Tíbet: diario visual de un conflicto olvidado
Héctor Llanos Martínez - El País
Madrid - 29 ENE 2021
En Madrid el Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa recopila en una exposición más de 20 años de imágenes del fotoperiodista Ángel López Soto, con las que destaca la estoicidad de un pueblo largamente exiliado.
Cuando el fotoperiodista Ángel López Soto (nacido en Buenos Aires, aunque lleva siendo madrileño la mitad de su vida) tuvo a finales de 1997 su primer contacto con un grupo de exiliados tibetanos en un centro de acogida de Katmandú, encontró en ellos una razón para alimentar su fotografía. “Fue en un momento bastante particular. Era invierno, un invierno duro, y coincidí con algunos de ellos, que habían huido del Tíbet por uno de los pasos que tienen que cruzar, a 6.000 metros de altura, para llegar a Nepal”. En realidad, conoció a los supervivientes de esa travesía. “Hubo importantes tormentas de nieve y avalanchas que hicieron que algunos murieran por el camino y que muchos otros sufrieran congelamiento en sus manos y pies. Me sorprendió mucho la entereza con la que se comportaban en esas circunstancias. Vi a niños de 8 o 9 años con los dedos congelados, ennegrecidos por la necrosis, intentando recuperarse del trayecto. Me miraban sonriendo. Su espíritu era impresionante”.
Desde entonces, quizá siguiendo esa superstición de quien quiere atrapar almas con una cámara, López Soto ha pasado más de dos décadas retratando a algunos de los protagonistas de este particular éxodo. Son solo una pequeña muestra de las casi 150.000 personas que han tenido que marchar al destierro tras la invasión por parte de China en 1959. Una selección de este relato que el argentino ha construido a lo largo del tiempo, en sus más de 30 viajes a varios países de la zona del Himalaya queda recopilado en la exposición Tíbet. Una cultura amenazada. Puede verse en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa hasta el 14 de febrero, con la compra de una entrada del ciclo de Teatro y Derechos Humanos.
“Es un proyecto que he elegido yo personalmente, no ha surgido como un encargo. Por eso se filtra en él mi motivación personal, pero no mi visión personal, que nunca debe influir en la información que como fotoperiodista deseo transmitir con mis imágenes”, advierte. Acompañan a las imágenes de esta muestra los textos de Javier Moro, colaborador habitual y autor del libro Las montañas del buda, el cineasta Gerardo Olivares, el profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universitat de València José Elías Esteve Moltó y el propio López Soto.
Además de en las personas, este relato visual se centra también en sus lugares, tanto en el de origen como en los adoptivos, en India y Nepal y algunas partes de Occidente. Para el fotógrafo, esa estoicidad del pueblo tibetano que tanto le impresionó la primera vez también se refleja en su forma de enfrentar la diáspora. “En vez de buscarse la vida de forma individual, son personas con un arraigado sentido de comunidad y colectividad. Ante la incertidumbre de no saber cuándo podrían regresar a su país, intentaron desde el principio trasladar su día a día a sus nuevos hogares, normalizando en la medida de lo posible lo anormal de su situación. Entre otras cosas, crearon escuelas, porque la educación es algo fundamental en su cultura”.
El encuentro del argentino con el Dalái Lama, el líder del pueblo al que sigue con su cámara, llegó tan solo seis meses después de registrar lo vivido en el centro de acogida de Katmandú. Pidió una audiencia con él y le fue concedida. Se desplazó a Daramsala, en el indio valle de Kangra. “Le enseñé esas fotos y s quedó bastante impresionado. Me dijo que algo así había que enseñarlo al resto del mundo”. No fue la única vez que ambos han conversado: “Es una persona grave, seria y profunda, que impone respeto en las distancias cortas y que cuenta con una brutal sensatez. Pero también es jovial y divertido, con sentido del humor y capaz de unir religión y ciencia con enorme apertura mental. Sabe que es un ser humano más, aunque con atribuciones especiales. Y es consciente de su condición de líder”.
Fotografía filántropa
Habituado a inmortalizar conflictos olvidados y a retratar la parte más vulnerable del mundo, López Soto ha aumentado en 2020 su lista de galardones. En los últimos meses ha recibido uno de los Sony World Photography Award por su labor profesional y el premio Emilio Castelar a la Defensa de las Libertades y El Progreso de los Pueblos.
En 2007, fundó la asociación Gea Photowords para ahondar en ese sentido filántropo que da a su fotografía. Cuenta que fue algo que surgió casi de forma espontánea en, un encuentro en A Coruña con el también fotoperiodista Alfons Rodríguez. Charlando sobre las preocupaciones propias de sus circunstancias, entendieron que hacía falta una plataforma que uniera a aquellos profesionales que compartían temáticas comunes. La intención era la de dar visibilidad a la diversidad, el medio ambiente y los derechos humanos.
“Poco a poco, nos dimos cuenta de que quizá lo interesante era no acotar el proyecto e incorporar a gente de otras disciplinas que se adecuaban a esos mismos valores, sin importar si era gente novel o gente de gran prestigio”, explica. Desde hace unos años, esta iniciativa se encuentra en pausa. “La tecnología ha permitido que, por fortuna, afloren este tipo de plataformas. Veo en la juventud una gran motivación. Se ha despertado en ella una conciencia y un interés por estos asuntos, y ha logrado que dejen de ser minoritarios. Pero mi doble condición de optimista algo pesimista me hace ver que, a pesar de este cambio, la sociedad en general no avanza a la hora de solucionar esos problemas”.
Publicación original en El País
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El rastro entre la nieve del penoso exilio del pueblo tibetano
Por Lucas de la Cal - El Mundo
Corresponsal en Pekín
Martes, 19 enero 2021
ÁNGEL LÓPEZ SOTO (FOTOGRAFÍA)
Unos 150.000 tibetanos viven en el exilio por culpa de la presión del gobierno chino, muchos de ellos enfangados en un limbo administrativo. Durante dos décadas, el fotógrafo argentino Ángel López Soto ha seguido sus huellas
Geopolítica. El Tibet socialista que quiere Xi Jinping:
Las avalanchas en el techo del mundo sepultaron a ancianos y niños. Otros, murieron congelados. En pleno invierno, a más de 6.000 metros de altura, sólo los más fuertes lograron sobrevivir al Himalaya. Aquel diciembre de 1997, de un grupo de 40 familias que huyeron del Tíbet, únicamente 20 llegaron hasta Nepal, a un centro de acogida en Katmandú. El fotoperiodista argentino Ángel López Soto pasó varias semanas con ellos, escuchando sus historias y retratando sus miedos. Fueron sus primeras fotos de la diáspora tibetana, del exilio de un pueblo que tuvo que escapar de su tierra para poder mantener su identidad.
En ese viaje, Soto coincidió con el premiado escritor Javier Moro, que acababa de publicar Las montañas de Buda, un libro en el que narra la huida a pie y a caballo durante dos semanas del Dalai Lama en 1959, nueve años después de que la China de Mao Zedong invadiera el Tíbet. «Al Dalai Lama lo conocí en 1998, en la ciudad india de Dharamshala, donde se había asentado el Gobierno tibetano en el exilio», cuenta el fotoperiodista. «Lo puede seguir durante dos semanas en sus actividades cotidianas, tanto espirituales como en las audiencias donde recibía a los exiliados que escapaban de las montañas del Tíbet por la represión de China».
Durante más de 20 años, Soto ha estado capturando el exilio tibetano por todo el mundo. Un trabajo que a partir del miércoles se puede ver en una exposición (Tíbet, una cultura amenazada) en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. En total, va a presentar alrededor de 100 fotografías de personajes, paisajes y templos que cubren un viaje de ida sin vuelta de uno los pueblos más amenazados del mundo.
«Si tuviera que escoger una foto, me quedaría con los retratos a Palden Gyatso, que falleció en 2018. Fue uno de los monjes tibetanos más famosos, que estuvo 33 años encarcelado en campos forzosos de China y nunca renunció a sus creencias ni al apoyo incondicional al Dalai Lama. Fue torturado por ello. Cuando lo liberaron, compró a sus guardias de prisión las herramientas de tortura porque quería denunciar en el exilio la situación que estaban viviendo», explica Soto.
Las memorias de prisionero de Palden Gyatso las recogió el propio monje en su libro Fuego bajo la nieve. Fue arrestado en 1959, cuando la población de Lhasa, capital del Tíbet, se sublevó, pero China aplastó la rebelión dejando cerca de 10.000 muertos. El Dalai Lama logró escapar. «Me reuní varias veces al comienzo de los años 50 con Mao Zedong y parecía un hombre honesto. Me dijo que habían entrado en Tíbet para ayudarnos a convertir el país en una nación moderna, y que dos décadas después, cuando hubieran finalizado el trabajo, se marcharían. No cumplió ninguna de sus promesas», contó el Dalai Lama en una entrevista a EL MUNDO en 1999.
La noticia de su marcha recorrió todo Tíbet y provocó que miles de tibetanos huyeran a través de los altos pasos de montaña del Himalaya. Fue el caso de Thubten Wangchen. «Entonces yo era un niño de cinco años y crucé el Himalaya a los hombros de mi padre. Nunca se me borrará la imagen de los cientos de cadáveres que nos encontramos por el camino», recuerda este monje budista que hoy es el director de la Casa del Tíbet de Barcelona y miembro del Parlamento Tibetano en el Exilio.
Cuando logró llegar en Nepal, Wangchen y su familia estuvieron mendigando en las calles hasta que lograron algo de dinero para viajar a Dharamshala, el territorio que India había cedido a los refugiados tibetanos y donde ya se había asentado el Dalai Lama y más de 80.000 exiliados. «En 1982 viajé por primera vez a España y allí me quedé. Ahora me siento incluso más español que tibetano», dice el monje.
Wangchen ya tiene la nacionalidad española, pero ocupa uno de los 45 escaños del Parlamento tibetano de Dharamshala. No está reconocido internacionalmente, pero cuenta con un sistema administrativo y judicial propio. Ahora mismo acaba de finalizar la primera vuelta de las elecciones en las que los tibetanos en el extranjero pueden elegir a un nuevo presidente y a los diputados de la Administración Central Tibetana (CTA), un gobierno en el exilio.
«Seguiremos luchando por nuestros derechos y reconocimiento como pueblo independiente. Pekín tiene mucho cuento chino. Su política sigue siendo muy dura con el Tíbet. Pensábamos que cuando el presidente Xi Jinping llegó al poder iba a ser más comprensivo porque su padre era fan del Dalai Lama y su mujer es budista. Sin embargo, el Gobierno de China ha endurecido las detenciones, persecuciones y torturas en los últimos años», asegura el monje.
Se estima que más de 150.000 refugiados forman la diáspora tibetana. La gran mayoría se instalaron en la India, al cobijo de su líder espiritual. Aunque, en los últimos años, según datos de la Administración de India, el 44% de los exiliados que estaban en el país asiático se han marchado a Estados Unidos, Canadá o Europa. «Los tibetanos no son reconocidos oficialmente como refugiados en India, sobre el papel siguen siendo extranjeros y no es fácil que tengan buenos trabajos. Por ello, muchos están buscándose la vida en otros países», cuenta el documentalista Kunsang Tenzing, que también huyó con su familia de Tíbet cuando era un niño.
Hasta mediados de febrero, muchas de las fotos e historias del exilio aparecerán en la exposición del fotoperiodista Ángel López Soto. Tras dos décadas cubriendo el tema, aún le quedan proyectos pendientes. «Localizar a los 20 refugiados que encontré en mi primer viaje en las montañas de Nepal y saber si lograron recupera esa vida sin represión de la que huían en su país».
Ángel López Soto inaugura hoy las Jornadas Amalur en el Topic de Tolosa con una charla-proyección sobre sus trabajos de actualidad y denuncia social.
Por Juanma Goñi - Diario Vasco
Ángel López Soto es un renombrado fotoperiodista que ha plasmado con su cámara muchísimo temas de actualidad, denuncia social y medio ambiente. Hoy, miércoles, inaugura las Jornadas Amalur del CIT (19.30, Topic), en una conferencia en la que podremos ver algunas de sus impactantes imágenes y escucharle desgranar sus vivencias sobre ellas: el exilio tibetano, la sequía en Etiopía, las castas desfavorecidas de la India, Melilla como frontera sur de Europa… Un arranque de lujo para estas consolidadas jornadas de viajes, naturaleza y antropología.
