Sergio Godoy Peláez.
Foto © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
En el basurero de Cobán viven Erika, Rosalinda, Violeta, Félix, Angelito y muchos otros niños y niñas que han encontrado en Ciudad de la Esperanza `su hogar, su refugio´. Así lo define el sacerdote guatemalteco Sergio Godoy Peláez, que trabaja desde hace diez años en este proyecto, junto con la ONG española Manos Unidas. Su prioridad es ofrecer el acceso a una educación integral a los niños y jóvenes del vertedero, unos cuatrocientos en la actualidad. Asegura que Guatemala se ha vuelto más violenta, `la vida narco y las maras son la salida fácil para los jóvenes aunque sepan el peligro que ello comporta´.
La esperanza del basurero guatemalteco de Cobán – Entrevista a Sergio Godoy Peláez
Por María Álvaro Navarro
Introducción
En la región de Alta Verapaz, en Guatemala, trabaja desde hace once años el sacerdote Sergio Godoy. Esta región del país es la que concentra el índice más alto de pobreza extrema alcanzando casi el 38% y una pobreza total que supera el 78%. El religioso guatemalteco, con el apoyo de la ONG española Manos Unidas, inició hace más de una década el proyecto Ciudad de la Esperanza impulsando la educación de niños y niñas que viven junto a sus familias en el basurero de Cobán. Estas familias han hecho del oficio de guajeros su modo de vida. Buscan entre el contenido de las bolsas para vender el cartón, el plástico o las latas que encuentran e incluso víveres para su propia alimentación.
El proyecto que se llamó Ciudad de la Esperanza, ya que “poco más que esperanza les quedaba”, acoge en la actualidad a más de 400 niños y niñas desde la infancia hasta finalizar los estudios de bachillerato. No solo les acompañan en su etapa estudiantil si no que también están presentes con atención sociopedagógica, para fortalecer el entorno de familiar de los niños y jóvenes y para reforzar su proceso de aprendizaje.
En la barriada del basurero de Cobán, podemos encontrar historias como la de Erika una niña de 10 años con la madurez de una mujer adulta que debe cuidar a su madre enferma y que se resiste a dejar la escuela, Rosalinda víctima de abuso sexual, Bernardo quien a punto de terminar el bachillerato murió a causa de las balas del narco, Félix que a pesar de la pobreza que le obliga muchas veces a ayunar trabaja y estudia porque sueña con ser médico, Violeta que tiene el futuro comprometido porque padece de desnutrición crónica o Angelito que nació y crece luchando contra la adversidad mientras trabaja en el basurero. El sacerdote se enorgullece también cuando habla de jóvenes como Jerry o Wendy, que han logrado ir a la universidad y que están terminando sus estudios.
Algunos logran salir adelante, pero otros se quedaron en el camino, como Walter “El manteca” asesinado por un narco en mayo de este año. “Guatemala se ha vuelto más violenta, la vida narco es la salida fácil para los jóvenes aunque sepan el peligro que ello comporta y las maras siguen reclutandoles”, señala.
Tiene un convencimiento firme en que la educación es la clave para cambiar el futuro no solo de Guatemala, sino también del resto del mundo, y destaca el papel de las mujeres como fundamental en el desarrollo de sus comunidades. “Las mujeres tienen poco derecho a acceder a espacios de decisión, pero esto cambiará en la medida que vayan estudiando y se vayan empoderando”.
Entrevista a Sergio Godoy Peláez
¿Cuál es la prioridad de vuestros proyectos en la barriada de Cobán?
En este momento la infancia y la juventud en riesgo. También vimos la necesidad de crear una escuela de fin de semana para jóvenes y adultos que por su edad o situación económica no pudieron escolarizarse de manera formal. Algunas son jovencitas del basurero, pero también vienen muchas mujeres del área rural o de las barriadas a estudiar. Si nosotros directamente estamos atendiendo de lunes a viernes a 425 niños y jóvenes, el fin de semana esta escuela esta acogiendo a un promedio de 160 personas o más. Es increíble como cada año aumenta la cantidad de mujeres que quieren escolarizarse, que quieren aprender y que lo están consiguiendo. Cada vez hay una mayor conciencia del valor que tiene la educación y estas mujeres que ya han tenido la oportunidad de ir a la escuela insistan en que sus hijos estudien y terminen la carrera es un gran paso. Estamos sembrando cambios.
¿Cómo es la vida de los guajeros que trabajan en el basurero?
Empieza muy temprano con los chicos subiéndose a los camiones para ir por toda la ciudad a recoger las bolsas de basura de la gente. El resto de la familia se suma al basurero alrededor de las nueve y cuando los camiones llegan y empiezan a tirar las bolsas, la gente se afana por ir rompiéndolas y escarbando con mucha agilidad. Un trabajo muy duro que hacen mujeres, hombres y también niños y niñas. Luego les ves echando en su saco aquello que les interesa. Plástico, cartón, latas de aluminio y otros desperdicios. Es un proceso que dura horas. Los niños cargan con pesos enormes a sus espaldas, de hecho algunos tienen su estructura ósea deformada. Este es el día a día de esta gente. Incluso los domingos hay gente que está trabajando porque lo que recogieron durante la semana no fue suficiente.
Alumna de las clases de alfabetización de Radio Tezulutlán.
Foto © Comunidad Esperanza / Manos Unidas
¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan las familias del basurero de Cobán?
