Por LUCAS DE LA CAL
Corresponsal de EL MUNDO en Pekín
Martes, 19 enero 2021
Unos 150.000 tibetanos viven en el exilio por culpa de la presión del gobierno chino, muchos de ellos enfangados en un limbo administrativo. Durante dos décadas, el fotógrafo argentino Ángel López Soto ha seguido sus huellas
Geopolítica. El Tibet socialista que quiere Xi Jinping:
Las avalanchas en el techo del mundo sepultaron a ancianos y niños. Otros, murieron congelados. En pleno invierno, a más de 6.000 metros de altura, sólo los más fuertes lograron sobrevivir al Himalaya. Aquel diciembre de 1997, de un grupo de 40 familias que huyeron del Tíbet, únicamente 20 llegaron hasta Nepal, a un centro de acogida en Katmandú. El fotoperiodista argentino Ángel López Soto pasó varias semanas con ellos, escuchando sus historias y retratando sus miedos. Fueron sus primeras fotos de la diáspora tibetana, del exilio de un pueblo que tuvo que escapar de su tierra para poder mantener su identidad.
En ese viaje, Soto coincidió con el premiado escritor Javier Moro, que acababa de publicar Las montañas de Buda, un libro en el que narra la huida a pie y a caballo durante dos semanas del Dalai Lama en 1959, nueve años después de que la China de Mao Zedong invadiera el Tíbet. «Al Dalai Lama lo conocí en 1998, en la ciudad india de Dharamshala, donde se había asentado el Gobierno tibetano en el exilio», cuenta el fotoperiodista. «Lo puede seguir durante dos semanas en sus actividades cotidianas, tanto espirituales como en las audiencias donde recibía a los exiliados que escapaban de las montañas del Tíbet por la represión de China».
Durante más de 20 años, Soto ha estado capturando el exilio tibetano por todo el mundo. Un trabajo que a partir del miércoles se puede ver en la exposición Tíbet, una cultura amenazada en el Teatro Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa de Madrid. En total, va a presentar alrededor de 100 fotografías de personajes, paisajes y templos que cubren un viaje de ida sin vuelta de uno los pueblos más amenazados del mundo.
«Si tuviera que escoger una foto, me quedaría con los retratos a Palden Gyatso, que falleció en 2018. Fue uno de los monjes tibetanos más famosos, que estuvo 33 años encarcelado en campos forzosos de China y nunca renunció a sus creencias ni al apoyo incondicional al Dalai Lama. Fue torturado por ello. Cuando lo liberaron, compró a sus guardias de prisión las herramientas de tortura porque quería denunciar en el exilio la situación que estaban viviendo», explica Soto.
Las memorias de prisionero de Palden Gyatso las recogió el propio monje en su libro Fuego bajo la nieve. Fue arrestado en 1959, cuando la población de Lhasa, capital del Tíbet, se sublevó, pero China aplastó la rebelión dejando cerca de 10.000 muertos. El Dalai Lama logró escapar. «Me reuní varias veces al comienzo de los años 50 con Mao Zedong y parecía un hombre honesto. Me dijo que habían entrado en Tíbet para ayudarnos a convertir el país en una nación moderna, y que dos décadas después, cuando hubieran finalizado el trabajo, se marcharían. No cumplió ninguna de sus promesas», contó el Dalai Lama en una entrevista a EL MUNDO en 1999.
La noticia de su marcha recorrió todo Tíbet y provocó que miles de tibetanos huyeran a través de los altos pasos de montaña del Himalaya. Fue el caso de Thubten Wangchen. «Entonces yo era un niño de cinco años y crucé el Himalaya a los hombros de mi padre. Nunca se me borrará la imagen de los cientos de cadáveres que nos encontramos por el camino», recuerda este monje budista que hoy es el director de la Casa del Tíbet de Barcelona y miembro del Parlamento Tibetano en el Exilio.
Cuando logró llegar en Nepal, Wangchen y su familia estuvieron mendigando en las calles hasta que lograron algo de dinero para viajar a Dharamshala, el territorio que India había cedido a los refugiados tibetanos y donde ya se había asentado el Dalai Lama y más de 80.000 exiliados. «En 1982 viajé por primera vez a España y allí me quedé. Ahora me siento incluso más español que tibetano», dice el monje.
Wangchen ya tiene la nacionalidad española, pero ocupa uno de los 45 escaños del Parlamento tibetano de Dharamshala. No está reconocido internacionalmente, pero cuenta con un sistema administrativo y judicial propio. Ahora mismo acaba de finalizar la primera vuelta de las elecciones en las que los tibetanos en el extranjero pueden elegir a un nuevo presidente y a los diputados de la Administración Central Tibetana (CTA), un gobierno en el exilio.
«Seguiremos luchando por nuestros derechos y reconocimiento como pueblo independiente. Pekín tiene mucho cuento chino. Su política sigue siendo muy dura con el Tíbet. Pensábamos que cuando el presidente Xi Jinping llegó al poder iba a ser más comprensivo porque su padre era fan del Dalai Lama y su mujer es budista. Sin embargo, el Gobierno de China ha endurecido las detenciones, persecuciones y torturas en los últimos años», asegura el monje.
Se estima que más de 150.000 refugiados forman la diáspora tibetana. La gran mayoría se instalaron en la India, al cobijo de su líder espiritual. Aunque, en los últimos años, según datos de la Administración de India, el 44% de los exiliados que estaban en el país asiático se han marchado a Estados Unidos, Canadá o Europa. «Los tibetanos no son reconocidos oficialmente como refugiados en India, sobre el papel siguen siendo extranjeros y no es fácil que tengan buenos trabajos. Por ello, muchos están buscándose la vida en otros países», cuenta el documentalista Kunsang Tenzing, que también huyó con su familia de Tíbet cuando era un niño.
Hasta mediados de febrero, muchas de las fotos e historias del exilio aparecerán en la exposición del fotoperiodista Ángel López Soto. Tras dos décadas cubriendo el tema, aún le quedan proyectos pendientes. «Localizar a los 20 refugiados que encontré en mi primer viaje en las montañas de Nepal y saber si lograron recupera esa vida sin represión de la que huían en su país».
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