–Lleva años siendo testigo directo de muchas injusticias ¿No es para sentirse pesimista en torno al futuro de la humanidad? –Me siento como un optimisma-pesimista a veces, y en otras ocasiones más bien pesimista-optimista. He visto cosas terribles, y no sólo en otros continentes, sino aquí mismo, donde vivimos. Pienso que tenemos que contrarrestar esta situación de alguna manera, haciendo lo que uno puede, poniendo nuestro grano de arena para que el mundo sea algo mejor.
–¿Y cómo lo hacemos? –Yo creo que cada persona tiene una responsabilidad. Vivimos con nuestro entorno, con nuestra gente, con nuestra familia, nuestros amigos… Y aquí es donde podemos interactuar. Si, por ejemplo, lo que transmitimos a nuestros hijos es una base de principios de actitud responsable ante la vida, ante el medio ambiente, ante el entorno…, esos niños van a crecer con unos valores que van a ayudar a que también su entorno sea mejor. Y cuanta más influencia tenga una persona en el entorno que sea, más va a poder influir.
–Lleva más de veinte años dedicados a plasmar la vida del pueblo tibetano. ¿De dónde le surgió esta inquietud? –Siempre me han atraido el Oriente, la India… En un viaje, hace más de veinte años, ya siendo fotógrafo, estuve en Nepal e India. Conocía algo de la situación tibetana, pero no de una manera profunda. Ese año estuve en sus asentamientos, traté con gente que estaba en Nepal huyendo del Tibet… hice un trabajo que me resultó interesante. Cuando llegué a España y lo publiqué, sentí que no estaba acabado, que tenía que volver. Y así, sucesivamente he regresado infinidad de veces. Llevo mucho tiempo pero percibo que no he acabado. Siento una especie de compromiso por seguir documentando una situación que mayormente no se conoce y pasa desapercibida, porque no interesa ni a los gobiernos ni a los grupos empresariales potentes.
–¿Por qué cree usted que este tema no llega al gran público y qué valores le atraen especialmente del pueblo tibetano? –A la masa en general no le llega la información porque los intereses que hay con respecto a China son tan grandes y el poder que tiene China tan inmenso, que al final el problema del pueblo tibetano queda diluido. Lo cierto es que la cultura tibetana es muy fuerte. El tibetano es un pueblo con muchísimos siglos de antigüedad. Además, es gente con una fuerza interior enorme. A pesar de las adversidades y problemas a los que se enfrentan, siguen ahí, firmes, convencidos de sus principios y de su identidad. Y eso que existe desde hace unos cuantos años una colonización china gradual, que con el tiempo puede provocar el peligro de pérdida de esa identidad.
–Ha estado varias veces con el Dalái Lama. ¿Deja tanta huella en las distancias cortas como dicen? –Mi primer contacto real con él fue en 1998, cuando me concedieron una entrevista, aunque antes ya había tenido algún acercamiento. Luego le he visto ya en muchas más ocasiones. Indudablemente es una persona que transmite mucho. Es una gran personalidad. Es un ser con mucho carisma y con una inteligencia muy alta. Su fuerza interior se percibe. Pero también es, al mismo tiempo, una persona entrañable, risueña, aunque otras veces muestra una profunda gravedad imponente, que marca una distancia.
–¿Qué situaciones que ha plasmado con su cámara le han marcado e impactado más? –He vividos situaciones duras y difíciles, pero también reflejo otras cosas. Hay aspectos de la vida que son más amables y que también me interesa captar. Mi trabajo está dividido entre ambas realidades. Con relación a la parte más dura, podría hablarte del tema tibetano, claro está, porque llevo mucho tiempo trabajando en él. De la tragedia de la sequía en Etiopía, donde millones de personas padecieron una situación dramática; del conflicto en Palestina, donde vi mucho sufrimiento por parte de israelíes y palestinos, más de estos últimos, que están en inferioridad de condiciones; de Haití después de huracanes y terremotos… ¡Tantas situaciones me han dejado una marca! A veces te impactan menos emocionalmente, es verdad, pero otras veces empatizas más con la gente y te afectan más.
–¿Cómo surgió el reportaje de las jóvenes boxeadoras sirias? –Fue en Atenas. Eran jovencitas sirias que estaban en un centro social donde había un gimnasio, y estaban utilizando el boxeo como una herramienta de escape, de recuperación de autoestima, de liberación de tensiones.
–¿Puede llegar a sentir un conflicto interno si obtiene bellas fotografías en un entorno duro y de miseria? –Cada fotógrafo tiene su técnica y la utiliza a su manera. Hay grandes fotógrafos como Sebastiao Salgado o James Nachtwey, que han documentado realidades siniestras, pero haciendo gala de una clara belleza en la composición de sus imágenes, con una técnica fotográfica exquisita. Cada uno cuenta lo que quiere contar conforme a su conocimientos. Todas las fórmulas son válidas si las fotografías transmiten algo. La fotografía te tiene que remover, hacer pensar, transmitir emociones, sacarte de la normalidad cotidiana. En una sociedad que está anestesiada ante tanta superficialidad, banalidad, y estupidez, que una fotografía te haga pensar, es un estímulo para quienes nos dedicamos a esto.
ALBERTO LUENGO TELLETXEA JORNADAS AMALUR
LAS SEIS ‘W’ DE ÁNGEL LÓPEZ SOTO
En periodismo, las seis ‘W’ (también conocido como las cinco ‘W’ y una ‘H’) es una fórmula que se utiliza para contextualizar un hecho o para obtener información relevante del mismo. Esta vez haré de aprendiz de periodista y aplicaré las seis ‘W’ para presentar a Ángel López Soto. No le conozco personalmente. Sólo he podido hablar con él por teléfono una media docena de veces, así que ‘tiraré de investigación para poder presentar a este reportero gráfico nacido en Argentina.
Quién (who) es: es una persona cuyo trabajo consiste en descubrir héroes anónimos.
Qué (what) hace: es un reportero gráfico que recoge y recuerda historias que han quedado en el olvido.
Cuándo (when) lo hace: al cumplir los 22 años se embarcó desde Buenos Aires destino Europa y empezó a hacerlo. Hoy sigue haciéndolo.
Dónde (where) lo hace: en Tibet, India y Nepal. En Etiopía, Yemen y Brasil. En Guinea Conakry, Argelia, Melilla. En todo el mundo… Un inciso: posiblemente su trabajo más reconocido sea el seguimiento fotográfico realizado a los más de 150.000 exiliados tibetanos. Comenzó allá por 1997 y hoy en día sigue en vigor. Esta labor le llevó a conocer al Dalái Lama en persona y de tal encuentro surgió tal vez el mayor reconocimiento que haya tenido jamás Ángel López-Soto. El Dalái Lama, líder espiritual y político del pueblo tibetano, le indicó que él (Ángel López-Soto) no había hecho fotografías a su gente, que lo que había hecho era un servicio a su gente.
Por qué (Why) lo hace: porque quiere poner voz a las personas más desfavorecidas.
Cómo (How) lo hace: siguiendo la máxima de Henri Cartier- Bresson, «fotografiar es colocar la cabeza, y el corazón en un mismo eje». Cuando Ángel López Soto se pone detrás de una cámara, genera imágenes que atrapan. Convocan a la belleza, muestran la realidad (a veces dura, muy dura) y espantan la indiferencia. Este señor siente lo que fotografía. Si yo fuera fotógrafo ésta sería mi máxima aspiración.
Hoy a las 19.30 en el Topic, Ángel López-Soto presentará ‘Seminómada, un testimonio fotográfico’. Es una oportunidad que no debemos dejar pasar. Bienvenid@s un año más.
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ENTREVISTA PARA LA FUNDACIÓN VICENTE FERRER
Ángel López Soto: `El Dalái Lama me dijo: Tú haces un servicio´
Desde 1997, el fotoperiodista Ángel López Soto hace seguimiento de los 150.000 tibetanos exiliados en el mundo tras la invasión de China, en 1950. En una ocasión, fue recibido por el Dalai Lama. El líder tibetano había sido un aficicionado a la fotografía y López Soto le preguntó por ello. Él le contestó: “Ya no tengo tiempo, además, ¿qué importancia tiene una fotografía?”,a lo que el fotoperiodista le respondió: “Yo soy fotógrafo”. “Lo tuyo es diferente. Tú estás haciendo un servicio”, respondió Dalai Lama.
Las palabras del líder político y espiritual del pueblo tibetano reflejan la utilidad de la fotografía social para proyectar al mundo las injusticias y establecer conexiones con la sociedad a través de la empatía y los valores humanos.
“A lo largo de mi experiencia profesional en los viajes he descubierto que la educación es la única herramienta de transformación, algo que no apreciamos en los países en desarrollo”, señaló López Soto en el marco de su conferencia ‘La educación, una herramienta para erradicar la pobreza’. Retrató las Tibetian Children’s Villages que acogen a 12.000 niños y niñas refugiados, y que se han ido estableciendo en la India y Nepal. “Sus padres les dejan allí para que puedan estudiar según sus tradiciones (algo que no pueden hacer en su propio país) y regresan al Tíbet. Las autoridades tibetanas sabían que se enfrentaban a un exilio duradero, así que con esta iniciativa tratan de normalizar en lo posible sus vidas y no perder sus costumbres”. En estos centros “hay mujeres que asumen el rol afectivo de las madres, al que sus pequeños han tenido que renunciar por el exilio. Cada una de ellas tiene a su cuidado a unos 30 niños y ninas”, explicó.
En 2001, cuando López Soto fue a cubrir el terremoto de Gujarat (India) conoció a Moncho Ferrer, que se había desplazado con un equipo de emergencias de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) para proporcionar ayuda humanitaria. Poco después, el fotoperiodista visitó la sede de la FVF en Anantapur (sur de la India), el primero de sus numerosos viajes al proyecto. Allí ha realizado varios reportajes que se han publicado en El País. Uno de ellos, firmado por la periodista Lola Huete, contaba la historia de éxito de 4 jóvenes dalits (la casta más baja y discriminada del sistema hindú). Una vez más “la educación permitió sortear el destino”. Los chicos estudiaron Ingeniería con el apoyo de la FVF y ahora trabajan en multinacionales tecnológicas de Bangalore. “Se demuestra que importa el mérito, no el origen. La educación transforma la realidad de las personas y además es contagiosa porque se convierten en referentes en su entorno”.
Hace dos años cubrió con Ayuda en Acción la mayor sequía de Etiopía en los últimos 50 años, que afectó a 18 millones de personas y provocó que 450.000 niños sufrieran desnutrición severa. Entre otras consecuencias, lo que allí vivió fue una regresión en la educación. “Los habitantes de las aldeas tuvieron que ser desplazados. Las escuelas se quedaron vacías y miles de niños y niñas tuvieron que abandonar los estudios”.
López Soto asegura que, como fotoperiodista tiene “la responsabilidad de hacer algo útil, que es informar y ayudar a tomar conciencia. A veces ese esfuerzo se diluye, pero otras no”.
III Jornadas de Fotografía Social
Estas intervenciones han tenido lugar en el marco de las III Jornadas de Fotografía Social celebradas en Barcelona entre el 11 y el 13 de diciembre y organizadas por el Institut d'Estudis Fotogràfics de Catalunya y la Fundación Vicente Ferrer. La temática abordada este año fue "La pobreza en la infancia".
Por Raquel Artiles
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ENTREVISTA EN EL DIARIO ARA (en catalán)
Ángel López Soto ha viatjat arreu del món per recollir i recordar històries que han quedat en l’oblit, des de la sequera d’Etiòpia i la pobresa de Katmandú fins als refugiats de l’Himàlaia. “A través de la fotografia explico històries que s’han anat oblidant”
Por Britt Elvira Ruitenberg para el diario ARA
A les altures de la ciutat índia de Dharamsala, el fotoperiodista Ángel López Soto va ser rebut pel Dalai-lama, líder espiritual del Tibet. Va ser quan hi estava parlant que es va adonar que la seva fotografia -més enllà de representar un món divers- feia un servei. Des dels 22 anys, aquest apassionat de la fotografia ha viatjat arreu del món per recollir i recordar històries que han quedat en l’oblit, des de la sequera d’Etiòpia i la pobresa de Katmandú fins als refugiats de l’Himàlaia. López Soto va ser a Barcelona la setmana passada, en el marc de les Jornades de Fotografia Social al Palau de la Virreina. Abans d’iniciar la xerrada que impartia, el fotoperiodista va tenir una estona per conversar amb l’ARA sobre la importància social del fotoperiodisme.
Entre totes les històries, n’hi ha una de la qual no s’ha deslligat mai.
He vist situacions arreu del món molt diverses, però el tema dels refugiats tibetans, que segueixo des del 1997, s’ha convertit en la meva missió personal.
