Subida al Aneto.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
El Valle de Benasque
Por Enrique Sancho
Los lugareños del valle de Benasque, en el Pirineo de Huesca, son un tanto tímidos. Conscientes de que guardan una joya, no les gusta alardear de ella. Durante años su eslogan turístico fue “El valle escondido” aunque a muchos no les gustaba por lo de escondido, pero expresaba bastante claramente lo que define a este lugar. Lamentablemente, su valle, tan celosamente guardado, saltó a las primeras planas de los periódicos y a las portadas de los telediarios cuando el río Ésera que lo atraviesa recibió hasta 50 litros por metro cuadrado el pasado 18 de junio, que se unieron a las ya crecidas aguas por el deshielo primaveral y arrastraron puentes, carreteras, muros y parques infantiles. Cientos de personas fueron evacuadas pero no hubo víctimas. Eso sí, se pensó que la temporada turística quedaba arruinada.
Pues no, al menos no del todo. Junio fue malo, pero la rápida reacción del vecindario, el Ayuntamiento y los empresarios consiguió que en poco tiempo todo volviese a la normalidad y los meses de julio y agosto han sido incluso mejores que el año pasado. El esfuerzo ha sido premiado con la Placa al Mérito Turístico que otorgó el Consejo de Gobierno de Aragón a la Asociación Turística Valle de Benasque “por su importante contribución al desarrollo y difusión de los valores turísticos del Valle de Benasque, lo que ha originado un incremento en el número de visitantes a este valle, considerado como uno de los destinos turísticos de montaña más importantes a nivel nacional e internacional”.
Y es que, en efecto, Benasque y su valle ya no están tan escondidos y sus encantos se muestran abiertamente a quienes quieran descubrirlos. A poco más de cuatro horas desde Madrid (dos de AVE a Huesca y otras dos de autobús o coche hasta el centro de la población), esta villa y sus bellos alrededores son un privilegio para quien los visitan y una verdadera sorpresa por los recursos que ofrece, muchos de ellos de muy reciente creación. El valle de Benasque es el más abrupto y bello de cuantos conforman los Pirineos. Con sus más de 30 pueblos y villas, con su arquitectura altoaragonesa, sus iglesias románicas, sus costumbres, su lengua es, sin duda, un lugar de encuentro y reposo obligado en la visita a los Pirineos.
El valle de Benasque sabe mucho de esfuerzos y también de logros. Tierra de paso en una dura travesía de los republicanos que huían a Francia durante la Guerra Civil, de contrabandistas y de maquis en los tiempos duros, de emigrantes en los años 40 y 50 que acabaron en la Guinea Española y Fernando Poo, –como bien ha contado la actual alcaldesa, Luz Gabás, en su best seller “Palmeras en la nieve”–, de inviernos muy fríos y de pendientes eternas… Pero el resultado, hoy, compensa todos los sacrificios.
Benasque ofrece todo lo necesario para la práctica de casi cualquier deporte y para todos los niveles, desde el que desea iniciarse en alguno de ellos, hasta los veteranos que tratan de batir sus propios retos. Haciéndolo por libre o con la ayuda y asesoramiento de una empresa especializada. Bajar por aguas salvajes en kayak, lanzarse al vacío en parapente o montar en bicicleta (eléctrica para los más comodones) por escenarios idílicos son parte de la amplia oferta que define a los llamados deportes de aventura. La mayoría de ellos añaden un valor con el que no pueden competir otros deportes más populares y masificados: las inyecciones de adrenalina llevando a cabo estas prácticas son inigualables. Por tierra –pesca, montañismo, escalada, esquí de fondo y alpino, excursión en quad, espeleología, vías ferratas, excursiones a caballo…–; por aire –parapente, ultraligero, ala delta…–; o por agua –rafting, hidrospeed, kayak, descenso de barrancos, aguas tranquilas… todas las posibilidades están al alcance de la mano.
