Chinnadevi fue obligada a casarse de niña. Aquí aparece con su madre, discapacitada, y su abuela.
© Ángel López Soto
`Nosotras, Diosas y Esclavas´
CONSIDERAR SI UNA MUJER
Chinnadevi fue obligada a casarse de niña contra su deseo
Por Manuel Rivas
Soy Chinna Devi. Esta es mi abuela, Salamma, que tiene sesenta y cinco. Y esta es mi madre, Keshamma. La pobre está enferma, está de los nervios, por eso ríe y llora a un tiempo. Ahora tengo catorce años, pero cuando me casaron a la fuerza tenía once. Estamos aquí porque estamos arrepentidas. Éramos muy pobres. Mi padre estaba borracho todo el día.
Yo estaba en un internado, estudiando. Me habían admitido con beca porque, la verdad, siempre me gustó estudiar. Estaba feliz. Tenía amigas. Estudiaba más de lo que tenía que estudiar. Me adelantaba en los libros, porque soñaba con ser médica y ayudar a mi familia. Ahora creo que también es fundamental ser independiente. Pero es que pasaron muchas cosas. Cosas que ni mis amigas saben. Me hice mayor en poco tiempo.
Un día vino mi abuela al internado y me dijo que me tenía que ir, que me iba a casar. Que tenía un marido. No me contó entonces la cantidad por la que me
habían vendido. Después supe que le había prometido diez mil rupias, pero que no llegó a ingresarlas. Era un hombre de treinta y seis años al que no conocía. Había estado casado y vivía con dos hijos, dos chicos de ocho y diez años. Quería acostarse conmigo, pero yo me resistía. Lloraba, gritaba. Me estuvo pegando cinco días seguidos. Él tenía un campo de lentejas. Ese era otro propósito que tenía para mí. Que le trabajase el campo de lentejas. Me obligó a ir descalza. Me senté en el suelo. Me volvió a golpear. Mi madre vino a visitarme y al ver cómo estaba empezó a llorar como una loca. Entonces decidieron llevarme, cuando no estaba él.
Él intento recuperarme. Dijo que le pertenecía. Gracias a las mujeres de la Fundación no lo consiguió. Intentaron arreglarlo por las buenas. Le explicaron que no era legal lo que había hecho, que había mucha diferencia de edad, que yo quería estudiar, que no quería vivir con él. Parecía que iba a aceptarlo, pero a los pocos días volvió con un hermano para reclamarme, con malas formas. Insistía en que estábamos casados. Al final, fue denunciado ante la policía. Pero él seguía encima, no hacía caso. Decía que era de su propiedad. Fue la gente la que me salvó. Se hicieron asambleas en mi pueblo y en el suyo. Y todo el mundo estuvo de acuerdo en que él no tenía derecho a hacer lo que estaba haciendo. Apoyaron a la Fundación. Y eso fue decisivo para que el jefe de la policía interviniese. La cosa se complicó cuando mi padre, ebrio, llegó a casa y nos golpeó. Dijo que nos iba a matar. Conseguí llamar a las mujeres del centro de la Fundación en Gandlapenta. Nos tuvieron protegidas durante el tiempo necesario.
Ahora estoy estudiando. En un internado, en otro pueblo. Con las compañeras, hablo de cosas de niñas. A veces, tengo pesadillas. Pienso en las muchachas que estarán sufriendo lo que yo sufrí. Voy por delante en los libros. Estudio. No me cansa estudiar. Es como un descanso.
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