Per què va decidir anar-hi?
Des de la invasió xinesa, els tibetants han viscut unes condicions molt dures. Han hagut de fugir del seu país i molts han mort intentant creuar la frontera. Jo sabia que hi havia una situació molt delicada i important, però em vaig adonar que els mitjans no li estaven donant prou visibilitat.
Amb què es va trobar?
Amb una comunitat molt organitzada que havia emfatitzat, ja des del principi, la cura de les seves persones. Però el que més em va sorprendre és que, tot i les circumstàncies amb què havien vingut, deien que havia valgut la pena, ja que per fi es trobaven en un país lliure.
És una història bastant important i no se’n fa prou ressò.
Als mitjans moltes vegades hi ha el condicionament d’anar publicant coses contínuament i, de vegades, es prioritza el que és nou per sobre d’altres temes que ja s’han abordat. Això comporta que s’ignorin i s’oblidin alguns conflictes rellevants.
En aquest sentit, ¿hi ha una falta de seguiment?
És molt difícil, però malauradament és així. Per exemple, amb el tema del Tibet han mort al voltant d’un milió de persones i la situació a la zona és horrible per als tibetans, que viuen una repressió brutal en molts aspectes. D’això pràcticament no se’n parla i els mitjans no se’n fan ressò fins que no passa alguna cosa puntual.
Es va trobar amb alguna dificultat?
Entrar com a periodista al Tibet és molt complicat, perquè necessites un visat de la Xina i no els interessa. I, de vegades, inesperadament es tanquen les fronteres, ja sigui perquè un tibetà s’ha immolat o perquè arriba una data sensible. Però fa uns anys es va començar a fer pública aquesta informació, sobretot per la presència del Dalai-lama.
De fet, li van concedir una audiència amb ell a Dharamsala.
Jo vaig tenir l’oportunitat d’acompanyar-lo i entrevistar-lo durant quinze dies, i en una conversa li vaig preguntar si seguia fent fotografia. Ell em va respondre que no tenia temps per a aquestes coses i que de totes maneres quina importància tenia. Com a fotògraf li vaig explicar què significava per a mi, però ell em va interrompre i em va dir: “El que fas tu és diferent, estàs fent un servei”.
¿Creu, doncs, que el fotoperiodisme té una obligació social?
La seva tasca principal és informar i, si aquest conflicte és el que està passant, la realitat no s’ha d’amagar. Però l’horror és part d’una realitat que vivim. També soc partidari d’ensenyar les coses positives, perquè el món té altres imatges i aspectes pels quals val la pena viure.
No només parlar dels problemes, sinó també ressaltar les solucions.
Al llarg dels anys m’he trobat amb situacions de pobresa molt diverses, però en cadascuna hi ha una manera de sortir-se’n i això és una cosa que he volgut emfatitzar.
Amb quins casos s’ha trobat?
Per exemple, al Nepal em vaig trobar amb la Victoria Subirana, una professora catalana que havia començat un projecte d’escolarització gratuït per a nens pobres i famílies sense recursos. Després, a Etiòpia, mentre el país vivia la pitjor sequera en 40 anys, vaig conèixer el pare Olarán, que havia iniciat un projecte d’educació. I al Tibet em vaig trobar amb dues noies de 18 anys que havien decidit ensenyar anglès gratis. En tots aquests casos, l’educació s’havia convertit en una eina per erradicar la pobresa i una manera de fer front a les dures condicions.
I, en aquestes situacions, ¿quina actitud ha d’adoptar el fotògraf?
Moltes vegades he sentit a dir que s’ha de ser imparcial, però no m’ho crec. Som persones, i davant de situacions d’horror és impossible quedar-se impassible. Tots aquells implicats en situacions delicades preferirien que allò no estigués passant o, en tot cas, que la seva feina servís per intentar solucionar-ho.
De quina manera contribueix?
Al món hi ha una contradicció molt gran i és que, d’una banda, veiem contínuament imatges molt dures, i, de l’altra, se censuren o autocensuren. En aquest context, jo em vaig adonar que amb la meva fotografia necessitava fer alguna cosa útil, i que era l’eina que tenia per explicar històries que s’han anat oblidant sobre persones que no tenen veu. Aquesta és la meva responsabilitat: a través de les fotografies, poder fer arribar aquestes històries.
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El País (Planeta Futuro)
Entrevista a los destacados fotoperiodistas Ana Palacios, Pablo Tosco, Mingo Venero y Ángel López Soto, quienes debaten en las III Jornadas de Fotografía Social en Barcelona sobre su trabajo y los límites éticos a la hora de trabajar en contextos de injusticia.
Por Tiziana Trotta
¿Cómo se trata visualmente la pobreza infantil sin caer en el morbo y en los clichés? ¿Cuáles son los límites éticos que no hay que cruzar? ¿Y cómo se aborda este tema en un país como España? Estas son las respuestas de los fotoperiodistas reunidos en las III Jornadas de Fotografía Social, celebradas en el Palau de la Virreina de Barcelona del 11 al 13 de diciembre, organizadas por la Fundación Vicente Ferrer y el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya.
Ana Palacios: “La pobreza no es sexi”
Con 15 años, Ana Palacios (Zaragoza, 1972) vio ET en la tele: allí estaba lo que quería hacer. “Mamá, quiero dirigir pelis”, dijo. Era la pequeña de cinco hermanos, todos con profesiones “serias”, así que sus padres le contestaron que se dejara de tonterías y estudiara algo. Ante la obligación de escoger una carrera, optó por periodismo. Pero, después de terminar “a duras penas y copiando”, bromea, fue a EE UU para formarse en cine. Dos años más tarde, se dio cuenta de que lo
suyo era la organización de los rodajes y, de vuelta a España, empezó a trabajar en una productora. Durante 17 años, se desempeñó en un mundo de glamur, que movía mucho dinero, pero de repente, con 37 años, vio que algo fallaba.
“Estuve a punto de reservar un vuelo privado de EE UU a España solo para que viniera el perro de un actor”, recuerda entre los excesos a los que le tocaba enfrentarse.
Nunca había viajado más al sur de Tánger o al norte de Inglaterra, pero se armó de valor y se dirigió a India para ser voluntaria en un orfanato gestionado por unas monjas de su ciudad natal, Zaragoza. “Me dijeron: ‘Eres periodista, ven y cuenta lo que ves”. Estuvo tres meses visitando los proyectos de las religiosas en el país, sin saber exactamente qué hacer con las fotos que iba tomando, intentando que aquello no le afectara. Casi a punto de marcharse, fue a una escuela y en un aula vio a un niño solo, desnudo, atado a una pared, con el cuerpo deformado. “Estaba indignada. Aquella fue la primera vez que lloré desde que había pisado India”, recuerda. Luego le explicaron que iba desnudo porque hacía calor, que se había quedado solo porque sus padres estaban trabajando para darle de comer y que estaba atado para evitar que fuera arrastrándose por el piso y se hiciese daño. “Fue una lección de humildad y me enseñó que no puedo mirar el mundo con mis gafas de primer mundo”.
Regresó a España, aún con la imagen de aquel niño en la cabeza. Contó su historia a los compañeros de la productora, que se ofrecieron para contribuir a los gastos médicos de una operación para que el pequeño Rajú volviera a andar. “Y todo esto solo porque les había enseñado una foto”, dice. Al cabo de unos años, contar historias como esta, “las caras B de los grandes desastres mediáticos”, se convirtió en su trabajo a tiempo completo.
En el trabajo de Palacios hay dolor, pero también superación. “No se trata de edulcorar la realidad, sino de contarla en todas sus facetas, agregando contexto y profundizando en las causas. La pobreza no es sexi y, por desgracia, no está entre lo más leído de los grandes medios. Hay que huir del morbo y romper las narrativas únicas, como las que, por ejemplo, representan África como un continente donde solo hay hambre y guerras”. En sus fotos, inmortaliza a los invisibles.
En el proyecto documental Niños esclavos: La puerta de atrás, la fotógrafa describe lo que ocurre con miles de menores vendidos y explotados de Benín, Togo y Gabón, pero sin detenerse en lo que significa ser esclavo, sino en lo que pasa cuando consiguen escapar de una vida de trabajo forzado. En La ruleta rusa de Mendel. Albinos en Tanzania, fue más allá de la persecución que padecen estas personas, cuyos huesos son codiciados para fabricar brebajes considerados mágicos. Palacios, en cambio, prefirió centrarse en su lucha, con vitalidad y fortaleza, para tener igualdad de oportunidades.
Pablo Tosco: “La desigualdad no es algo que nos cae del cielo”
Pablo Tosco (Córdoba, Argentina, 1975) conoció a Valerian a la salida de la escuela, en Luvemba (Mozambique). La que parecía una alumna más de primaria era en realidad la profesora, a pesar de su joven edad. En la imagen proyectada en la pantalla a las espaldas del fotógrafo aparece junto a Linda, una coetánea que, como ella, participaba en una formación de los hermanos maristas para aprender a dar clase en un país devastado por la guerra civil y con el índice más bajo de escolarización de todo el África Austral.
Fatem es de origen palestino. Después de huir de Siria, encontró refugio en Líbano, viviendo como podía, ya que oficialmente no existen campos de refugiados donde podían prestarle ayuda. Su hijo Khalil estaba enfermo, pero los cuidados médicos en el país de acogida eran demasiado caros para ella. Afortunadamente, pudo beneficiarse de un corredor humanitario promovido por Oxfam Intermón —organización para la que trabaja Tosco— junto a otras organizaciones y viajar a Italia en busca de un futuro mejor.
En Guatemala, los cultivos de aceite de palma están contribuyendo al expolio de tierras indígenas. Las mujeres, sostiene Tosco, son las principales víctimas de este saqueo. Enteras comunidades pierden sus medios de vida y se ven forzadas a moverse hacia terrenos donde no se puede cultivar y los más pequeños a menudo están malnutridos.
La palabra clave para entender estas situaciones de las que ha sido testigo, asegura el fotógrafo argentino afincado en Barcelona, es desigualdad. “No es algo que nos cae del cielo. La guerra, por ejemplo, es una decisión política”.
Mingo Venero: “Pobre no significa sin dignidad”
No era la primera vez que el fotógrafo Mingo Venero (Santander, 1977) se enfrentaba a la pobreza infantil. Pero la propuesta de la ONG Save the Children de retratar a familias en riesgo de pobreza y exclusión social en España fue uno de los encargos más complicados de su carrera, admite.
“Hemos visto muchas fotos de la pobreza extrema desde un punto de vista occidental”, explica en conexión vídeo mientras en la pantalla fluyen las típicas imágenes de infancia africana esquelética y de una mano blanca que acude en su ayuda. ¿Pero cómo se retrata la pobreza en un país como España, donde uno de cada tres niños está en riesgo de exclusión social?
“Aunque sea una cifra muy contundente, es muy difícil poner rostro a esta situación. Este trabajo fue una oportunidad para visibilizar el problema y ayudar a concienciar”, cuenta. “En España, la pobreza no es tan extrema como en otros países, pero es igual de impactante. Hay hogares que tienen que retrasar el pago de las facturas o que no pueden mantener la temperatura adecuada en invierno”. Es el caso, por ejemplo, de Vicente, 43 años y 10 en el paro. Tras quedarse viudo se quedó solo con tres hijos. Solo recibe una pequeña ayuda económica, con la cual hace malabares para llegar a finales de mes.
“Empecé este trabajo condicionado por una idea preconcebida acerca de lo que es la pobreza” indica el fotógrafo. “Sin embargo, nada más conocer a la primera familia, se desmoronó todo. La casa era muy humilde, pero digna”. En una de las fotos que tomó Venero en el hogar de Vicente, aparece uno de los hijos jugando con un trenecito. “Me dijeron que el niño de esa foto no parecía pobre. Me pareció una frase desafortunada, porque ser pobre no significa carecer de dignidad”.
Ángel López Soto: “Tengo la responsabilidad de hacer algo útil en la vida y las fotos son mis herramientas”
La imagen de los pies de una niña atrofiados por el frío acompañó al fotógrafo Ángel López Soto (Buenos Aires, 1962) hasta tiempo después de su regreso a España. Eran los de una pequeña refugiada que de Tíbet había cruzado a Nepal y, en el viaje entre las nieves, había perdido los dedos. Era uno de los primeros viajes que hacía para documentar el exilio tibetano en el mundo, un trabajo que sigue llevando a cabo dos décadas después. “Había gente que había perdido dedos o pies y, sin embargo, sonreían y aseguraban que incluso así había merecido la pena, porque ya estaban en un país libre”.
