre también puede adoptar esa baja. Es fácil verlos con sus pequeños en brazos, a quienes hablan amorosamente. Todo son ventajas de cara a la maternidad y, en este caso, también a la paternidad.
Un hombre y una mujer se besan, fundidos en un abrazo, en uno de los parques berlineses. En el centro de la ciudad veremos a parejas de hombres y de mujeres agarrados estrechamente. En uno de tantos edificios abandonados, en el que el artista de origen vasco Víctor Landeta tiene actualmente su estudio, un chico se ha atado unos globos de colores a las rastas. “Ese es el típico momento Berlín”, se alegra, al ver la foto, Julia Rautenberg, de Visit Berlin. La ciudad de la que se siente tan orgullosa cuenta con 187 nacionalidades distintas. Así que muchos alemanes dicen que la gran urbe junto al Spree “no es Alemania”, como los estadounidenses están convencidos de que “Nueva York es otro país”.
El caso es que la enorme Berlín está desgajada por tramos, y aún hay muchos espacios por rehabilitar, solares sin construir… Hasta hace poco, contaban nada menos que con 160.000 pisos vacíos. Eso ha conllevado que muchos artistas se hayan establecido en la capital alemana pagando 300-400 euros de alquiler por un piso. Cifra que ahora va en aumento, pero aún a años luz de los abusivos precios de, por ejemplo, el País Vasco. En el caso de Leipzig, alquilar en el centro cuesta 10 euros por metro cuadrado…
En este viaje se celebra la Berlin Art Week, un encuentro de gran relieve internacional, que coincide con otros certámenes artísticos. Y con la recta final de la campaña electoral. Víctor Landeta había conformado el grupo okupa del famosísimo Tacheles, en Oraienburgerstrasse. En su entorno las galerías de arte bullen. Recientemente, dicha fábrica ocupada se ha quedado como un estandarte de la capacidad de los artistas para regenerar una ciudad tan dividida y vapuleada. “Las mujeres y los artistas lograron, con sus propias manos, hacer de ella un foco cultural de interés”, apunta Landeta. Curiosamente, en los años 20 Berlín era la urbe más industrial de Europa, y estaba poblada por 4,5 millones de personas, recuerda el guía de origen italiano Stefano Gualdi. Cuando los nazis se apoderaron de ella, se trataba de la ciudad “más socialista de Alemania”.
Kulturbrauerei.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
El Muro omnipresente
Berlín es una mezcla sorprendente entre lo rota que aún sigue, y que estuvo, y toda esa potencia de la historia que despliega, desde Federico el Grande, pasando por el periodo nazi, el triunfo aliado, la reunificación y hasta Angela Merkel. La II Guerra Mundial, y la posterior división con el Muro, nada menos que durante tres décadas, debilitaron terriblemente esta ciudad enorme e inevitable en la historia de Europa. Aún quedan muchos restos de toda aquella época ominosa, y sus consecuencias, como el Pabellón de las Lágrimas, donde se seleccionaba quiénes irían y quiénes no a los campos de concentración, o el Check Point Charlie, núcleo de la división de la urbe, en Friedrichstrasse, donde ahora se asienta un excelente museo sobre la Gran Guerra.
En la East Side Gallery queda todavía una milla de Muro, que “era una invitación a pintar, como una enorme pizarra”, define Stefano Gualdi. Sí son magnéticas y originales dichas pinturas abstractas, visita inexcusable de los viajeros. Enfrente están construyendo ya unos pisos de lujo, que han sido rechazados por varios movimientos berlineses, a través de performances, manifestaciones y diversas protestas. Instituciones e inversores aún discuten sobre qué va a pasar ahí.
Volker Pawlowski ha estado vendiendo trozos de Muro desde su caída. Este ex obrero compró 150 metros y él mismo se sorprende de que aún los estén comprando. Actualmente tiene una tienda familiar en el Norte de Berlín, pero prefiere no conceder más entrevistas, según hizo saber a Gea.
