El director Javier Margulis.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Entre 1976 y 1983 unas 5.000 personas fueron secuestradas y torturadas en la Escuela de Mécanica de la Armada (ESMA) de Buenos Aires. Aquel lugar de horror se ha reconvertido desde hace cinco años en el Espacio para la Memoria y los derechos humanos, que alberga en su interior el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti con una programación cultural única en la capital porteña. Hablamos con Javier Margulis, un director comprometido y responsable de su área de Teatro.
Javier Margulis – El Guardián de la Memoria Argentina
Por Eva Mateo Asolas para GEA PHOTOWORDS
La actriz que no se parece a Evita Perón da varios pasos al frente y se acerca a la silla iluminada por los focos, ligeramente adelantada en el escenario. La agarra con ambas manos y arranca un discurso desgarrador en el balcón ante la abarrotada Plaza de la República de Buenos Aires:
“Soy gobierno, mis queridos desposeídos. Lo vengo siendo desde que me comprometí con la causa de mi gente. Y mi gente me eligió a mí como su amiga, como su madre, como una igual. Ustedes me eligieron y yo siempre supe que tenía que aceptar. He ejercido la vicepresidencia todo este tiempo. Y no puedo aspirar a más. He ejercido ‘ilegítimamente’ la vicepresidencia porque no hubo voto. Pero mi pueblo no necesitó votar para seguirme. No tengo a qué renunciar. No tengo a qué renunciar y si me obligaran a hacerlo les diría que mi poder es legítimo y a la verdad no se renuncia, y que fui elegida por mis descamisados…”
Roxana Randón ya es la “bastarda sin nombre”. El numeroso público sentado en el teatro de la Casa de Vacas de Madrid acaba de ver en ella a la Evita Perón delgadísima, frágil pero fuerte, enferma del cáncer que acabó con sus días. Unos acordes de guitarra la acompañan unas veces, le dan el contrapunto otras como en un vaivén sin solución de continuidad. Desde uno de los palcos observa atento Javier Margulis, el director invisible, como él mismo se define.
Recién llegado de su Argentina natal para traer esta obra a España, Margulis es el director del área de Teatro del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti de Buenos Aires. El espacio se engloba dentro de lo que fue la antigua Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), un emblemático centro de detención, tortura y exterminio donde perdieron la vida 5.000 personas durante la dictadura militar argentina. María Cristina Bustos, Alicia Elsa Cosaka, Ernesto Eduardo Berner, Miguel Ángel Boitano… son sólo algunos de los 200 supervivientes de la pesadilla. No fue el caso de Haroldo Conti, el escritor argentino que da nombre al lugar, secuestrado y desaparecido desde 1976. Otra suerte correrían al menos 34 bebés de detenidas y desaparecidas que nacieron en una sala clandestina de maternidad y que fueron posteriormente apropiados.
Sentados en un banco del Retiro de Madrid vestido ya de otoño, a más de 10.000 kilómetros de Buenos Aires, hablamos con Javier de un asunto incómodo, de una página de la historia de su país que no cae en el olvido pero que visiblemente le duele recordar. La conversación transcurre pausada bajo la cadencia característica del hablar argentino que imprime carácter al final de cada frase.
¿Se puede hacer teatro en un sitio como la antigua ESMA?
Sí, hay que aclarar que los lugares donde se realizan las actividades no son el espacio en donde funcionaba el casino de oficiales que era el lugar en el que se mantenía a los prisioneros y donde tenían lugar las torturas. De ser así, no podría hacerse. La presencia de todo lo que ocurrió allí se siente aún.
¿Y se debe?
Sí, se debe porque es una manera de ayudar a combatir el olvido. Desde que comencé a trabajar estuve convencido que estaba haciendo lo que a los compañeros desaparecidos les habría gustado. Expresiones artísticas al alcance de todos, un jardín en donde hubo un baldío. Yo creo que es una forma de rendir homenaje a tanta gente que luchó con tanta esperanza, con un deseo tan precioso en una época en la que creímos que todo era posible antes de esa noche tan terrible. La memoria, esa que lamentamos tanto cuando vamos perdiéndola es fundamental para que no vuelva a repetirse. No hay deseo de venganza o de revancha, pero sí de justicia.