“Me dije que había más, que tenía que volver”, cuenta. Fue así que tomó la decisión de pedir una audiencia con el Dalai Lama. Cara a cara con el líder espiritual, le preguntó si seguía con la afición de tomar fotos y este le contestó que ya no lo hacía, porque era algo sin importancia. López Soto se quedó perplejo, pero el Dalai Lama matizó: “Tu caso es diferente. Tú ofreces un servicio”. Meses después, en Madrid, la frase de repente volvió a la cabeza del fotógrafo. “Estas palabras hicieron el clic, provocaron un cambio en mi vida. Ya no quería dedicarme a retratos que solo alimentaban a mi ego como hacía en ese momento. Tengo la responsabilidad como persona de hacer algo útil y las fotos me lo permitían”.
A través de un recorrido por imágenes de Etiopía a Nepal, pasando por India, López Soto destaca la importancia de la educación como herramienta para salir de la pobreza. Bien lo sabe Victoria Subirana, que lleva 30 años trabajando como maestra en Katmandú, donde pone la pedagogía al servicio de los más necesitados, como demuestran las imágenes que el fotógrafo ha sacado las escuelas fundadas por la española en Nepal y el entorno en el que viven algunos de los alumnos.
Gulab, ciega de nacimiento y con el rostro afectado por un tumor, es otro ejemplo viviente del poder transformador de la educación. Esta chica, retratada por López Soto cuando tenía 16 años, nació en la zona rural de Anantapur, uno de los estados más pobres de India. A pesar de la discriminación a la que vio sometida debido a su aspecto, Gulab nunca abandonó el sueño de convertirse en profesora de idiomas. Y no se detuvo en la lucha hasta que obtuvo una plaza en un
instituto público de Hyderabad.
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El diario El País, en su sección Latinoamérica en el Objetivo, habla del fotógrafo y sus encuentros con Mãe Filhinha en Cachoeira, Bahia (Brasil)
Por Noelia Nuñez (publicado originalmente en El País)
Cuando el fotógrafo Ángel López Soto (Buenos Aires, 1962) se enteró el año pasado de la muerte de su retratada, Mãe Filhinha, la noticia le marcó para siempre. No tanto por el hecho en sí —era centenaria—, sino porque la brasileña se lo había vaticinado años atrás. "La matriarca me dijo que iba a morir a los 110 años, como su madre. Y así sucedió". Si el argentino tiene que destacar a alguien para definir su trayectoria fotográfica, la elige a ella. La fotografió seis veces, la última, seis años antes de esa muerte premonitoria. Era la médium más anciana de su tribu en Cachoeira, una ciudad a 55 kilómetros de San Salvador (Brasil).
Lo que atrajo a López de Cachoeira fue la fiesta de la Boa Morte (Buena Muerte), una celebración pagana de sincretismo religioso interpretada por casi una treintena de mujeres. Las integrantes son descendientes de esclavas y forman la Irmandade da Boa Morte (Hermandad de la Buena Muerte). Dice la tradición que cada verano hay que rendir homenaje a las ancestras, que durante años solían comprar la libertad de otras esclavas. El momento más íntimo de este festejo que dura tres días llega cuando entran en trance y se comunican con el más allá: "Es algo especial y reservado que les conecta a ellas y a sus seguidores con las fuerzas de los orixás [dioses de esta creencia de origen africano] según cuenta la historia", explica el fotógrafo.
Mãe Filhinha, la mujer de la foto, era una de las más veteranas de la aldea. Cuando López la conoció, notó en ella un áurea de "autoridad y de experiencia". "Tenía seriedad y alegría al mismo tiempo, pero sobre todo era prudente", describe. La foto se la hizo en su casa en 2005, ocho años antes de su muerte.
"La fotografía para mí es una puerta a la curiosidad", asegura. "Me dedico a esto por la gente", cuenta quien comenzó el oficio en Ibiza a los 22 años. Desde entonces, el argentino asegura haber estado en más de 70 países, entre los que destacan sus trabajos sobre India y sobre tibetanos exiliados por todo el mundo, y explica que a su espalda, más que fotos, cosecha historias. Como la de Mãe Filhinha, que tanto le marcó.
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Artículo en Planeta Futuro (diario EL PAÍS)
Ángel López Soto es fotoperiodista de larga carrera. En esta charla repasa su propio trabajo a partir de 200 imágenes y se cuestiona el sentido y objetivo de la fotografía
Hacer click aquí para ver video en YouTube
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Argentino y viajero. Fotógrafo y viajero. Hombre decepcionado por el devenir excesivamente económico y deshumanizado del mundo y viajero. Amante de grandes causas (la tibetana, la primera) y... viajero.
Es por todo esto, quizá, que Ángel López Soto (Buenos Aires, 1962) ha decidido hacer precisamente eso, un viaje, con sus imágenes en esta charla de TED impartida hacer unos días en Valladolid que ha titulado Los rostros de la imperfección. Papel en mano, eso sí, para dejar constancia paralela y verbal de sus intenciones y pensamientos.
Una travesía la de este hombre (siempre ser humano, antes que fotógrafo y viajero, damos fe) que no debería pasar de ningún modo inadvertida, aunque así suceda últimamente, en este tiempo de cambio de formatos, superficial y excesivamente veloz que vivimos, que está relegando a la inactividad y el olvido a muchos grandes fotoperiodistas; en España, sobre todo.
Gente, como López Soto, más necesaria que nunca, que da testimonio del estado del mundo a través de miradas genuinas, verdaderas, sinceras. Una larga travesía es la de Ángel ya, con más de medio siglo de vida, un cuarto de ella en Europa, que no deja indiferente. Ha elegido unas 200 fotografías tomadas a lo largo de casi treinta años de profesión a esos seres del mundo que él llama "olvidados" y "héroes anónimos". En su haber tiene una larga lista: mujeres quemadas, madres que han perdido a sus hijos, prisioneros tibetanos, víctimas del genocidido maya, de catástrofes y guerras, jóvenes intocables que han llegado a ser ingenieros... Seres nacidos fruto de las grandes imperfecciones de otros, de los conflictos, de las decisiones políticas, de la apatía, la avaricia, la falta de acción y de respeto... Y hasta de las preguntas sin respuesta, los miedos e indecisiones.... Personas a las que, gracias a su mirada comprometida y al poder de su cámara, hace visibles y rinde tributo: contar sus historias, asegura, es impedir su olvido, es quizá ayudar a que mejoren o cambie su vida.
Ángel López Soto es además cofundador y presidente de GEA Photowords, una organización multidisciplinar de periodistas, fotógrafos, cineastas y escritores ligada a todo lo que afecta al Medio Ambiente, los Derechos Humanos y la rica diversidad de nuestro mundo en todas sus formas. Desde 1997 ha realizado un seguimiento fotográfico de los más de 150.000 tibetanos exiliados, incluye encuentros con el líder espiritual y político, el Dalai Lama. Probablemente el suyo sea el trabajo más completo sobre el tema. Ha colaborado con la Cruz Roja, Unicef, Agencia Española de Cooperación o la Fundación Vicente Ferrer entre otras organizaciones.
En las imágenes de López Soto la belleza y crudeza se unen en una misma moneda, mostrando esa realidad que siempre tiene más de una cara. En Planeta Futuro publicó la serie Nosotras, diosas y esclavas.Y en El País Semanal ha publicado varios reportajes, entre ellosIngenieros intocables made in India y Tíbet fuera de Tíbet, uno de sus trabajos más queridos, sobre el exilio tibetano, al que sigue desde 1997... Otro de sus preferidos, dice, las caravanas de sal (Níger y Nepal).
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Revista Ojos Rojos
Entrevista a Ángel López Soto, co-fundador de GEA PHOTOWORDS
Por Mike Steel
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Que las dificultades del momento no acaben con la ilusión de seguir contando historias. Bajo esta premisa y casi cuatro años después de su nacimiento, GEA PHOTOWORDS continúa buscando alternativas y poniendo en marcha nuevos proyectos, como la primera edición del Premio de Fotografía Documental GEA PHOTOWORDS o las charlas-proyecciones en la National Geographic Store de Madrid. Estas y otras iniciativas se analizaron en la reciente asamblea anual de la asociación y las explica uno de sus fundadores, Ángel López Soto, en esta entrevista concedida a la revista de fotografía online Ojos Rojos. Lee la entrevista completa aquí.
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Hola, Ángel. ¿Cómo y cuándo nace Gea Photowords?
Hace unos cuatro años nos invitaron a Alfons Rodríguez y a mí a un festival de fotoperiodismo en Oleiros (A Coruña). No sé si existe todavía, pero era un festival importante, con buen nivel, al que acudimos fotógrafos de diferentes partes del mundo. Durante su desarrollo hubo charlas, proyecciones y exposiciones individuales de nuestro trabajo en distintas salas de la ciudad.
Después de varios días de convivencia, Alfons y yo nos sentimos en sintonía. Ambos compartíamos preocupaciones comunes como fotógrafos, el mismo método de trabajo (los dos realizamos el 90 % de nuestro trabajo fuera de España y lo publicamos aquí) y el enfoque (ambos hacemos reportaje social y fotografía de viaje). Quiero aclarar que no me gusta el término ese de fotografía de viaje porque suele entenderse como la fotografía que se realiza para las revistas, con un enfoque lúdico. A nosotros nos interesa fotografiar el entorno y a la gente, lo que nos permite acercarnos a las raíces antropológicas y sociales, a sus costumbres y a sus paisajes, pero no desde la perspectiva del turista, sino más bien desde el punto de vista del “viajero”.
Podemos considerar que ese fue el germen de Gea. En un principio decidimos unirnos varios fotógrafos para compartir experiencias, necesidades, ideas, etc. Luego se amplió el círculo contactando con nuestros allegados y con algunos de los periodistas y escritores de los muchos con los que habíamos trabajado. Y así fue desarrollándose poco a poco.
¿Cuál es la filosofía de Gea Photowords?
Bueno, la filosofía…, la idea fundamental que nos reunió a todos es la preocupación por los derechos humanos, la situación medioambiental, la diversidad, la discriminación de género. Nuestro lema sería: “Nos preocupa todo aquello que afecte al planeta y a todas sus formas de vida”.
Como venimos del mundo de la comunicación, nuestro propósito es utilizar de forma multidisciplinar el mayor número posible de vías para comunicar e informar sobre esos temas.
¿Cuesta encontrar a fotógrafos o periodistas que se rijan por ese tipo de filosofía?
Yo creo que hay mucha gente. En la actualidad, en la que gracias a internet y a las redes sociales accedemos a una cantidad de información brutal, podemos comprobar que muchos fotógrafos en este país, en esta ciudad, tienen esos principios. A mí me sorprende descubrir hoy en día a tantos profesionales que comparten esas inquietudes, no solo fotógrafos, sino también periodistas, realizadores de cine documental, etc.
¿Es Gea Photowords un colectivo cerrado o está abierto a la incorporación de nuevos miembros?
Gea Photowords tiene en este momento doce miembros. No es un colectivo cerrado, pero sí hay una serie de reglas internas para controlar las nuevas incorporaciones de los miembros fijos. Cada año celebramos una asamblea (este año es en julio), y a veces se propone la incorporación de nuevos socios. Esta propuesta se debate de forma interna y se decide si reúnen los requisitos mínimos para poder ser un integrante más de Gea Photowords.
¿Cómo están repartidos los miembros de Gea Photowords en este momento? ¿Cuántos fotógrafos sois y cuánta gente pertenece a otras disciplinas?
Somos seis fotógrafos; además, hay periodistas (algunos de ellos escritores) y realizadores de cine documental —y cine que ha pasado a ser algo más que documental—. Un referente de esto último es Gerardo Olivares, uno de los grandes exponentes de los documentales de este país, una persona que ha estado toda la vida haciendo cantidad de cosas impresionantes en medio mundo. Hace unos años se volcó en hacer cine de ficción, pero ahora se basa en casos reales y hechos concretos para contar historias. Por ejemplo, lo último que hizo fue ‘Entre lobos’, que es una película de ficción basada en la vida de Marcos, el niño que vivió en Sierra Morena y se crió con lobos cuando era pequeño. Gerardo perfiló el guion de la película después de mantener muchísimos encuentros con Marcos.
Gea Photowords es una asociación sin ánimo de lucro. Cuéntanos qué proyectos abarca.
