El albino Emanuel Mukasa en Melilla.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
Emanuel Mukasa es blanco por fuera y negro por dentro. Esa sería la metáfora más suave para describirle como un albino típico africano. Su caso ha vuelto a recordarse estos días en Melilla, con las nuevas oleadas de inmigrantes intentando atravesar su valla. Lleva dos años esperando que alguien le diga que hacer con su vida. Salió huyendo de Uganda, donde los albinos son cazados como animales y en este tiempo encerrado en el centro de inmigrantes de la ciudad su caso sigue empantanado. En septiembre del año pasado GEA PHOTOWORDS le encontró en el mismo lugar donde está ahora. Y allí sigue…
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Por Juan Carlos de la Cal, miembro de GEA PHOTOWORDS.
En Melilla, frente al Centro de Extranjeros de Estancia Temporal (CETI), existe un poblado de chabolas con categoría de “kilombo”, esto es, aquellos poblados fundados por esclavos libertos en Brasil donde buscaban su espacio de libertad más allá de las cadenas que les oprimían. Los habitantes de esta aldea son los inmigrantes africanos que, tras atravesar la valla o la franja de mar que separa los dos mundos, viven encerrados en el centro cazando rumbo. Allí hacen lo que no les dejan dentro: beber cerveza, hacer sus fiestas, cohabitar entre ellos, comer su comida africana porque la que les dan les enferma…
Allí encontramos Emanuel Mukassa, un albino que nos contó los horrores que pasan los de su condición en Uganda; a un libio al que habían matado su mujer e hijos cerca de Misrata; a la viuda de uno de los inmigrantes que murió hace 15 meses aquí mismo al incendiarse una chabola (murieron 3 y ella estaba embarazada) ahora con su bebé en brazos; a un nigeriano que se ha hecho el jefe y se hace llamar “Obama”…
A Emanuel le vimos hace ahora un año y allí sigue. Ha concedido decenas de entrevistas en medios nacionales y extranjeros, el Defensor del Pueblo se ha interesado por su caso, las asociaciones de Derechos Humanos han abierto expedientes informativos sobre su situación… Pero allí sigue. Tiene 21 años aunque aparente casi 40. Y lleva dos en este poblado. Al principio uno no se da cuenta de que es diferente. Una gorra de enorme visera le tapa casi media cabeza. Lleva gafas de sol. Saluda serio, con timidez y dice que no quiere hablar antes de que nadie le pregunte. Da igual. Todos conocen su historia.
Su chabola es más que digna. Los cartones están protegidos por plásticos. Y está limpia. La cama hecha, algunos muebles restaurados, una estampa de la Virgen María, unas bolsas de comida sin abrir y, todo, envuelto en un denso olor a madera quemada. Es silencioso, le gusta hablar de Dios y está peleado con el mundo. Blanco por fuera, negro por dentro, carbonizado su interior por esta espera inacabable.
Sus padres murieron cuando era pequeño, en Uganda, al comienzo de una interminable guerra civil que se ha cobrado más de 300.000 muertos. Le recogió un pastor que lo tuvo encerrado en un pajar cuidando perros durante años para salvarle la vida. Allí aprendió Emanuel a esperar. Hasta que no aguantó más y se unió a un grupo de vecinos que emprendió el viaje a esa falsa esperanza llamada Europa. Recorrió 12.000 kilómetros en dos años en los bajos de un camión comiendo el pan y el agua que le daba el conductor. Le pagó con su propia sangre, un tesoro para muchos africanos que atribuyen a cualquier materia orgánica de los albinos poderes sobrenaturales. Y no quiere pensar en volver atrás.
Estos días no sale mucho del poblado. Muchas cámaras y pocas esperanzas. No le gusta el revuelo mediático de estos días en Melilla. También ha aprendido a ser prudente. Por eso no es fácil verle limpiando coches por el paseo o esperando a las puertas de algún supermercado esperando alguna limosna en forma de comida.
Mukasa esperaba que tras entrar a nado en Melilla desde Marruecos, consciente de que en Europa se conocía la persecución que sufren los albinos en su país, se le concedería asilo y por fin encontrar “un trabajo y conseguir así algo de dinero para mantenerme a mí mismo y ser libre”. Pero pasan los meses y siguiendo la política condenada no sólo por el Defensor del Pueblo sino también por ACNUR y por cuatro sentencias del Tribunal Superior de Andalucía, el gobierno sigue sin permitir a los solicitantes de asilo trasladarse a la Península. De hecho, sus tarjetas identificativas son de un color distinto a las del resto del país, rojas en lugar de amarillas.
ALBINOS PERSEGUIDOS
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El Albinismo es una condición genética hereditaria caracterizada por la ausencia de melanina en la piel, ojos y cabello. Sin embargo, el desconocimiento y las supersticiones han hecho que en países como Tanzania o Burundi se marginen, aíslen e incluso asesinen a los albinos. Un dato curioso, sin duda, es su alto porcentaje en el continente africano en comparación al europeo: una persona por cada 5000 allí, tres veces más que en Europa.
En Uganda, al igual que otros países africanos, en concreto en la región de los Grandes Lagos, hace siglos que se discrimina a los albinos. Los hechiceros los utilizan para elaborar las pociones mágicas que traerán prosperidad económica, fortuna y amor. Por otra parte, no sólo son víctimas de estos rituales sino también de la marginación social y el repudio familiar pues son consideradas como el resultado de una maldición llegada a la familia. Para los que consiguen evitar o huir de todas estas adversidades aún tienen que enfrentarse a su propia condición genética que bajo el sol africano desemboca en numerosos casos en cáncer de piel.
La persecución de los albinos en algunos países africanos saltó a la opinión pública internacional en 2008 con la denuncia de los asesinatos que sufrían en Tanzania. Según ONG internacionales y organizaciones como Cruz Roja Internacional, por una mano se puede llegar a pagar 400 dólares y 65.000 por todo el cuerpo. Su sangre, como cuenta Emanuel, otorga supuestamente poderes sobrenaturales a quien la bebe. Estos precios desorbitados por lo que terminará convertido en pócimas y amuletos, hacen pensar que sus clientes no son precisamente ciudadanos de la amplia mayoría pobre del continente, sino propietarios de explotaciones mineras y altos cargos empresariales y políticos. El albinismo afecta a una de cada 4.000 personas de raza negra, frente a su incidencia de uno cada 20.000 entre los blancos. Además esta población tienen una esperanza de vida de 39 años, una década menos que la ya bajísima media del continente africano.
Artículo publicado en GEA PHOTOWORDS el 30 de agosto de 2012.