Para una buena cantidad de familias su mayor problema es el hambre, el acceso a lo que constituye la canasta básica de alimentos, una alimentación completa que aporte todos los nutrientes. También hablamos del acceso a una mejor calidad de vida, que puedan contar con servicios básicos, como los servicios de drenajes, de agua potable, de alumbrado eléctrico y de una vivienda en condiciones que diríamos es lo mínimo a lo que la gente tiene derecho, pero que esta a veces muy lejos de sus posibilidades.
En cuanto a problemas sanitarios, algunos niños tienen parásitos en el estómago o en la piel, sufren de desnutrición y de enfermedades bronco pulmonares. Aunque los niños del basurero pareciera que estuvieran vacunados contra todo. A los que logramos escolarizar en Ciudad Esperanza les brindamos un servicio de atención médica, salud física, y salud dental. Y esto ocurre mientras las autoridades tienen en el olvido los proyectos que tienen que ver con las barriadas marginales. Únicamente en los periodos que corresponden a la campaña electoral recuperan la memoria y se dan prisa pero mientras tanto nosotros estamos en el olvido.
En cuanto a los jóvenes que son vulnerables a caer en las redes de las maras o en el consumo de drogas, ¿Qué proyectos realizáis con ellos?
Llega un momento en el que los chicos y chicas comienzan a plantearse como ocurre con otro niño de cualquier otra parte del mundo su identidad personal. Hay niños que han crecido viendo violencia contra la mujer en su hogar, a su hermano mayor u otro miembro de su familia enrolado en las maras o expuestos a la violencia de la televisión y eso es lo que aprenden. Estos se vuelven sus referentes de identidad. Lo nuestro es ir transversalizando en la educación una serie de valores y mensajes que les ayuden a entender que la vida tiene otro sentido.
Tenemos espacios de reunión especialmente con los estudiantes del nivel medio. Hay casos en los que afortunadamente logramos detectar a los jóvenes que tenemos que sentar, darles terapia psicológica o advertirles que su vida está en peligro. Colaboramos con una sección de la policía nacional civil que depende de la sede central en Guatemala y que está destinada a ayudar en temas de prevención de las drogas y la violencia. Hay muchos chicos que han caído en el problema de las drogas, o que están a punto de hacerlo porque las maras los están presionando o porque hay un narco queriendo que comercien con esa droga.
Las niñas por su parte a veces tienen un modelo de mujer desestructurado, porque han visto como sus madres eran víctimas de violencia física en el hogar o habían sufrido abusados sexuales. Situaciones personales que hacen que pierdan la estima personal o se resignen a que la vida es dura y que tienen que ser duras también. Pero en la mayoría de los casos podemos salvar a estos chicos y chicas e intentar que mejoren sus vidas.
¿Qué significa para estos niños la Ciudad de la Esperanza?
Es su hogar, su refugio. A veces son las cuatro de la tarde y hay que irse a casa y no se quieren marchar. Me gusta ver la felicidad que experimentan al estar ahí y el afecto que reciben y que ellos mismos nos dan a los que trabajamos con ellos, te abrazan o viene el día del padre y te hacen una tarjetita. En cosas así te das cuenta. Es un espacio para ellos vital, en el sentido que va a dejar una huella en su historia personal.
¿Qué sueños tienen los niños y los jóvenes de Ciudad Esperanza?
A mí me llamaba mucho la atención al principio preguntarle a los chiquitos del basurero que querían ser de mayores. Algunos me decían que no lo sabían y otros que querían ser policías o soldados. Con el paso de los años resulta que comienzan a cambiar sus expectativas y hay alguien que me dice yo quiero ser maestra, yo quiero ser médico. Hace unos días se me acercó una de las chicas que termino su tercer año básico casi llorando y me decía que sus escasos ingresos no permitían a su familia que ella siguiera estudiando.
Ella tenía claro que quería seguir con su formación porque me decía que no quería tener la misma vida que su madre y que no quería tener un bebe tan pronto, que aun era muy joven. Esta chica sueña con ir a la universidad a estudiar derecho y lo único que necesita es el equivalente a 30 euros para pagarse el colegio, la inscripción y los útiles. Esta chica ya sueña, ya sabe lo que quiere. Nosotros solo tratamos de esculpir y sacar desde adentro los sueños de estos niños y niñas, y lo que quieren llegar a ser el día de mañana.
¿Es la educación la clave que cambiará la situación en Guatemala?
En Guatemala y en el mundo. Pero es necesario una educación de calidad, una educación integral. Me refiero al hecho de que Guatemala no tiene una buena reforma educativa, además tiene una clase magisterial por lo menos en el sector público que es un desastre escasamente comprometida. Maestros mal formados que no entienden que tocar la vida de un niño y transmitirle mal los conocimientos es construir una sociedad mediocre. Nosotros apostamos por que la educación tiene que ser de calidad en todos los sentidos, hay que ponerse al día en temas de pedagogía, didáctica y nuevas tecnologías.
Tenemos que reducir las brechas que hay entre un niño que estudia en un sector de frontera social como es el nuestro y un niño que estudia en un colegio pagando mucho de dinero, para que el día de mañana tengan las mismas oportunidades. Pero también una educación q les vaya despertando la conciencia del compromiso social, para ser elementos de cambio en la comunidad desde cualquier que sea su ámbito profesional.
(publicado en GEA PHOTOWORDS)
María Álvaro Navarro. Periodista valenciana afincada en Madrid dedicada a la comunicación de temas sociales. Máster en comunicación, cambio social y desarrollo. Ha trabajado en el departamento de comunicación de Cruz Roja Española y en Greenpeace España. También ha trabajado en el programa Medi Ambient de la televisión autonómica valenciana y ha colaborado realizando reportajes con diferentes asociaciones medioambientales.