Son múltiples: exposiciones fotográficas, libros, charlas, conferencias, proyecciones, documentales, talleres. Hay multitud de historias y utilizamos todo lo que esté disponible y a mano para comunicarlas. A veces los proyectos son de bajo presupuesto; otros son mucho más ambiciosos. Se trata de no descartar ningún vehículo, no tener un formato único, sino poder llegar a transmitir a través del mayor número posible de medios. Estamos viviendo una época de crisis que nos afecta a todos, en la que está jodido conseguir una subvención. El dinero está escondido, no sale, con lo cual si esperamos a que llegue para hacer una exposición en condiciones (con copias formidables, ‘passe-partout’ libre de ácido, un marco maravilloso, paneles explicativos, etc.), no podemos hacerla. Por eso hemos comenzado a explotar otros formatos como las videoproyecciones, donde a través de esas mismas imágenes que colgaríamos en una pared, conseguimos llegar a una mayor audiencia todavía, si cabe, porque puedes desplazarte y proyectarlas en más sitios. En este sentido, llegamos a un acuerdo con el National Geographic Store hace poco y ya hemos ofrecido dos charlas, conferencias, proyecciones; aunque se interrumpen las actividades durante el verano, continuaremos más adelante con nuevas temáticas.
Tenemos un proyecto incipiente de una radio ‘online‘; otro en Brasil del que ahora no puedo contar mucho porque se está fraguando y estamos llegando a acuerdos entre las partes. Algunas iniciativas están paradas por falta de financiación, porque eran de envergadura, ya que había que desplazar a fotógrafos y periodistas a diversas zonas del mundo.
En la actualidad, intentamos expresar cosas de otra forma, a través de las redes sociales. Estamos profundizando en ese tema. Contamos con un ‘webmaster’ desde no hace mucho tiempo y vamos, poco a poco, optimizando todos estos recursos. En nuestra web hay un apartado importante en el que publicamos artículos y entrevistas con una asiduidad casi diaria; algunas son secciones fijas como “Detrás de una foto”, donde se invita cada viernes a un fotógrafo a que exponga una imagen y cuente con sus propias palabras lo que había detrás de ella: qué vivía, qué sentía, por qué la hizo, etc. Estas secciones están teniendo bastante repercusión.
Cuéntanos algo sobre el Premio Internacional de Fotografía Documental Gea Photowords.
Bueno, se ha inaugurado este año. Premiamos el trabajo de uno de los fotógrafos finalistas del Revela Premio Internacional de Fotografía a los Titulares de los Derechos Sociales. Tiene una dotación de 50.000 € para las personas fotografiadas en el proyecto que ha realizado un fotógrafo con una ONG. Se entrega a la ONG y los fotografiados. Como el fotógrafo gracias al cual se había llegado al conocimiento de esa situación no recibía un galardón en sí, llegamos a un acuerdo con los creadores del Revela para que desde GEA se reconociera el trabajo fotográfico. ¿En qué consiste? Pues independientemente de quien gane el Revela, nosotros seleccionamos el que creemos que es el mejor reportaje fotográfico de entre los 20 finalistas. El premio es internacional y tiene una dotación de 1.200 €, que esperamos que aumente en las futuras ediciones (ya estamos trabajando en ese sentido). Este año se han presentado unas obras formidables, impresionantes. ¡Me quedé sorprendido de su nivel!
¿Quién ha sido premiado este año?
Nuestro galardón fue concedido al fotógrafo cántabro Antonio Aragón por su trabajo titulado ‘Paraíso de corazones olvidados’, que documenta un proyecto sanitario desarrollado durante la última década en Togo.
Vuestra página web tiene secciones fijas…
Bueno, como ya he dicho hay una sección fija los viernes que se denomina “Detrás de una foto”. Luego, hemos creado una especie de categorías que sirven para localizar los temas, pero al mismo tiempo vamos alimentándolas para convertirlas en secciones fijas. Por ejemplo, desde hace un tiempo publicamos “Gea viajes”, donde contamos cómo son esos viajes alejados de lo que hacen los turistas, viajes antropológicos como el que presentamos el otro día con Gerardo Olivares sobre las caravanas de sal en el Alto Dolpo, en Nepal (frontera con Tíbet) y en Níger (en el Teneré). Durante tres meses nos metimos en zonas totalmente inhóspitas, remotísimas y convivimos con la gente como ellos hace cientos, miles de años vienen haciendo. Tanto esta categoría como otra que es “Entrevista Gea” pretenden ser secciones independientes. Uno de nuestros objetivos es lanzar proyectos como ideas, como algo abierto, para que vayan madurando por sí mismos, hasta que surjan personas que se encarguen de llevarlos adelante y mantenerlos. A veces partimos con planteamientos muy interesantes, pero luego son irrealizables porque nos falta gente, tiempo…
¿Qué tenéis preparado para el futuro?
Vamos a continuar más o menos en la misma línea, con más fuerza, perfeccionando lo que está en marcha. A mí me gustaría mucho darle empuje a la radio ‘online’. Contamos con recursos limitados, pero lo estamos haciendo bien. Hay una persona encargada de este proyecto y… la idea es potenciar lo que ya tenemos y buscar nuevas vías. En nuestra asamblea anual analizaremos y haremos balance del año que ha transcurrido: los objetivos, los resultados, las ideas para los nuevos proyectos, libros, exposiciones, etc.
Bueno, Ángel, os deseamos lo mejor desde Ojos Rojos.
MIKE STEEL. Desde 1988, ha trabajado como reportero gráfico para varias revistas y periódicos. Ha sido editor gráfico para la agencia Stock Photos .Trabajó para agencias de publicidad y comunicación así como de foto fija en varias películas y obras de teatro. Fué el creador de la muestra colectiva de arte erótico “Interruptus” en el año 2004. Ha expuesto individualmente en varias provincias de España. Tiene un libro monográfico publicado por Blur Ediciones en 2007. Su último proyecto, junto a Mili Sánchez, Ojos Rojos, es una revista de fotografía online dirigida especialmente al público español y latinoamericano.
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Entrevista realizada por Javier García Blanco para Planeta Sapiens
Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras y, aunque la expresión esté ya muy manida, hay ocasiones en las que no por ello deja de ser cierta. Este es el caso de la labor fotoperiodística que desarrollan desde hace algún tiempo los fotógrafos, periodistas y escritores que dan forma a GEA PHOTOWORDS, una organización sin ánimo de lucro que busca aunar en un mismo espacio la pasión por la fotografía con el periodismo más comprometido y la denuncia social. Hemos tenido la suerte de coincidir en varias ocasiones con algunos de sus miembros y, aprovechando nuestro interés por la fotografía y el periodismo, quisimos realizar una pequeña entrevista a Ángel López-Soto, fotoperiodista, miembro fundador y actual presidente de GEA PHOTOWORDS, para que nos cuente de primera mano cuáles son sus objetivos e iniciativas más destacadas.
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-Planeta Sapiens: Antes de nada, muchas gracias por dedicarnos tu tiempo y responder a nuestras preguntas. En Gea os hacéis eco de cuestiones como la inmigración, el tercer mundo, los derechos humanos o el medio ambiente, entre otros muchos. ¿Cuándo surgió la idea de poner en marcha esta iniciativa, y qué os decidió a crear un proyecto semejante?
-Ángel López-Soto: En el verano de 2008 el fotógrafo Alfons Rodríguez y yo fuimos invitados junto a otros fotógrafos al festival de fotoperiodismo REVELA en Oleiros, A Coruña. Durante tres días convivimos y compartimos exposiciones, entrevistas, conferencias, vivencias, charla, almuerzos, cenas… ahí surge el embrión de GEA PHOTOWORDS.
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-(PS): Una de las máximas deontológicas del periodismo es la imparcialidad, pero el tipo de trabajos que realizáis parece en ocasiones difícil de compaginar con una postura totalmente imparcial, debido la propia naturaleza de los hechos que se narran. ¿Resulta muy complicado mantener el equilibrio entre imparcialidad y periodismo de denuncia? Imagino que hay cuestiones y situaciones que impactan de tal modo que dejan poco margen al respecto…
-(ALS): Buscas la objetividad, contrastar la información, no dejarse influenciar solo por lo que ves u oyes… pero ¿se puede ser 100% imparcial ante un genocidio, la explotación y esclavitud infantil…? Si tu postura ética personal está del lado de las víctimas o los explotados, es imposible que no trates de reflejar esa situación en tus fotos o escritos… Y, sin embargo, sigues contando la verdad. Eres testigo de unos hechos, notario de la historia que te toca vivir.
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-(PS): Algunas imágenes y temas que publicáis en GEA PHOTOWORDS son realmente duras y sobrecogedoras. ¿Qué pasa por la mente de un fotoperiodista en momentos como los que captáis con vuestras cámaras? ¿Hasta qué punto afecta ser testigo directo de las consecuencias de la guerra, la barbarie, el fanatismo o la intolerancia?
-(ALS): Hay situaciones que te mueven las tripas, te incomodan, te suben la adrenalina, o te provocan miedo, asco o sentimientos de pena e impotencia… Los miembros de GEA PHOTOWORDS hemos estado en situaciones y lugares en las que vives esto. Y tienes que hacer lo que te toca hacer. Hay una especie de motor interior que te mueve, las cámaras son ventanas a través de las cuales miras la realidad, escudos que te separan y protegen. De alguna manera es como si lo que sucede no tiene que ver contigo, tomas distancia para protegerte. Y sin embargo no es totalmente así. Si dejas de emocionarte o sentir, si no hay empatía e identificación con lo que fotografías o investigas posiblemente no estés haciendo un buen trabajo.
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-(PS): En tu caso concreto, y entre otras muchas cuestiones, has seguido muy de cerca la vida de los exiliados tibetanos arrancados de su país como consecuencia de la invasión china, e incluso has tenido la oportunidad de entrevistar y fotografiar al Dalai Lama. ¿Cómo crees que va a desarrollarse la cuestión del Tíbet en los próximos años? Hace solo unos días el Dalai Lama delegó como líder político en Lobsang Sanjay, un abogado formado en Harvard. ¿Podemos esperar cambios positivos o estamos ante un asunto estancado y de difícil solución?
-(ALS): Desde hace años, enviados del gobierno tibetano en el exilio viajan a Pekín para entablar conversaciones con el gobierno chino. Hasta ahora no ha habido avances. Tíbet es una región importante para China en lo económico (hay grandes yacimientos minerales, reservas de gas, el turismo se explota desde hace unos años, etc.) y en lo estratégico (su territorio divide a las dos grandes superpotencias nucleares más pobladas del mundo, China e India). Además, la población china de la etnia Han en Tíbet sobrepasa ya a la autóctona.
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-(PS): Es innegable que los medios generalistas –ya sean grandes periódicos, revistas o cadenas de televisión y radio– se hacen eco, a menudo, de temas como los que tratáis en vuestra web. Sin embargo, da la impresión de que en muchas ocasiones esta cobertura se realiza de forma incompleta, interesada y siguiendo patrones que casi podríamos calificar de modas. ¿Es correcto el tratamiento de estos temas en los grandes medios o por el contrario resulta muy deficiente? ¿Se trata de cuestiones incómodas para los grupos que están tras muchas cabeceras? ¿Hay temas tabú, que no se pueden tocar?
-(ALS): Los grandes medios carecen de corresponsales como antaño. Tienen algunos en lugares estratégicos… ¿Puede un corresponsal en Buenos Aires cubrir todo lo que pasa en Sudamérica? El periodismo de investigación está desapareciendo. Esa labor queda relegada en nuestros días a periodistas/fotógrafos independientes o pequeñas agencias. Los temas tabú serán aquellos que determinen las tendencias editoriales de los medios con apoyo de sus anunciantes o grupos de poder afines… Basta leer las portadas de los diarios más importantes de un país para ver de que manera se cuentan en cada uno las grandes noticias.
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-(PS): Volviendo a vuestra publicación, recientemente habéis inaugurado una sección titulada ‘Detrás de una foto’. ¿En qué consiste exactamente? ¿Qué otros apartados periódicos divulgáis a través de la web y el blog?
-(ALS): Como se puede leer esa sección: ‘Detrás de una foto’ es una sección semanal de GEA PHOTOWORDS. En ella, reconocidos fotógrafos profesionales, autores emergentes o estudiantes de fotografía, nos comentarán una de sus imágenes. Sus palabras, su mirada… Esas imágenes tienen una mirada GEA: derechos humanos, medio ambiente… Ahora mismo estamos con una serie dedicada al retrato.
