Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm.
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Arrasada por la II Guerra Mundial, el nazismo y la guerra fría, Berlín levanta la barbilla 25 años después de la caída del muro, con mucho que ofrecer. Capital de la vanguardia europea, bulle jovial, creativa y con los brazos abiertos a la mixtura. Turismo, Historia y Cultura hacen de Berlín una ciudad renacida con inteligencia y alma.
Por Cristina Martínez Sacristán
1500 kilómetros de división de Norte a Sur del país, 48 kilómetros de Muro de arriba abajo de la vasta Berlín, 160 kilómetros aislando Berlín Oeste… Durante 28 años el rotundo Muro de la vergüenza (Schandmauer) fue un “instrumento de represión” durísimo, castrante, alimentado por la gélida Guerra Fría. Miles de familias, amigos, parejas, negocios… se vieron separados drásticamente, y “de la noche a la mañana cambiaron radicalmente sus vidas como nadie podía imaginar”, narra Christian Tänzler, de Visit Berlin.
Al caer el Muro, ya casi de maduro, por hastío, dejando anémica y exhausta a la gran ciudad alemana -la cual había sido un potencial industrial a principios de siglo XX-, pocos apostaban por vivir o desarrollar negocios allí. Miles de pisos quedaron vacíos. Había personas adineradas en Bonn que consideraban que establecerse en Berlín supondría como rebajarse, como irse a vivir a un barrio pobre… Entonces, ¿cómo es posible que, en dos décadas, Berlín se haya convertido en una especie de Nueva York europeo?
“Aquí me siento vivo”, expresa el historiador del Arte Stefano Gualdi, que se instaló en Berlín desde su Italia natal para desarrollarse como galerista. Después fue más allá y combinó Arte, Historia y Turismo en un proyecto dinámico, dominando el alemán, el castellano y el inglés y con muchos conocimientos de francés. Es el perfil de habitante de Berlín, creativo, inquieto, muy inteligente, emprendedor, viajero. Los artistas han ido revitalizando Berlín día a día, ladrillo a ladrillo, desde que cayó la violenta frontera. Y personas de casi 200 nacionalidades movilizan nada menos que un millar de eventos y actos culturales a diario en la ciudad del Spree. Julia Rautenberg, de Visit Berlin, se admira de la efervescencia y diversidad de expresiones culturales que coexisten en su ciudad. Reconoce que eso tiene a su equipo muy ocupado: “Nos cuesta ponernos al día, pues siempre pasan cosas nuevas. Tenemos que leer de arriba abajo la prensa, a diario, y aun así siempre hay algo que te sorprende…”.
Efectivamente, Visit Berlin tiene mucho trabajo, acrecentado este año en aproximadamente un 5% por los eventos relativos al 25 Aniversario de la Caída del Muro. Pero eso no es nada si observamos la ascendencia, especialmente en la última década, de los volúmenes de negocio generados por el Turismo en la metrópoli: actualmente, de 10,3 millones de euros. Así, el Turismo y la Cultura se han ido erigiendo como claros tractores de una ciudad a la que no le quedó más remedio que ceder el testigo industrial y financiero a Frankfurt, Hamburgo, Munich y Stuttgart, pero que ha ido recuperando por goleada su papel preponderante en Europa. Eso enorgullece a sus dirigentes, exultantes también con su reciente éxito futbolístico: “Ninguna ciudad europea sufrió un desastre como ésta, con una división tan larga. Queremos mostrar al mundo que lo que ven hoy es el resultado del desarrollo y la tenacidad. Y también queremos celebrar la caída del Muro como un ejemplo de lo que no debe repetirse”, enumera Christian Tänzler.
Así, a lo largo de 2014, y de forma muy acentuada en otoño, Berlín facilita a los visitantes acercarse a los hitos más representativos de lo que significó la división. Del sufrimiento que generó en familias, amigos, amantes… que se separaban dolorosamente en el Pabellón de las Lágrimas (Tränenpalast), junto a la céntrica estación de Friedrichstrasse. De lo que significaron el nazismo, la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, a través de múltiples y nutridas exposiciones. De cómo los artistas han traducido la escisión trágica y el posterior “renacimiento” en miles de graffitties, en canciones como las de David Bowie y Pink Floyd, en una eclosión creativa que no tiene equivalencia en todo el viejo continente.
Checkpoint Charlie.
FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS
De izquierdas y ecológica
Los berlineses están este verano orgullosos de haber paralizado un proyecto en Tempelhof Park, a través de un referendum popular. Tempelhof fue durante años un aeropuerto aliado, que en 2008 se transformó en un amplio espacio de esparcimiento. En Berlín, donde tanto se usa la bicicleta y tan poco el coche, los pájaros se acercan a comer de tu mano, los parques huelen a campo y se suele ver zorros por la ciudad. Incluso algún jabalí despistado, por el área de Tiergarten… Así, los tranquilos y silenciosos berlineses suelen correr, hacer yoga, andar en bici, pasear el perro o jugar con los niños en Tempelhofer Freiheit, nomenclatura intencionada: significa “Libertad”. Y por todo ello, porque Tempelhof es como una bandera de liberación, decidieron por mayoría que no se construyera en “su” parque unas casas de lujo, tiendas y una gran biblioteca. Ellos, que se tienen por críticos y progresistas, y que no necesitan vestir ostentosamente para demostrar nada. Aún bastante asequible, Berlín se considera una capital de izquierdas y el proyecto burgués de Tempelhof atentaba contra su visión de la vida.
Así lo cuentan diferentes berlineses a Gea, y este ejemplo sirve para ilustrar cómo se respira en Berlín. Donde difícilmente veremos tacones y trajes. Donde se parodia a Frau Merkel en el Admiral Palast y los políticos dimiten si incumplen. Con jóvenes que se independizan a los 18 años, mucho individualismo -casi obsesivo, en la búsqueda de la autonomía máxima-, un 60% de singles y bajas maternales de más de un año, como en Escandinavia. Un paraíso para el amor gay. De forma habitual, y más acentuada en este Jubileo de la Caída del Muro, la bici se combina con los medios de transporte públicos, donde muchos viajan con sus mascotas tranquilamente. Los berlineses respetan las colas y se apartan escrupulosamente para que puedas salir del vagón. Apararentemente serios, hasta sacan el Gps y su propio mapa a la hora de ayudarte a encontrar un destino. En un paisaje de mixtura multicultural, donde, en su gran mayoría, la gente está acostumbrada a la gente.
Esto último ocurre también como una fijación antiracista, y a los niños se les lleva al Museo del Muro y a otros puntos estratégicos de los horrores del siglo XX para que sepan qué no debe repetirse. Uno de los espacios más significativos de la división es Bernauerstrasse, donde se enclava el mayor memorial de toda Alemania. En él vemos aspectos actuales, combinados con elementos de esos años 60 castrantes, en los que muchas personas se tiraban desde las ventanas de las casas que daban a la parte más delgada del Muro. Para pasar al Oeste, pues las restricciones mayores y con más represalias tenían lugar en Berlín Este, a manos de la Stasi. En Bernauer protagonizará una conmemoración Angela Merkel el 9 de noviembre, día en que el Muro comenzó a ser Historia.
Mathias Petersdorf explica los hitos del Muro con dinamismo y en un castellano bastante bueno, desde la Kulturbrauerei, antigua fábrica de cerveza donde hoy se halla uno de los Mauer Museums. Mathias se crió en la parte Este de la urbe, y admite que cuando cayó la barrera de la Guerra Fría “comencé a viajar y a estudiar lo que quería. Mi vida cambió completamente. Hasta entonces era como si hubiera estado en una prisión”. Para Mathias, personas mayores, como su madre, de 80 años, son las más resentidas de “tres sistemas políticos seguidos” que les habrían dejado knoqueados. Este educado y simpático berlinés indica que hay quienes “querrían otro muro”, ya que el desembolso que ha tenido que hacer el Oeste para que Berlín Este recuperara reprise económico ha sido muy grande. Calcula que en torno a un 10%, de personas de más de 60 años, también en Leipzig, Bavaria, Dresde… Curiosamente, cuando Mathias habla de estos aspectos oscuros de su historia reciente salta al inglés. Se diría que se explica mejor cuando siente lo que narra en primera persona…
El artista vasco Víctor Landeta ante sus retratos en restos del muro.