Parque Natural Posets-Maladeta.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Naturaleza viva
En cualquier de las aventuras que se emprendan, la naturaleza sale al encuentro y se muestra en toda su grandiosidad. Uno de los paseos imprescindibles es el que atraviesa parte del Parque Natural Posets-Maladeta, con un impresionante conjunto de 13 glaciares, 95 lagos de origen glaciar y cascadas de gran belleza, para llegar al Forau d’Aiguallut donde se encuentran las aguas que, tras su viaje subterráneo, dan nacimiento al río Garona y la impresionante cumbre del Aneto que con sus 3.404 metros es la más alta de todos los Pirineos. Se trata de una caminata por un camino perfectamente señalizado de unas dos horas ida y vuelta, que los recios muchachotes del valle califican como “llano” y, aunque no hay que creerles, en realidad tampoco ofrece mucha dificultad. En el recorrido se vislumbran pastos, abetos, pinos y robles con boj. También turbas, setas y pequeñas plantas carnívoras. Sin buscarlos, salen al paso las cómicas marmotas y los elegantes armiños, no tan fáciles de ver el águila real, el quebrantahuesos, la nutria y el urogallo. Y a evitar totalmente, víboras y culebras…
Pero hay más posibilidades. Desde pequeñas escapadas de unas horas hasta travesías de varios días, pernoctando en alguno de los múltiples refugios de montaña, son innumerables las opciones que el valle ofrece para la práctica del senderismo.
Claro que cuando llega el invierno y senderos, valles y montañas se cubren de nieve, Benasque ofrece su otra cara, tal vez la más conocida y atractiva para muchos. Porque aquí, a un paso de Benasque se encuentran las propuestas del grupo Aramón que integra la mayor superficie esquiable de España y con una cifra de esquiadores y visitantes que le sitúa como líder del sector con más de un 20% de cuota de mercado. Este grupo integra y gestiona cinco estaciones: Cerler, Panticosa y Formigal, en el Pirineo aragonés, y Javalambre y Valdelinares, en el Sistema Ibérico turolense.
Cerler es la más próxima a Benasque y es la estación más alta del Pirineo aragonés. La belleza paisajística de la estación, rodeada de más de 60 picos que superan los 3.000 metros de altura hace de Cerler una estación con un extraordinario encanto natural. Sus pistas y remontes se reparten a lo largo de dos valles: Cerler y Ampriu en los que el esquiador encuentra todos los servicios necesarios para su comodidad en la estación: remontes que eliminan filas de espera, una amplia oferta gastronómica y un moderno sistema de nieve artificial, que aseguran el disfrute de la nieve durante toda la temporada de esquí.
En los últimos años han surgido muchos deportes relacionados con la nieve, que permiten disfrutar de la naturaleza en su estado más puro. Cada uno de ellos tiene aquí su espacio privilegiado. El esquí nórdico es el primer deporte de nieve que se empezó a practicar en nuestro país, pero desde luego no es el único. Fruto de la evolución de las técnicas que tradicionalmente utilizaban los habitantes de las montañas para desplazarse, o bien, de la importación de otros países, se han multiplicado las opciones para disfrutar de la nieve y de la montaña en invierno: esquí nórdico y de travesía, freestyle, snowboard, escalada en hielo, motos de nieve, raquetas de nieve, trineos…
Vista del valle de Benasque bajando desde Cerler.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Y también cultura
En el valle de Benasque todos los deportes son posibles, pero para los más tranquilos o los que después del ejercicio busquen algo más, también aquí hay posibilidades. Los espectaculares paisajes que regala a cada paso el valle de Benasque están jalonados por numerosas e interesantes muestras de arte románico. Junto a los templos, se alzan las viviendas del valle que fueron, durante siglos, unidad social y entidad básica de producción y autoconsumo. En las viviendas del valle se englobaban los establos y ganados, sus tierras, su pasado y el rango social que se desprendía de todo ello. Estas casas se construían principalmente con sillares de piedra, y sus forjados se realizaban de vigas de madera, mientras que los tejados se cubrían con lajas de piedra o pizarra. Las escasas ventanas solían tener un dintel de piedra o madera.
Benasque albergó la capitalidad del Condado de Ribagorza, por lo que, más allá de las casas tradicionales, cuenta con la presencia de edificios nobles en su atractivo casco urbano. El más llamativo es el Palacio de los Condes de Ribagorza o Casa Albar, totalmente restaurada y que constituye un bello ejemplo de arquitectura renacentista. También destacan otras construcciones como Casa Faure, Casa Juste o Casa Suprián, en Anciles. Naturalmente en Benasque y los otros pueblos del valle abundan los hoteles de todas las categorías, muchos de ellos dotados de balnearios y spas para encontrar el relax adecuado tras las jornadas activas.