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-(PS): En la actualidad contáis con presencia en la web, así como en redes sociales como Twitter o Facebook. ¿Qué importancia están teniendo desde tu punto de vista las nuevas tecnologías, no solo en el campo del periodismo, si no también en la difusión de iniciativas solidarias, la denuncia de ciertos sucesos o la organización de movimientos sociales y reivindicativos? ¿Es una buena herramienta que permite convertir a cada ciudadano en informador de lo que sucede a su alrededor, como señalan algunos? ¿No corremos el riesgo de que se convierta en un arma de doble filo?
-(ALS): Las redes sociales son el motor de difusión más importante de nuestros días o uno de los más importantes. Todos los grandes medios utilizan las más conocidas o ya han creado las suyas propias. Las convocatorias sociales tienen respuestas masivas gracias a estas (revueltas árabes, 15M y los recientes disturbios en Londres como ejemplo).
Por supuesto que son un arma de doble filo. Internet no discrimina…la pregunta es si el ser humano tiene el suficiente criterio para saber distinguir las fuentes de información. Yo creo que no. Puede ser una gran Babilonia y al mismo tiempo tener logros y avances importantes como lo estamos viendo.
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-(PS): ¿Qué iniciativas y proyectos tenéis en marcha actualmente? ¿Colaboráis de forma activa con otras organizaciones de fines semejantes? Si alguien desea colaborar con vosotros en alguno de vuestros proyectos, ¿cómo puede ponerse en contacto? ¿Necesitáis ayuda en alguna cuestión concreta?
-(ALS): Tenemos muchos proyectos en marcha en diversos campos, como exposiciones, documentales, talleres y conferencias, difusión a través de nuestra web y redes sociales de artículos y entrevistas de producción propias realizados por nuestros miembros y colaboradores, etc.
Actualmente colaboramos con organismos, asociaciones y empresas afines a nuestros principios.
Respecto a si necesitamos ayuda, pues sí… Cada mano tendida es una aportación positiva. Tenemos muchos colaboradores periodistas, fotógrafos, expertos en marketing, etc., que participan de forma puntual o continua con nosotros. El mundo necesita ayuda y cada uno puede aportar algo para hacer las cosas un poquito más llevaderas. Y si aunamos fuerzas, el poder será mayor.
Queremos resaltar que además de denunciar situaciones de sufrimiento del planeta y los seres humanos que lo habitamos, también como premisa difundir aquello que se esté haciendo para mejorar las condiciones del mundo. Sea de un individuo, organización, empresa o gobierno. En el plano micro y en el macro.
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-(PS): Eso es todo. Muchísimas gracias de nuevo por tu tiempo y amabilidad. Os deseamos muchos éxitos y toda la suerte del mundo con vuestra iniciativa.
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Entrevista a Ángel López Soto en NIKONISTAS
Por Nuria Gras
Ángel López Soto nació en Buenos Aires. Estudió periodismo y publicidad.
Sus reportajes y retratos lo han llevado a trabajar en una veintena de países de África, Asia y América Latina y a sumergirse en las culturas y geografías más diversas.
Sus trabajos han sido publicado por periódicos y revistas de todo el mundo y han sido merecedores de numerosos premios. De entre todos ellos, Tíbet, el Éxodo, ha centrado su interés y una buena parte de su vida. Hasta ahora, 11 años de trabajo para dar voz a un conflicto lejano y olvidado, que hoy vuelve a ser noticia con los Juegos Olímpicos de Pekín como telón de fondo.
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Nikonistas: El drama tibetano ha saltado a la primera página de los medios de comunicación tras los últimos acontecimientos, pero tu llevas más de diez años fotografiando este conflicto. ¿Cómo surge este proyecto? ¿Qué es lo que le ha motivado a continuarlo durante tantos años?
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Ángel López Soto: En 1997 hice un viaje a India y Nepal de dos meses de duración. El exilio tibetano fue uno de los temas que más me interesaron. Visité unos asentamientos en Nepal y también en India, en Dharamsala y en la zona del Ladakh. En principio se trataba de un reportaje, pero cuando volví a casa y revisé el material que tenia supe que tenía que continuar, documentarme sobre otros aspectos, y poco a poco fui entrando y me fui dando cuenta de la magnitud y de la complejidad que el tema del Tíbet tenía, y decidí desarrollarlo a largo plazo. En agosto de 1998 fui recibido por el Dalai Lama y en estos últimos años he vuelto a estos lugares repetidas veces y también he estado en otros lugares donde hay comunidades de Tibetanos en el exilio, como Canadá. A día de hoy, mi trabajo sigue en evolución y no lo considero en absoluto terminado.
NKT: Has tenido la oportunidad de conocer al Dalai Lama en persona, a la vez que ha sido testigo del éxodo del pueblo tibetano. ¿Cómo describirías el espíritu del Dalai Lama y de su pueblo, bajo el yugo del gigante chino durante 50 años?
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ALS: Después de todo lo acontecido con el Pueblo Tibetano, he comprobado que, definitivamente, este es un pueblo totalmente indomable, con unas convicciones de acero. Se rigen por sus creencias y por una especial forma de entender la vida.
Después de 50 años y de intentar infructuosamente hacer desaparecer sus creencias, su cultura, China opto, entre otras cosas más graves, por usar el Tíbet como un reclamo turístico. A pesar de toda esta represión y de las dificultades, los tibetanos siguen ofreciendo una resistencia pasiva y pacífica, que les ha permitido mantener su identidad.
El Dalai Lama es el símbolo y catalizador de esta cultura, es el mejor representante de lo que es el Pueblo Tibetano
NKT: ¿Entonces... China no ha conseguido borrar la cultura y la tradición tibetana en el propio país ocupado?
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ALS: Sin duda, no ha podido. Y han pasado 50 años. Cuando tuvo lugar la revolución cultural hubo grandes matanzas, hubo gente que fue privada de todo, incluso de alimentos, fueron muchos los que murieron de inanición.
Se destruyeron prácticamente la totalidad de los monasterios, las cifras difieren un poco dependiendo de la fuente, pero el hecho es que esta destrucción sucedió, se intento de borrar la religión, considerada el opio del pueblo porMao y sus seguidores.
A pesar de las prohibiciones, de la cárcel, de las torturas, han mantenido su cultura bien viva y no se han dejado conquistar ni por la migración y ni por la imposición del estilo de vida chino que está llegando al Tíbet, y que no logra acabar con la fuerza interior del Pueblo Tibetano.
NKT: El éxodo incesante de la población desde el Tíbet a Nepal y a India, es un camino durísimo hacia la libertad, pero también hacia el exilio. ¿Qué ha supuesto para ti el contacto directo con estas personas que protagonizan tus imágenes?
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ALS: Su fuerza interior puede a todas las dificultades, a todo tipo de impedimentos, angustias, problemas...
Los exiliados salen del Tíbet y cruzan las montañas, los que logran atravesar llegan a un centro de acogida, en Katmandú. Además de este primer centro de acogida, existen otros dos, uno en Dharamsala y otro en Delhi.
En 1998 tuve contacto por primera vez con los centros de acogida. En aquella ocasión pude ser testigo de la llegada de un grupo de unas 60 personas que había logrado atravesar. Era Diciembre, pleno invierno, y habían sufrido, entre muchas otras dificultades, una avalancha de nieve que se llevó la vida de varios de ellos.
Los recién llegados presentaban un estado lamentable, muchos sufrieron amputaciones a causa de las bajas temperaturas a las que estuvieron sometidos.
Para mí es una imagen imborrable, en unas condiciones extremadamente precarias de atención médica, ver ante mí a niños de 9 años, sin dedos, con los pies ennegrecidos dentro de unas palanganas, sus pequeños deditos se iban cayendo solos, pero tenían una sonrisa pintada en la cara. Les pregunté si les había merecido la pena todo lo que ha habían pasado, ver morir a familiares, perder las piernas, las manos... su respuesta fue que estaban satisfechos de haber cruzado, porqué preferían vivir en libertad.
Para mí fue una lección de humanidad muy importante.
NKT: Has documentado la vida en el exilio de los tibetanos que se han visto obligados a huir de sus países ¿Cómo es la vida de los exiliados?
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ALS: Es una situación realmente muy difícil. Primeramente se trata de personas indocumentadas, no tienen pasaporte de ningún país.
Llegar es muy complejo, atravesar las montañas o cruzar por otro tipo de caminos, también muy difíciles y siempre clandestinamente. Si son interceptados por la policía china o por el ejercito son inmediatamente devueltos a al Tíbet y pueden ser incluso recluidos en la cárcel o, como ha pasado en algunos casos, despojados de sus tierras.
A veces es la policía nepalí quien los intercepta y les obliga a retroceder a Tíbet, incluso se han dado casos de asaltos, disparos y robos, por parte de la policía, y últimamente también de encarcelamientos.
Si a pesar de todos estos filtros y dificultades, logran llegar al centro de acogida de Katmandú, deben esperar que en un autobús los traslade a Delhi donde se encuentra otro centro de acogida. Sin embargo el trámite es muy complejo, el alto Comisionado de Refugiados de las Naciones Unidas es el organismo encargado de realizar este complejo trámite que permitirá a los refugiados llegar a la India y poder ver al Dalai Lama. Pero, en esta situación obtener documentación, un carnet de refugiado, es muy complicado y, por ende, la vida de estas personas también lo es.
El gobierno tibetano en el exilio distribuye sus recursos en función lo que cada individuo pretenden hacer en la vida y por su edad. Los niños suelen entrar en el Tibetan Children´s Village, escuelas tibetanas que se han creado en el exilio. Los monjes suelen ser integrados en los monasterios, mucho reconstruidos en el exilio con los mismos nombres y siguiendo las tradiciones de los que existen en el Tíbet. Las personas que eligen hacer otro tipo de vida también reciben ayuda del gobierno.
Es muy complicado aunque, por otro lado, los que logran llegar lo hacen cargados de esperanza y dispuestos a encontrar su lugar en el mundo y en la vida.
NKT: ¿Crees que a nivel internacional se ha hecho todo lo posible para resolver este conflicto que ya dura 50 años?. ¿La comunidad internacional ha ejercido suficiente presión sobre China para que los derechos humanos sean respetados en el Tíbet?
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ALS: Es evidente que no. En los años sesenta las Naciones Unidas instó por dos veces a los gobiernos para que solucionaran este conflicto. Lamentablemente, todo quedó paralizado y no se ha vuelto a hablar de este tema.
China ha seguido aplicando su política represiva y la comunidad internacional, salvo casos muy puntuales, no ha hecho prácticamente nada.
El mismo gobierno español en este asunto está mirando hacia otro lado. Mientras algunos países como Francia o Alemania han reaccionado ante los últimos acontecimientos con manifestaciones e incluso planteando la posibilidad de un boicot a Los Juegos Olímpicos, el gobierno español no se ha manifestado en ningún sentido, y esta es la actitud de muchos otros gobiernos. Una actitud, a mi entender, muy lamentable.
Realmente no ha habido una verdadera presión. China es un objetivo económico primordial y esto a primado sobre la defensa de los derechos de los tibetanos.
NKT: Una de las acciones que se ha apuntado desde algunos países de la Unión Europea, es la posibilidad de consensuar un boicot a los Juegos Olímpicos de Pekín, si la violencia no cesa. Qué opinas al respecto, ¿Crees que se debería separar la política de acontecimientos como los Juegos Olímpicos? O por el contrario, ¿la participación de los países de la Unión Europea en un acontecimiento internacional tan importante, podría ser interpretada como una aceptación tácita de la política represora de China con el Pueblo Tibetano?
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ALS: Creo que política y deportes son dos cosas totalmente diferentes. Sin embargo el espíritu deportivo, la competición sana y justa, es algo que está muy ligado al respeto al ser humano. Los Juegos Olímpicos no son una lucha, sino una competición, hay valores en juego y el tema de los derechos humanos están muy relacionados con esto, son los principios básicos de la vida, del entendimiento y del respeto. No se si el boicot es lo que se debe hacer, pero me parece vergonzoso que un evento tan importante como los Juegos Olímpicos vaya a celebrarse, con el apoyo de la comunidad internacional, en un país donde el respeto hacia los derechos de los ciudadanos es mínimo.
El respeto de los Derechos Humanos debería estar siempre por delante de cualquier otra consideración
El Dalai Lama no quiere que los Juegos Olímpicos sean boicoteados, el pide una autonomía justa que les permita regirse según sus tradiciones y su cultura. Nada más.
NKT: China es un país que en los últimos años a vivido un desarrollo económico e industrial exponencial. Su protagonismo en la economía y el comercio internacional es cada vez más importante. ¿Crees que los intereses comerciales con China impedirá la defensa, en el plano internacional, de los derechos fundamentales de los tibetanos?