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La unificación discontinua
25 años después, Berlín todavía se sigue transformando, a diario. Aún hay enormes contrastes físicos en la ciudad, con esas amplias áreas de fábricas abandonadas y metros y metros de graffitties, algo así como un símbolo de la toma de la urbe desvestida hasta entonces. La ironía es que actualmente si te pillan pintando un graffitti te pueden multar… Toleran2, reza uno de ellos, junto a la estación de tren de Alexanderplatz. De todo eso sabe bastante Víctor Landeta, artista de origen vizcaíno que vivió en Londres, en Tailandia y durante años en Berlín, aunque ha pasado recientemente unos meses en Brasil y Venezuela. Víctor convivió en Tacheles, en la famosa comuna artística de Oranienburgerstrasse, y también ha vivido y trabajado en una antigua fábrica de Correos de Berlín Este el pasado año, con otros artistas internacionales y aún retirando algunos escombros…
Víctor se halla retocando una serie de pinturas de Premios Nobel de la Paz en restos del Muro, en Teltow. Esas piezas han regresado a su fábrica de origen, a las afueras de Berlín, y pintadas por un puñado de artistas de todo el mundo, conforman un sorprendente bosque de colores. Algunos de ellos también participaron en la East Side Gallery, el mayor resto de Muro de todo Berlín: 1.300 metros pintados, a orillas del Spree, reivindicando en un estallido de imaginación lo que supusieron la unificación y la búsqueda de libertad.
Landeta está muy contento con este proyecto por su significado y repercusión, en pleno año Jubileo de la Caída del Muro. Las manifestaciones artísticas, tan omnipresentes, traducen esos ideales de paz y libertad tan repetidos en Berlín. Las obras de Ai Wei Wei han estado gritándolos durante meses en Martin Gropius-Bau, al igual que las composiciones de Bowie. La Biennale, la Berlin Art Week, Oranienburgerstr. y Auguststr., etc. son algunos escaparates de los movimientos artísticos que se larvan en la ciudad.
Algunas heridas siguen todavía abiertas. Durante años, Berlín ha tenido duplicadas líneas de tren, escuelas, catedrales y hasta zoológicos, e intenta homogeneizarse, día a día, a golpe de ilusión y de trabajo. “Pero aún se nota la división”, asegura Kerstin, una experta en Turismo que también vivió en Italia. “Todos, en nuestro entorno, hemos tenido alguna familia dividida, algún episodio duro”, afirma. Arne Kühn, actualmente guía en Leipzig, se crió, como Petersdorf, en Berlín Este, y recuerda cómo veían los sucesos de la Revolución Pacífica de Leipzig por la televisión: “Se valieron de la repercusión mediática mundial para conseguir sus objetivos”, relata sonriendo, hoy, enfrente de Nicholaskirche, donde se inició el comienzo del final de la Guerra Fría.
Efectivamente, antes de que en Berlín reaccionaran, Leipzig ya había empezado a empujar el Muro. Para entonces, 135 personas habían muerto por tratar de atravesarlo, sólo en Berlín, y 400 en toda Alemania. 5.000 lograron escapar en los años 60. Al caer el telón de acero, en 1989, miles y miles de personas se abrazaron y, como relatan quienes lo presenciaron, los ciudadanos del Este asistían, atónitos, al desarrollo comercial, envueltos en sus discretas y humildes ropitas, producto de sus bajos salarios…
De los 500 metros de Muro en Postdamerplatz al comercio, el ocio y los modernos rascacielos. Del desolador entorno de Brandenburg Tor a la efervescente vida política y social berlinesa. Del aeropuerto erigido sobre escombros a un ejemplo de progreso y ecología… El barrio de Kreuzberg, lleno de turcos y españoles, se ha vuelto uno de los más cool y por ello los precios de sus viviendas son más altos que en otras zonas. Es el elegido por Tarantino para filmar sus películas y donde la cocina internacional y el ambiente tienen ahora su punto álgido. Otro barrio moderno es Charlottenburg; en él conviven los edificios modernos, símbolo del Estado del Bienestar, con la Iglesia de los Recuerdos. Rota por los bombardeos de la II Guerra Mundial. Jóvenes artistas, cocineros, fotógrafos, escritores… eligen este magma multicultural y dinámico para las más ilimitadas creaciones. Los precios aún asequibles de muchas viviendas y de algunas comidas lo facilitan. Esto es Berlín: renacida, mirando de frente a su pasado, inteligente, jovial y con la palabra Futuro escrita en el aire.
Este artículo se publicó originalmente en GEA PHOTOWORDS
Cristina Martínez Sacristán nació en Bilbao y es periodista. Vinculada desde los 90 al periódico Deia, ha trabajado en radio, en una productora audiovisual y para editoriales, en inglés y en castellano. Actualmente colabora con revistas especializadas, con radios y webs viajeras, culturales y de DD.HH. Estuvo con los primeros ‘indignados’ en Wall Street, realizó una investigación sobre La Maleta Mexicana y ha realizado reportajes de diferentes países y destinos. En este enlace encontrarás su nuevo blog.