Los campos de exterminio nazi como Auswitch, los embarcaderos de tráfico de esclavos hacia el Nuevo Mundo… todos ellos se han convertido en lugares históricos para el recuerdo pero nunca han sido utilizados como centros de expresión cultural. ¿Por qué es diferente el Centro de Memoria Haroldo Conti?
Nos proponemos posibilitar el diálogo con nuestra historia y nuestra actualidad a través de las expresiones artísticas porque consideramos que es una manera apropiada de recuperar la voz, la palabra y la expresión de quienes fueron brutalmente silenciados. Creo esta es una diferencia sustancial con los sitios de memoria que he conocido.
¿Cómo recibieron las víctimas y sus familiares la reconversión del lugar, que allí donde sucedió esa tragedia hubiera teatro o conciertos?
El 24 de marzo de 2004 Néstor Kirchner dio la orden de que los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, que estaban colgados en una de las galerías del Colegio Militar de El Palomar, fueran retirados, y firmo el convenio a partir del cual el predio de la ESMA se destinó a la recuperación, resguardo y transmisión de la memoria y la historia de lo ocurrido durante el terrorismo de estado. No todos los sobrevivientes han estado de acuerdo en el destino del predio. Para muchos debía mantenerse intacto y sin actividad, otros pretendían que los espacios se reasignaran de manera diferente y muchos recelaron de lo que llamaron la “apropiación en manos del Estado (gobernado por un partido político) de la lucha de los organismos de Derechos Humanos”. Sé que hay quienes piensan que la alegría, el goce, la felicidad, el entretenimiento en sitios como éste es una falta de respeto a la memoria de los que pasaron por allí, nada más lejos de nuestra intención. La celebración de la conquista es la posibilidad de compartir, con los hijos, los nietos recuperados, las madres, las abuelas y los organismos la lucha por la memoria y la justicia desde nuestro lugar, el arte, con todos los que nos visitan.
El Centro de la Memoria ha cumplido cinco años. Sabemos de dónde viene, lo que era antes pero, ¿hacia dónde se encamina hoy?
El desafío es que se mantenga, que esto pueda seguir existiendo más allá de los gobiernos de turno. Instalarse de tal forma en la ciudad, en la mentalidad de los porteños de manera que sea cada uno de ellos quien lo defienda. Que este lugar siga existiendo porque esto pasa en todo el mundo: cambia el Gobierno y, de repente, cambian las gestiones y lo que uno construyó el otro lo destruye. Ojalá que eso no pase porque ninguno de los que estamos allá estamos trabajando para nosotros, sino por el futuro y por los demás. Cuando estamos diciendo “nunca más” estamos hablando en el presente pero para el futuro.
Exacto, como argentino te toca especialmente esta parte de la historia…
Claro, yo estoy muy agradecido por poder estar en este lugar, programando este espacio, discutiendo, generando proyectos… No hay un teatro en Buenos Aires que tenga las características de la sala del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Imagínate, toda la vida haciendo teatro y de repente me encuentro con un galpón enorme y la posibilidad de transformarlo en el espacio teatral que consideras necesario, con múltiples posibilidades de ser transformado, con capacidad entre 70 y 500 espectadores, acondicionado para satisfacer las necesidades de los tantos proyectos que nos ofrecen y generamos. Todo el equipo de gente que colabora en la gestión asume este trabajo como militancia y es por eso que en este espacio se puede lo que en muchos otros es imposible.
La conversación queda interrumpida aquí, el director debe entrar al teatro para dirigir en la sombra. La función comienza. Se apagan las luces y la memoria se hace escenario.
Eva Mateo Asolas. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Comunicación y Máster en Cooperación Internacional y Ayuda al Desarrollo. Durante 8 años ha trabajado en medios a caballo entre Madrid y Bruselas. En 2009 recibe el Premio de la Academia Española de la Radio como Mejor Presentadora de Informativos. En la actualidad, pertenece al equipo de Comunicación de la Fundación Vicente Ferrer, trabajo que compagina con colaboraciones con otros proyectos de cooperación por el mundo. Un orgullo: viajar con 5 idiomas en la mochila. Un nuevo reto: el periodismo en imágenes.