ALS: Creo que no debería ser así. Desde hace unos años existe una premisa para mandatarios y políticos de países de la Unión Europea según la cual, los Derechos Humanos deben ser puestos siempre sobre la mesa de negociación, en las reuniones con sus homólogos chinos. Aunque en ocasiones, esta premisa no se respeta.
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Hace unos años, cuando José María Aznar era presidente del gobierno español, viajó con un grupo importante de políticos y empresarios a China. La prensa española, como la de muchos otros países, sufría un gran desconocimiento respecto al tema del Tíbet. Nadie preguntó acerca de las conversaciones mantenidas a propósito de los Derechos Humanos. Solo un periodista preguntó si se había hablado de Derechos Humanos y concretamente del tema del Tíbet. Aznar contestó que se había hablado de esto en privado durante 15 minutos, pero no consta, ni las conversaciones que hubo, ni la manifestación que dijo haber hecho Aznar como representante de España.
NKT: Sin duda este es un conflicto incómodo para la comunidad internacional, y tu trabajo el reflejo de una tremenda injusticia. ¿Has encontrado dificultades para publicar este trabajo en los medios de comunicación?
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ALS: Yo he publicado muchos artículos sobre el tema tibetano, desde el ángulo político, social, cultural... Dificultades he encontrado muchas, empezando por el desconocimiento de los responsables de los medios con respecto a la situación del Tíbet. Periódicos importantísimos contaban con corresponsales en China que, por desconocimiento, estaban promoviendo y justificando la postura china con respecto al Tíbet.
Algunos medios consideraban el tema del Tíbet como algo trivial, una problemática lejana que solo preocupaba a unos extraños místicos y a cuatro estrellas de Hollywood, no le concedían prácticamente ningún interés.
También he encontrado a otra gente bastante más receptiva. Después de 11 años de trabajo tengo decenas de miles de imágenes, de lo que se extrae un trabajo bastante consistente. Hay medios que así lo han interpretado e incluso personas del mundo del arte se han interesado e involucrado para exponer y hacer visible este trabajo.
Esta tentativa arranca con mucho interés y con mucha fuerza, pero pronto se ve lastrada por dificultades logísticas y prácticas. Los posibles patrocinadores se retraen del proyecto si tienen intereses con China, y lo mismo sucede con los espacios expositivos que dependen de la administración pública.
Al final he acabado por darme cuenta de que no es tan fácil poder exponer este trabajo y del enorme peso que tienen las sinergias políticas y económicas en los medios de comunicación.
La exposición TíBET, EL ÉXODO consta de 75 fotografías y está disponible para su exposición e itinerancia. Así mismo, el proyecto editorial sobre este trabajo fotográfico aún no tiene editor.
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Entrevista a Ángel López Soto en Canal Solidario
`La vida no tiene mucho sentido si uno la vive sólo para sí mismo´
Equipado con su cámara, Ángel López Soto viaja a los lugares más remotos del planeta para retratar los rostros humanos de Tíbet o India, la grandeza de personas volcadas en los demás e injusticias sangrantes que el mundo ignora.
Especializado en retrato y reportaje, este fotoperiodista de padres españoles y argentino de nacimiento publica sus trabajos en las revistas y los suplementos más prestigiosos de España y en publicaciones internacionales. Su objetivo presta especial interés a personas de India, Nepal, Tibet y otros países del mundo a los que Occidente apenas conoce.
Sus trabajos se exponen en galerías de renombre y han sido reconocidos por importantes certámenes, como el primer puesto de IV Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña (2001), merit en los Kodak Gold Awards, finalista en la sexta edición de los Premios Hoffman y selección entre las mejores fotos del Ortega y Gasset de 'El País' en 1999. Desde 1997, entre reportaje y reportaje, se dedica a lo que considera su proyecto personal: contar a través de imágenes, que se publicarán en un libro y formarán una exposición, la historia del pueblo tibetano en el exilio tras la invasión china de Tíbet.
Este año recibiste el IV Premio Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria, de Médicos del Mundo, por una serie de imágenes tituladas ‘El pie de Jaipur’. Me gustaría que me hablaras de estas fotografías y del libro de Javier Moro con el mismo título.
Tengo amistad con Javier Moro desde hace años, empezamos a trabajar simultáneamente en un reportaje. Él acababa de terminar ‘Las montañas de Buda’, que contaba la situación del exilio tibetano y dentro del Tíbet, y yo venía de India y de Nepal. Era el año 1997, cuando había iniciado el trabajo que estoy haciendo sobre el exilio tibetano en el mundo. Leí su libro y le dije que coincidía con el tema de mi proyecto, nos pusimos en contacto, hicimos un artículo, y a partir de ahí trabajamos juntos en cantidad de reportajes.
En un viaje a la India fuimos a visitar al doctor Sheti, que es el creador del ‘pie de Jaipur’. Moro ya había escrito el libro (bajo ese título) años atrás, entonces me lo presentó. En ese momento, todo quedó en una visita a la casa del doctor. En otro viaje posterior, ya fui encaminado a hacer un reportaje sobre el ‘pie de Jaipur’ para el ‘Magazine’ de ‘El Mundo’. Moro, por supuesto, escribió el texto. Ahí tuve la oportunidad de estar 15 días con el doctor Sheti, con todo su equipo, sus pacientes, de visitar los hospitales,... y me pareció una obra de las más alucinantes, porque el ‘pie’ no es una simple prótesis, sino que se adapta a las necesidades de la gente de allí, que son muy diferentes a las que podemos tener los occidentales.
En India y otros países orientales se sientan en el suelo, caminan sobre superficies irregulares, no usan zapatos. El mérito de este proyecto es que fue desarrollado tras 40 años de trabajo, gracias a los mismos artesanos de la zona, que colaboraron con el doctor Sheti. El ‘pie’ cuesta sólo unos cinco dólares, si se rompe, ellos mismos lo reparan, con las materias primas que tienen ahí, mientras que una prótesis suiza, aunque puede ser excelente, si se rompe no se puede reponer porque cuesta una fortuna, y además, no se adapta tan bien a las particularidades de esta gente.
La obra del doctor Sheti también destaca por la manera que él tiene de escuchar a los pacientes, todo lo contrario de lo que pasa aquí, donde te suelen despachar rápido. Su filosofía es totalmente diferente. Me decía: “la gente es la que me da la información, sabe dónde les duele, qué le molesta, cómo se siente. Yo tengo que escuchar y entender, y ya está”. A mí, ese hombre me asombró mucho.
Háblame de las fotos sobre el ‘Pie de Jaipur’ que obtuvieron el primer puesto del Premio Luis Valtueña.
Yo presenté tres fotografías del ‘Pie de Jaipur’, normalmente se conceden a una foto, pero el hecho es que las tres guardaban relación y contaban la historia, más o menos. Entonces, el jurado decidió darle el premio a las tres juntas. En la primera, se muestra a un niño que viajó desde otro Estado de la India hasta Jaipur a que le implantaran una prótesis, él había perdido una pierna tras ser atropellado en un accidente por un camión, y en la foto aparece con la pierna mutilada. En la siguiente, se ve el molde de un pie y, a su lado, un artesano con piernas artificiales. Y la tercera foto muestra al niño sonriente ya con su implante.
¿Viene gente de otros países a conseguir este tipo de prótesis?
Sí, pero además, ellos tienen un equipo compuesto por dos o tres personas que puede ir a cualquier lugar del mundo. Van a estos países durante dos o tres meses y entrenan a los artesanos locales en la creación de las prótesis. Son elementos que se encuentran en cualquier parte.
Para realizar el libro de fotografías sobre los exiliados tibetanos, ¿a qué países tienes que viajar?
En 1997 empecé con este proyecto, la idea entonces era hacer un reportaje bastante grande sobre el exilio tibetano en India, Nepal, Bután y los países de la zona. Luego, cuando vine aquí, al revisar el material me di cuenta de que podía seguir más tiempo trabajando en ello, a largo plazo. Desde entonces, he hecho montones de viajes, a India, a Nepal, Canadá, diferentes países de Europa,... Es un trabajo de hormiga, de momento se han publicado muchos reportajes de estos temas. Pero el libro y la exposición, que son mis cometidos, aún no están terminados, lo estarán cuando yo lo sienta. Es un proyecto personal también y cuanto más investigas un tema, más vas conociendo, y quiero tratar de ser lo más objetivo posible, sin dejarme llevar por impresiones ni pasiones, sino reflejar la situación real y global de este exilio.
Los tibetanos exiliados, ¿están repartidos por muchos lugares el mundo?
Hay, aproximadamente, 130.000 tibetanos en el exilio. Siguen escapando del Tíbet, cruzan las montañas, a 6.000 metros de altura, en pleno invierno muchas veces, muchos mueren, sufren congelaciones. Hay familias que mandan fuera a sus hijos, sabiendo que posiblemente no podrán volver a verlos jamás en su vida, para que estudien en el exilio, en libertad, en las escuelas existentes en los monasterios tibetanos que hay por ejemplo en India. La situación es bastante dura y dramática dentro de Tíbet.
El grueso de estos 130.000 tibetanos se encuentra en India, con unos 100.000; en Nepal, hay alrededor de 20.000; luego en Suiza, se encuentra la comunidad más grande de Europa, con 2.000; en Estados Unidos viven unos 4.000; en Canadá, creo que sobre 800; Francia e Inglaterra, albergan a 200 ó 300 cada una; y en España no llegan a los 30. Están diseminados, y yo trato de reflejar la situación en la que están viviendo fuera de Tíbet.
¿Has tenido la ocasión de conocer en persona al Dalai Lama?
Sí, lo he visto en diferentes lugares, pero tuve una audiencia particular con él en agosto de 1998 en Dharamsala [refugio espiritual del Dalai Lama y sede del Gobierno tibetano en el exilio], en la que le hablé del proyecto en el que estaba trabajando y tuvimos una sesión de fotos. Miraba las fotos de los tibetanos con gran curiosidad, había cosas que no había visto nunca o desconocía, porque les llega muchísima información, pero parcial. Yo me he metido por lugares perdidos, donde no suele ir mucha gente.
¿Cómo surgió en ti este interés por Tíbet?
Me viene desde hace mucho tiempo. Cuando tenía 17 años me empezaron a llamar la atención todos estos reinos lejanos y mágicos, misteriosos, místicos. Fue como una semilla que fue quedando ahí, madurando poco a poco y, entonces en un momento determinado, yo me di cuenta de que como fotógrafo y periodista tenía una misión, que era la de transmitir a los demás las cosas que iba captando. En un momento, empecé a dirigirme a causas más sociales y humanas, porque creo que la vida quizás no tiene mucho sentido si uno la vive para sí mismo y nada más.
Entonces, asumir un compromiso, una responsabilidad, hacer algo por los demás, es algo altamente beneficioso, en todos los sentidos, inclusive para uno mismo. Todos tenemos la obligación de hacer algo por este mundo. Desde que empecé a tener en cuenta todo esto, que es un proceso puramente personal, interior, veo ciertas causas que me interesan como fotógrafo y como persona. El tema de Tíbet me estaba llamando desde hace tiempo, y como no puedo dedicarme a muchos temas que me lleven muchos años de mi vida, tuve que elegir, y ésta fue mi elección. Sigo otros temas paralelos, que pueden tener continuidad, pero éste es el tema grande para mí.
¿Apoyas la causa del Tíbet, además de con tu cámara y tu trabajo, con un activismo personal? ¿Colaboras con alguna organización?
Sí, mi activismo surgió por la propia inercia del movimiento, conocí a Armando, que es el presidente del Comité de Apoyo al Tíbet, y vi el trabajo que estaba haciendo desde hacía casi 20 años, por aquel entonces. En España, no se conoce nada sobre la situación de Tíbet, como la de tantos otros lugares del planeta. Las referencias que se tienen son vagas, parciales, y luego, algo más todavía: los medios de comunicación aquí no tienen ni idea de lo que está pasando allí o no les interesa.
Aparentemente, es un tema de esnobs, de buscadores espirituales o de artistas de Hollywood, y nada más falso que esto. Ése puede ser uno de los aspectos, y reconozco que hay una cierta moda, pero eso no quiere decir que la causa tibetana sea una cuestión frívola. Hay números concretos avalados por Amnistía Internacional, por juristas internacionales, por gobiernos de muchos países,... donde se puede demostrar claramente cuál es la situación de este pueblo.
Están invadidos [por China en 1949, que anexionó Tíbet a su territorio] y están perdiendo todos sus derechos y sus señas de identidad. Muchos se encuentran presos, han sido torturados, machacados, y a cualquier persona le hacen renegar de sus creencias, de su fe y de sus tradiciones. Debido al poco interés que hay aquí y a la desinformación y falta de información, decidí participar de una forma más activa, a través de los vehículos por excelencia que existen en este país, el Comité de Apoyo al Tíbet (en Madrid) y la Casa del Tíbet (en Barcelona).