Las huellas de la división son aún palpables. Como recuerda la historiadora y artista Erika Barahona, muchos teatros, museos o zoológicos están duplicados en Berlín. Familias y grupos de amigos se partieron en dos. La parte occidental de Berlín se quedó tan exhausta que, al derribar el Muro, muchos alemanes no querían vivir allí.
En Leipzig tenemos ocasión de ver dónde se desató la Revolución Pacífica. En la musical iglesia de San Nicolás se reunían los disidentes del régimen de la RDA, y hoy vemos uno de sus capiteles con hojas en plena plaza: un símbolo de cómo los manifestantes sacaron sus disquisiciones y ansias de libertad a la calle. Cerca, una fuente casi se desborda: sólo una gota bastaba para colmarla, escenifica el guía Arne Kühn, original de la parte oriental de Berlín, donde “de niño teníamos cubiertas las necesidades esenciales”, recuerda. “Todavía faltan unos 20 años hasta que se homogeneice la ciudad”, explica Kerstin, una experta en Turismo que vivió 14 años en Italia y tiene seres queridos de ambas partes de Berlín.
Restos del Muro de Berlín.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Victoria en un país rico
Cuando se acercaba el día de las votaciones, en la vivienda que compró Angela Merkel, cuando aún era una brillante física, los socialistas del SPD habían pegado su cartel. Enfrente reposa la bella Nefertiti, en la isla de los Museos.
Los carteles estaban por doquier en Berlín, y eran menos numerosos en Leipzig, donde no parecen tan conmovidos por la política. En Berlín, sede del Bundestag y del Reichtag, ésta no resulta indiferente. Además, los berlineses son críticos con sus políticos, aunque también respetuosos. La mayoría de las personas consultadas coinciden en que Merkel, conservadora, ha ido adoptando elementos de los programas electorales de partidos como los socialistas o los Verdes, de forma que guste a más gente. “Pero no es de centro, como pretende”, señalan algunos alemanes. Otros, esta semana, ante la victoria rotunda de la canciller, mostraban su conformidad, pues saben que es una gestora que organiza bien sus presupuestos…
Las fuentes consultadas coinciden en que Merkel, como buena alemana, se tomará su tiempo para decidir qué alianzas serán propicias para sus propósitos.
Los alemanes, tan rigurosos y cívicos –la seguridad es prácticamente total por estas ciudades-, quieren tener la certeza de que son comandados por políticos serios. Al igual que ocurre en Noruega. Con todo, en el Admiral Palast parodian a Merkel, como si fuera Kate Winslet al frente del ‘Titanic’, y algunos se ahogan a su alrededor. El humor tiene cabida entre la población berlinesa, predominantemente socialista. “Creo que Alemania es un país muy democrático donde se parodia mucho pero a la vez se respeta muchísimo la privacidad y normalmente les encanta jactarse de que se puede decir lo que se piensa abiertamente y a la vez con respeto”, observa Landeta.
Algunas fuentes consultadas coinciden en que los alemanes no ven su propia situación con objetividad ni entienden, por ejemplo, la española, donde creen que ha habido un gran despilfarro. No es de extrañar que estén encantados con la parte verde del programa de Merkel, ya que son grandes amantes del Medio Ambiente, como holandeses y noruegos. Con coberturas económicas para inmigrantes, estudiantes y desempleados –hay quien estudia durante años con ellas-, minijobs y una política de Sanidad que favorece a los débiles, mientras los más pudientes precisan un seguro privado para compensar, Alemania sigue limpiando su cutis, con paso firme, en línea recta y con ideas claras.
Cristina Martínez Sacristán nació en Bilbao y es periodista. Vinculada desde los 90 al periódico Deia, ha trabajado en radio, en una productora audiovisual y para editoriales, en inglés y en castellano. Actualmente colabora con revistas especializadas, con radios y webs viajeras, culturales y de DD.HH. Estuvo con los primeros ‘indignados’ en Wall Street, realizó una investigación sobre La Maleta Mexicana y ha hecho baterías de reportajes de diferentes países y destinos. En este enlace encontrarás su nuevo blog.