Mãe Filhinha en su terreiro de Cachoeira, Bahia (Brasil).
Foto © Ángel López Soto
El diario El País publica hoy, 20 de agosto, en su sección Latinoamérica en el Objetivo un retrato que hice a Mãe Filhinha en unos de mis encuentros con la mãe de santo en Cachoeira, Bahia (Brasil). Mãe Filhinha falleció el años pasado a la edad de 110.
Por Noelia Nuñez (publicado originalmente en El País)
Cuando el fotógrafo Ángel López Soto (Buenos Aires, 1962) se enteró el año pasado de la muerte de su retratada, Mãe Filhinha, la noticia le marcó para siempre. No tanto por el hecho en sí —era centenaria—, sino porque la brasileña se lo había vaticinado años atrás. «La matriarca me dijo que iba a morir a los 110 años, como su madre. Y así sucedió». Si el argentino tiene que destacar a alguien para definir su trayectoria fotográfica, la elige a ella. La fotografió seis veces, la última, seis años antes de esa muerte premonitoria. Era la médium más anciana de su tribu en Cachoeira, una ciudad a 55 kilómetros de San Salvador (Brasil).
Lo que atrajo a López de Cachoeira fue la fiesta de la Boa Morte (Buena Muerte), una celebración pagana de sincretismo religioso interpretada por casi una treintena de mujeres. Las integrantes son descendientes de esclavas y forman la Irmandade da Boa Morte (Hermandad de la Buena Muerte). Dice la tradición que cada verano hay que rendir homenaje a las ancestras, que durante años solían comprar la libertad de otras esclavas. El momento más íntimo de este festejo que dura tres días llega cuando entran en trance y se comunican con el más allá: «Es algo especial y reservado que les conecta a ellas y a sus seguidores con las fuerzas de los orixás [dioses de esta creencia de origen africano] según cuenta la historia», explica el fotógrafo.
Mãe Filhinha, la mujer de la foto, era una de las más veteranas de la aldea. Cuando López la conoció, notó en ella un áurea de «autoridad y de experiencia». «Tenía seriedad y alegría al mismo tiempo, pero sobre todo era prudente», describe. La foto se la hizo en su casa en 2005, ocho años antes de su muerte.
«La fotografía para mí es una puerta a la curiosidad», asegura. «Me dedico a esto por la gente», cuenta quien comenzó el oficio en Ibiza a los 22 años. Desde entonces, el argentino asegura haber estado en más de 70 países, entre los que destacan sus trabajos sobre India y sobre tibetanos exiliados por todo el mundo, y explica que a su espalda, más que fotos, cosecha historias. Como la de Mãe Filhinha, que tanto le marcó.