Has conocido en Nepal a la profesora catalana Vicky Sherpa, ¿cuál ha sido su aportación a este país?
Vicky ha revolucionado la educación en Nepal. Es maestra y a su vuelta a España de un viaje a Nepal se dio cuenta de que éste era su lugar. Regresó allí, sola, y empezó a trabajar en una escuela tibetana. Creó una escuelita en una zona muy deprimida de Katmandú y el proyecto fue creciendo tanto que acabó formando a otros maestros locales, en colaboración con la Universidad de Vic (Cataluña) y de Nepal.
Pronto surgieron los problemas, por intereses políticos quisieron echarla del país, por lo que se casó con un sherpa [para conseguir el permiso de residencia] y adquirió el nombre de Victoria Sherpa. Es una persona excepcional. Hago fotos para que lleguen a la gente, no fotografío a personas banales. La cámara es mi herramienta para hacer llegar información a la gente y quizás así se anime a colaborar. Es una especie de círculo. Cada uno tiene una misión; la mía es hacer fotos y comunicar situaciones.
En tu último viaje a la India tuviste la oportunidad de conocer a Vicente Ferrer, ¿fue un encuentro fortuito? ¿qué ha conseguido su fundación por las poblaciones más empobrecidas?
El encuentro fue casi fortuito. Fui a la India con Juan Carlos de la Cal, de ‘El Mundo’, a hacer un reportaje en Gujarat, sobre las consecuencias del terremoto, para mostrar la situación de la zona más de medio año después de que sucediera. La fundación de Vicente tiene allí a un grupo de gente trabajando en estos momentos en la reconstrucción de ciertas aldeas. Allí conocí a Moncho Ferrer, el hijo de Vicente, y estuvimos con él unos cuantos días, en los que nos enseñó parte de la zona. Entonces, a raíz de las conversaciones que mantuve con él y de compartir esa situación, me entró el interés por ir a Anantapur a ver la fundación. Y no estaba previsto dentro de mi viaje, ya que después tenía todo programado y concertado para viajar al sur de la India.
Cambié mi itinerario y me marché por una semana a Anantapur. No ha sido suficiente tiempo para verlo todo, porque es inmenso, pero sí para obtener una impresión general. Conocí a Vicente, vi la obra que están desarrollando, cómo incide en la población –aproximadamente, dos millones de personas son beneficiarias-, y bueno, es descomunal, algo impresionante, fabuloso,... yo me quedé totalmente sorprendido.
Los programas de la fundación hacen mucho hincapié en la educación, para que las personas sean las artífices de su propio desarrollo y tengan las riendas de su vida. Allí, ¿has visitado escuelas, talleres?
Sí. Según los datos que me proporcionaron, en el último año han levantado casi 300 escuelas nuevas, que son el pilar fundamental de la educación y del futuro de esta gente. Las escuelas tienen varias funciones, además de dar clases, hay reuniones de mujeres, actos sociales, bodas, etc. He visitado muchas, y en comparación con las escuelas del Gobierno indio, la diferencia es abismal. Las escuelas de la fundación son un sueño, un paraíso, están pintadas con diez mil colores, que además educan porque dibujan un eclipse, fórmulas matemáticas, a Gandhi, etc., etc., son modernas, limpias, impecables.
También hay proyectos de sanidad y numerosos programas para ayudar a la gente a ganarse la vida. Muchas personas tienen problemas en el campo, porque dependen fundamentalmente de la cosecha de cacahuetes, en una zona muy seca, y si hay una mala cosecha, están perdidos. Por ello, la fundación tiene proyectos alternativos para que esta gente pueda ser lo más autosuficiente posible y no tenga que depender de este producto. Buscan cultivos alternativos, he visto a cantidad de voluntarios, como un agrónomo que trabaja en un proyecto para enseñarles a plantar mangos y tamarindos, que se adaptan muy bien a la zona y la venta de estos productos significa mucho dinero.
Hay microproyectos fabulosos. Por ejemplo, en una escuela, a los niños menores de tres años y a las mujeres embarazadas y que acaban de tener bebés, les dan un huevo dos veces por semana y un plátano cada diez días. Esto les proporciona una cantidad de nutrientes que necesitan para su desarrollo. A cada persona, al mes, les supone unas 45 rupias, que en pesetas pueden ser 160-200, lo que hace la fundación es absorber 35 de esas rupias y el resto las pagan las familias, para crear así un compromiso de participación y hacerles ver que las cosas no son gratis si vienen de arriba. Se trata de cosas que aparentemente son menores y, sin embargo, tienen una gran repercusión en el futuro de la gente.
¿Qué impresión te causó Vicente Ferrer?
Por impresión e intuición, he visto en él a una gran persona. Todas las grandes personas emanan algún tipo de energía o tienen un aura que está ahí presente. Sobretodo, le vi una tranquilidad tan pasmosa que le pregunté luego a gente que le conoce bien si alguna vez se había enfadado, había gritado o había perdido los nervios, y una persona me dijo: “nunca en mi vida lo he visto de otra manera”. Sobretodo, destaca la humildad de una gran persona, la sencillez.
Cuando iba a retratarlo me disponía a situarle en una silla de mimbre con un respaldo ancho y me dijo “esto es un poco ostentoso, busquemos algo más simple”, porque era como una especie de trono. Él es muy sencillo, en su vestimenta, en todo. No sé, creo que ésa es la diferencia entre una gran persona y una persona famosa. Una gran persona puede ser muy simple y su ser muy grande, normalmente está dedicada a los otros, mientras que el otro tipo de personas es básicamente egoísta.
Los trabajadores de la fundación, ¿te contaron como era la zona antes de que Vicente Ferrer llegara? Ante las suspicacias que levantaba, por su capacidad de convocatoria popular y su labor por los más pobres del país, las autoridades le desterraron a la región más remota y abandonada de la India.
Según Moncho, Vicente se encontraba en el estado de Maharashtra, donde está Bombay, ahí tuvo problemas, las autoridades le quisieron echar del país, hubo una revuelta impresionante. Entonces, él preguntó cuál era el lugar más pobre y miserable de toda la India, alguien le dijo que Annantapur y se fue allí. Al principio, su obra la iniciaron sólo él, su mujer y otra persona. Treinta años después tienen “un imperio”, algo que ha crecido de manera desmesurada, con obras impresionantes.
En una ocasión le pregunté a Vicente: “tú que has vivido tantas cosas y has visto cómo cambiaba la India, transformaciones en el mundo, ¿qué te parece, que las cosas están mejor o peor que antes?”. Y me respondió que, evidentemente, estaban mejor. Yo, personalmente, tengo mis dudas. Por un lado, creo que hemos avanzado y, por otro, que vamos para atrás.
A tu parecer, ¿en qué hemos avanzado y retrocedido?
Hemos avanzado en cuanto al progreso en general, que tiene sus aspectos buenos, ¿no? Avances tecnológicos, médicos,... evidentemente son positivos. Pero quizás no ha evolucionado eso paralelamente con la conciencia. No nos hemos preocupado de educar a nuestra gente para que pueda absorber los progresos de una manera positiva. Es decir, ha crecido quizás más el egoísmo.
Entonces, utilizamos las cosas de forma equivocada. No hay más que ver lo que le estamos haciendo al planeta, los desastres ecológicos, sin mencionar los temas de las guerras, los intereses, etc. En los países ricos nos hemos hecho cada vez más autistas, pero en los países en desarrollo también se cometen destrozos medioambientales, aunque en muchos casos por falta de educación.
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Artículo de opinión de Ángel López Soto por encargo de Yo Dona, suplemento de fin de semana de El Mundo
¿Por qué Tibet?
Desde que en diciembre de 1997 comencé a documentar con mis fotografías la diáspora tibetana a lo largo del planeta, escuché esta pregunta muchas veces. ¿Por qué Tibet cuando hay tantos conflictos y situaciones de injusticia en el mundo? Esta pregunta se convirtió en un tema recurrente. Yo no pensaba en la respuesta, simplemente proseguía mi recorrido para conocer la situación del pueblo tibetano, ya fuera en los asentamientos de refugiados de India y Nepal; o en las altas cimas del Himalaya con sus caravanas de yaks transportando sal y grano; o en compañía de Palden Gyatso y otros muchos monjes y monjas encarcelados, torturados y vejados por no renunciar de su fé.
En estos largos nueve años he viajado a Canadá, Francia, Inglaterra, Holanda y España, visitando a algunos de esos 150.000 refugiados tibetanos dispersos por el mundo (en 2007 y 2008 visitaré Estados Unidos y Suiza, donde se encuentran las comunidades más grandes en occidente y nuevamente India y Nepal). He visitado y entrevistado al Dalai Lama en su residencia de Dharamsala y documentado parte de sus actividades en India y en Europa.
Retraté a niños y adultos que cruzan cada año las montañas que los separan de la libertad por el paso de Nangpa La, a 6000 metros de altura, cerca del campamento base del Cho Oyu en el Himalaya. Muchos huyen en invierno para no ser detectados por el Ejército chino, que en esa época relaja la vigilancia debido a las gélidas temperaturas. Ese mismo frío hace que, en la huida, algunos mueran por congelación o pierdan sus dedos, pies o manos debido a ella. (En You Tube podemos ver en una grabación reciente hecha por unos montañeros europeos en la que un grupo de tibetanos es tiroteado por soldados chinos (¿Es delito buscar la libertad?).
El septiembre pasado he cruzando Tibet de norte a sur en el recién inaugurado tren que llega a sobrepasar los 5000 metros de altura en su recorrido, la obra de ingeniería más ambiciosa y compleja ejecutada por China después de la presa de 'Las Tres Gargantas'. Una obra que, según el gobierno chino, terminará por desarrollar Tibet -o continuará con la colonización y explotación de éste, según dicen las voces en el exilio, los grupos de derechos humanos y los defensores del medio ambiente-. En la continuación de mi viaje por carretera desde Lhasa, capital del país, a Kathmandu, Nepal, vi monasterios donde antiguamente vivían cinco o seis mil monjes y en los que apenas quedan ya quinientos, convertidos por las agencias de turismo en reclamos publicitarios y cuya actividad interna es regulada por el Gobierno –que cuenta hasta con dependencias policiales en su interior-. Qué diferencia con los grandes monasterios construídos en Karnataka, India, a semejanza de los originales en Tibet, donde miles de monjes se forman de acuerdo a sus tradiciones y sin control o restricción alguna.
Eduardo Galeano dijo que la riqueza de nuestro mundo está en la diversidad y en este mundo de 'bobalización' tendemos a la homogeneidad y la consecuencia es la desaparición de valores, tradiciones y costumbres que nos diferencian, pero que al mismo tiempo nos complementan y enriquecen.
En 2009 se cumplen 50 años de la invasión de Tibet por China. Mientras, los políticos, empresarios y consumidores del planeta se preocupan en comerciar para obtener beneficios materiales a corto plazo con la imparable potencia del siglo XXI, la ONU acusa a China de violar sistemáticamente los derechos humanos. No se respetan las condiciones dignas en el trabajo, se permite la explotación infantil y las discriminaciones hacia los emigrantes internos. La ONU denuncia los abortos forzosos de niñas y la falta de libertad religiosa, seña de identidad de la cultura tibetana.
A poco más de un año para el inicio de los Juegos Olímpicos de 2008, la libertad de información y los derechos de los ciudadanos no sólo no han mejorado, sino que han ido a peor. Amnistía Internacional habla de 8.000 a 10.000 ejecuciones por condenas a pena de muerte ¡otro record mundial chino!, de la extracción de órganos de presos ejecutados para transplantes, del control y censura de los medios de comunicación (en el último año aumentó la represión contra los periodistas –nacionales y extranjeros-), de la censura en Internet, etc. ¿Se siguen preguntando que por qué Tibet?
Creo que con la desaparición de una tradición, un pueblo, un río, una especie animal, un libro, un conocimiento, desaparece parte de nosotros mismos, de la gran familia humana.
Creo firmemente que la desaparición de una cultura tan rica como la tibetana sería una gran pérdida para la humanidad.
Creo que cada persona puede colaborar, dentro de sus posibilidades y entorno de influencia, a que la realidad sea un poco más grata. Eso lo aprendí de los tibetanos. Como periodista aporto mi trabajo esperando poder comunicar lo que veo, descubro y conozco. Es lo que me toca.
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